¿La olmeca fue la cultura madre de Mesoamérica? ¿Eran africanos los olmecas? ¿Quién inventó la escritura, el calendario y la numeración en Mesoamérica? ¿Los zapotecos inventaron las tlayudas? Esas y muchas preguntas más son respondidas aquí.
Con información rigurosa y actualizada sobre los orígenes de los diversos pueblos que florecieron en Mesoamérica, entérate de lo que ocurrió durante el periodo Preclásico y episodios de nuestra historia que nunca nos enseñaron en la escuela.
Ciudad de México, 20 de junio (SinEmbargo).- ¿La cultura olmeca fue la cultura madre de Mesoamérica? ¿Eran africanos los olmecas? ¿Fueron extraterrestres los mayas? ¿Quién inventó la escritura, el calendario y la numeración en Mesoamérica? ¿Los zapotecos inventaron las tlayudas?¿Los danzantes de Monte Albán bailaban cumbia? Esas y muchas otras preguntas son respondidas en este segundo tomo de México antes de ser México.
Además de muchos monitos, este libro contiene información rigurosa y actualizada sobre los orígenes de los diversos pueblos que florecieron y se desarrollaron en Mesoamérica. Entérese de lo que ocurrió durante el llamado periodo Preclásico en los territorios de la América media y conozca esa parte de nuestra historia y de nuestra cultura -o más bien, de nuestras culturas- que nunca nos enseñaron en la escuela.
A continuación, SinEmbargo comparte, en exclusiva para sus lectores, un fragmento de México antes de ser México: El preclásico mesoamericano, libro de Patricio Ortiz Gonzalez, monero en mútliples diarios y revistas. Ha ilustrado libros ajenos y publicado libros propios. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grijalbo.
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PRESENTACIÓN
Más de tres años me llevó concluir este segundo tomo de México antes de ser México.
Primero que nada, debo comentar que me costó mucho trabajo encontrar información sobre algunos de los temas incluidos en este volumen; segundo que nada, me costó todavía más trabajo entender mucha de esa información, como lo relacionado con los calendarios, la escritura y la numeración. Y tercero que nada, encontrar imágenes para ilustrar el Preclásico estuvo en chino, pues no hay mucho material sobre este periodo; algunos de los libros que necesitaba consultar no fueron fáciles de encontrar y otros, de plano, están agotados.
Afortunadamente, conté con mucha ayuda. Para empezar, he tenido el apoyo y la guía de Alfredo López Austin quien, con generosidad sin límites, paciencia, firmeza y un agudo y refinado sentido del humor, me ayudó a comprender asuntos peliagudos y a descubrir cómo se debían explicar, además de compartir conmigo materiales e, incluso, dibujos que encontrarán en el libro.
Después, tuve la fortuna de conocer a Javier Urcid, un eminente arqueólogo mexicano, maestro de la Universidad de Brandeis (de Boston), a quien primero le pedí que me prestara unos de sus fantásticos dibujos zapotecos y más tarde invité a que me escribiera el prólogo del libro. Sus observaciones, correcciones y críticas me permitieron precisar conceptos y corregir errores.
Agradezco a Aída, mi esposa, quien me acompañó entusiasta a todas mis correrías arqueológicas y, además, se hizo cargo de ordenar y capturar la bibliografía; y también a Érika Cárdenas, que desde el comienzo del proyecto me ha ayudado en todo lo relacionado con el diseño de los libros.
La portada de este segundo tomo surgió de la asociación libre —inconsciente, diría Freud— que hice de los carnosos labios de las cabezas olmecas, con el famoso logo de los Rolling Stones. En un principio, lo confieso, pensé que esta mezcla de imágenes era una herejía —cosa que me entusiasmó todavía más—, pero al comenzar a trabajar el dibujo, múltiples conexiones entre los olmecas y los Rolling Stones se hicieron evidentes, así que ya no me pude detener.
Durante mucho tiempo, los olmecas han sido considerados como los rockstarsdel Preclásico mesoamericano y, aunque en este mismo libro esa romántica idea es puesta en tela de juicio, la fama mundial de los habitantes de la región del hule es innegable.
Es un hecho que una de las especialidades artísticas de los olmecas fue la escultura en piedra, y las enormes cabezas que nos heredaron fueron elaboradas en rocas enormes que trajeron de lugares lejanos. O sea que, literalmente, las cabezas olmecas fueron esculpidas en piedras rodantes.
Así pues, aunque todavía no se ha encontrado, en Veracruz o Tabasco, algún retrato monumental de Mick Jagger o de Keith Richards, la conexión entre los olmecas y los Rolling Stones ha quedado firmemente establecida en mi imaginación.
Deseo que disfruten este segundo tomo de México antes de ser México y, sobre todo, espero que sea de utilidad.
PRÓLOGO
Por Dicru Reivaj
Se ha propuesto que una de las razones por las que el público lector se siente fuertemente atraído hacia las explicaciones fabulosas del pasado sea la llegada de seres extraterrestres o la existencia de civilizaciones perdidas —como la legendaria Atlántida— es mera culpa de los arqueolocos. Como miembro del gremio, en ocasiones yo mismo encuentro harto aburrido leer publicaciones llenas de conceptos enredados y tecnicismos grandilocuentes. Yo y muchos de mis colegas tenemos el fastidioso afán de escribir sólo para los arqueólogos, dejando un gran vacío entre el quehacer de una disciplina inherentemente fascinante y un publico ávido de conocimiento. La obra de Patricio Ortiz, ahora ya en su segundo tomo, llena ese vacío de una forma novedosa y muy entretenida.
Libre de palabras rebuscadas y de marcos de referencia complicados, su prosa provee una narración llana de lo que los arqueólogos creemos saber sobre el pasado, y proyecta una idea clara del quehacer arqueológico, incluyendo el ameno relato de las personalidades que han contribuido al conocimiento del pasado mesoamericano. Lo innovador de su enfoque es el uso del humor y los chistes para explicar en forma directa ideas clave que permitan vislumbrar y cuestionar el devenir histórico de lo que ahora es México. Es innegable que el humor, como facultad humana, es universal, pero a la vez es culturalmente constituido. Patricio, bien versado en el caricaturismo, toma ventaja de una larga tradición humorística mexicana para yuxtaponer el pasado y el presente, y así hacer más inteligibles las posibilidades de lo que pudo haber pasado en tiempos remotos.
El experimento mismo permite preguntarnos: ¿cómo fue el humor, la broma y la jocosidad en tiempos prehispánicos?, ¿cómo se podrían haber manifestado materialmente? Y de ser así, ¿cómo podríamos identificar y entender el antiguo juego lúdico? Tal vez esto último quede ya fuera de nuestro alcance, pero al menos podemos considerar la importancia que la bufonada y el pitorreo debieron tener en fomentar relaciones sociales, en resistir a la opresión, en persuadir a seguidores, o en insultar a los enemigos.
La obra de Patricio logra también convencernos de que hay dos elementos clave para hacer arqueología: el poder de nuestro razonamiento y la adherencia a nuestros sentidos sensoriales, es decir, lo que podemos ver, sentir, oler y escuchar. Así, la arqueología NO resulta ser una disciplina esotérica que solamente ciertos elegidos pueden practicar, sino un campo de conocimiento al alcance de todos. Y no sólo me refiero al consumo de ese conocimiento sino a la producción de nuevos saberes. Patricio, por ejemplo, no tuvo que realizar una excavación arqueológica, o clasificar materiales así obtenidos. Pero sí logra crear nuevo conocimiento arqueológico al hacer una síntesis con base en múltiples publicaciones. Se trata así de una arqueología de la arqueología.
La obra de Patricio igualmente desmiente en una forma contundente la idea perniciosa de que la arqueología trata sobre tesoros enterrados y ocultos. Lejos de centrarse en un fetichismo hacia el objeto arqueológico, la narración en México antes de ser México se enfoca en los procesos de cambio en las sociedades prehispánicas. Y al hacerlo, nos permite formular más preguntas. ¿Acaso los pequeños grupos humanos de recolectores y cazadores contribuyeron a la extinción de los grandes mamíferos del Pleistoceno?, ¿qué nuevas formaciones sociales resultaron al adoptarse la subsistencia agraria?, ¿qué impacto ambiental irreversible tuvieron las diversas formas de producción agrícola?, ¿qué relación pudo haber entre el conservadurismo tecnológico lítico y el cambio social?, ¿cómo surgió la desigualdad social?, ¿qué impulsó a las sociedades hacia el urbanismo, no sólo a vivir en ciudades sino también a articular en el paisaje asentamientos humanos de diversos tamaños y niveles demográficos que dejaron una huella a nivel regional?, ¿qué formas de gobierno centralizado se requirieron para mantener semejante cohesión regional?, ¿qué ideologías religiosas permitieron un incremento en la complejidad social?, ¿qué papel tuvo el conflicto organizado en la formación de los primeros estados?, ¿cuáles formas de interacción interregional, además del intercambio comercial, permiten explicar la adopción y dispersión de estilos en la cultura material?, ¿cómo se compaginaron diversos sistemas económicos, desde el mercantil —con una unidad de valor intercambiable y la fijación de precios con base en la oferta y la demanda— hasta la reciprocidad ritual?, ¿qué fenómenos colonialistas se manifestaron con el surgimiento de los primeros estados hegemónicos?, ¿qué propulsó el surgimiento de nuevas formas de organización regional a expensas del decaimiento de otras?
A lo largo de su narración, Patricio logra mantener un balance entre este tipo de preguntas generalizadoras y la particularidad histórica que conlleva configuraciones singulares. Usando imagen y texto, el autor nos relata sobre la vida aldeana en lugares como Tlaltilco, sobre las complejas jefaturas en la región maya, o la que encabezó el antiguo asentamiento de
San José el Mogote en Oaxaca, sobre la incipiente urbe de San Lorenzo, en Veracruz, o sobre la repentina urbanización de Monte Albán, capital de uno de los primeros estados mesoamericanos. La particularidad e idiosincrasia de cada una de estas localidades o regiones queda ejemplificada con las ilustraciones que acompañan la narración. Por ende, los dibujos, los mapas y las caricaturas no son recursos redundantes o superfluos, sino una adición que continuamente transmite conocimiento en forma subliminal.
En retrospectiva, la relevancia principal de la presente obra radica en demostrar la función social que el conocimiento arqueológico tiene en el México contemporáneo. Como en alguna ocasión comentó un amigo mío, “una sociedad sin historia es como un individuo sin memoria.” El pasado ya pasó, y no hay forma de reconstruirlo. A su vez, el presente nos confronta ante un sinnúmero de retos (hambre, pobreza, desigualdad social, degradación y contaminación ambiental, sobrepoblación, violencia y corrupción). Luego entonces, la relevancia de la arqueología reside en fomentar una memoria social que permita continuar forjando la identidad nacional.
Disfruten pues de una lectura edificadora, picuda y entretenida.
Desde la Concordia de Muswachoosut (cerca del gran cerro) o de Moswetuset (el cerro en forma de punta de flecha).
Javier Urcid