Tres Valles, Veracruz: “Venimos porque supimos del montón de muertos, y allá tenemos desaparecidos…”

20/06/2014 - 12:05 am
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Las fosas. Foto: Ignacio Carvajal, blog.expediente.mx, especial para SinEmbargo

Por Ignacio Carvajal, especial para SinEmbargo

Tres Valles, Veracruz, 20 de junio (SinEmbargo/Expediente).– “¿Nos puede llevar a dónde las fosas de El Diamante, por favor?”, se pregunta a un funcionario del municipio de Tres Valles.

Hasta antes del cuestionamiento, el burócrata había saludado en buen tenor; pero al escuchar a dónde querían ir, los colores se le subieron al rostro. La mirada iba de un lugar a otro y el mentón le temblaba.

Accedió a regañadientes; pero apenas tuvo oportunidad, huyó a todo motor, sin respetar topes, charcos ni agujeros.

La entrada a El Diamante es el preámbulo a un edén. Al fondo de la pradera de este rancho que fuera propiedad de Fernando Cano Cano [los hijos dijeron a la periodista Carmen Aristegui que lo habían vendido], primer Alcalde de Tres Valles, los árboles lucen cargados de frutos, a un costado, un criadero peces. En cada rincón de la propiedad se alzan vegas de pastura y hay un río en medio.

Se trata del sueño dorado de cualquier ganadero; pero para las personas que aquí fueron asesinadas y sepultadas, fue su paso del paraíso al infierno.

Hasta la noche del lunes pasado, cuando personal de la Secretaría de Marina llegó –después de tres meses dieron con el entierro–, nadie se imaginaba que debajo de esos frondosos árboles, a un lado de ese arroyo, se escondía el horror, la muerte, el sufrimiento y la vergüenza que sólo se esconde con tierra de por medio.

En el sitio el olor es penetrante. Moscas verdes rondan los restos de carroña putrefacta y se regodean entre gusanos. Son 13 agujeros. De cada uno exhumaron de dos, tres personas o más. Tiene poco que el personal de Periciales se marchó. Trabajaron con nunca. Fue necesario el apoyo de elementos de Xalapa y de Veracruz.

Una persona, cuya identidad se protege bajo el anonimato y que estuvo en el lugar, dice que los elementos de Periciales no daban abasto. Después de horas de cavar y de extraer carne podrida, el cansancio era devastador. Se tuvo que echar mano de los elementos de la AVI, quienes tuvieron que hacer a un lado su arma y coger la cuerda cuando había que sacar un muerto.

“El cuerpo se exhuma amarrado. Era complicado porque unos no traían manos o pies, a veces debemos ayudar”.

“Nos cansamos de tanto jalar cuerpos. Llegó el momento que donde metíamos la pala, salía sangre y pudrición y media”, contó el oficial.

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La capilla. Foto: Ignacio Carvajal, blog.expediente.mx, especial para SinEmbargo

OFRENDAS A LA MUERTE

Trastes sucios. Comida rezagada. Colchonetas malolientes. Toallas húmedas. Discos piratas. Ropa sucia en los cuatro puntos cardinales. Medicamentos. Un altar a la Santa Muerte. Cirios Negros. Las Siete Potencias. Un retrete rebosante de porquería.

Es el interior de la casa ubicada en la colina del rancho El Diamante. Hombres y siete mujeres fueron asesinados en este lugar que se ubica a menos de dos kilómetros de la comandancia de policía y del ayuntamiento de Tres Valles. ¿Cómo fue posible que masacraran a tantas personas tan cerca de la policía?

Los moradores, hasta hace unos días, un grupo de sicarios, ingresaban al rancho por un brecha que va desde la ciudad, a lo largo de las vías del ferrocarril, en medio de arboledas y un camino de tierra roja.

En el interior del inmueble, lo que más terror causa, es la imagen de la Santa Muerte. Es una clara representación de “La Piadosa” de Miguel Ángel; quien yace en las piernas de La Flaca es Cristo.

La imagen, de unos 30 centímetros, está montada sobre un cubo con capacidad de 20 litros, alrededor más de una docena de cirios de las Siete Potencias (Obatalá, Elegguá, Changó, Oggún, Orunlá, Yemayá y Ochún).

Otro tanto de esos cirios se miran regados en la vivienda. Podrían ser más de 40 o 31, podría ser el mismo número de víctimas del cementerio clandestino.

Aún en el interior, se miran chile, tomates, un sartén lleno de papas con chorizo y en una silla, una olla con papas. Estaban listas para la comida. Por el momento, la poca información extraoficial aportada por fuentes militares no habla de detenidos, por lo que todo apunta a una fuga a tiempo.

Destacan las colchonetas, tipo DIF, regadas por doquier. Son más de 20 y se suman al entorno de caos. Es un desmadre dejado atrás por el paso de las autoridades que, por lo menos, no prestaron atención a un detalle: docenas de llaveros olvidados en el brocal del pozo. Llaves de casas, de coches, de gavetas y de cajones. Llaves de quienes fueron sustraídos y asesinados aquí.

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Restos humanos. Foto: Ignacio Carvajal, blog.expediente.mx, especial para SinEmbargo

ENDEMONIADOS

El Diamante es una atalaya: desde la colina se domina con la mirada Tres Valles, y al otro lado, una pradera sembrada con fino y nutritivo pasto; cerca, un sonoro arroyo el cual corre serpenteando rancho abajo a la sombra de árboles frutales.

Los reportes de la policía lo ubicaban como “un rancho abandonado”; pero su infraestructura se mira en buen estado.

Primero se confirmó en el pueblo que era propiedad del finado Fernando Cano Cano, el primer Alcalde (PRI) de Tres Valles. Nadie sabe decir cómo un grupo de asesinos y adoradores de la muerte se lo adueñaron.

Lo que sí queda claro es que a diferencia de sus últimos inquilinos, estos sí eran muy religiosos: en un rincón se mira una capilla en honor a la Virgen de Juquila.

Dentro de la capilla, de unos tres por tres, y con un altar en medio, y nichos en su pared principal,  hay colchonetas, condones usados, restos de excremento. Huellas de sexo frenético, noches de locura, alcohol, tortura y cortar cabezas.

Los maleantes emplearon este sitio para todo, menos para hacer oraciones a la madre de Cristo, cuyas imágenes ni siquiera se miran en su nicho, han sido destruidas.

En la capilla, a la virgen no le dejaron flores ni veladoras; pero a la muerte piadosa la acompañan dos botellas de whisky y una bolsa de  bolillos. Su ofrenda.

Santa Muerte. Foto: Ignacio Carvajal, blog.expediente.mx, especial para SinEmbargo
Santa Muerte. Foto: Ignacio Carvajal, blog.expediente.mx, especial para SinEmbargo

LA ESPERANZA VIVE

El olor a muerte alteró los nervios de todo Cosamaloapan y municipios vecinos.

“Tuve que lavar mi ropa de nuevo porque el día que llegaron los cuerpos la tendí, se secó; pero el olor todo se penetró y apesta”, cuenta una de las vecinas del Forense.

Ese aroma persiste (pese que ya están en Xalapa, a más de 300 kilómetros) se apodera del ambiente e inunda todo alrededor de Cosamaloapan.

Llega a las colonias más pobres, a los sectores más populares, en donde abundan casos de desaparecidos.

“Venimos porque supimos del montón de muertos y allá en la colonia tenemos como a cuatro chicos desaparecidos. Una camioneta les cerró el pasó y se los llevó”, cuenta otra mujer que está junto a otras que, pareciera, no perciben el nauseabundo aroma ni el calor.

Son esposas, madres, tías, abuelas o parejas de personas desaparecidas. Familiares de Cosamaloapan y los municipios vecinos que conforman una herida mal curada que emana pus. Están desesperadas.

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Salieron corriendo. Foto: Ignacio Carvajal, blog.expediente.mx, especial para SinEmbargo

“A veces uno quisiera encontrarla ya y descansar. Que le digan a uno ya si está muerta o qué”, dice una de ellas cuya hija, Wendy Cruz, está desaparecida desde mayo.

Su nieta, hija de Wendy, sostiene la foto de su madre: viste blusa rosada, pantalón blanco ajustado. Junto al río Papaloapan. La última vez que le vieron iba a Alvarado a comer con una amiga.

Otra familia aguarda a la sombra de una higuera. Son mujeres y niños. La mayor de ellas trae la foto del nieto de 16 años que unos quince días atrás se fue de fiesta en Tuxtepec y a la fecha no ha regresado.

“Nos trataron muy mal allá dentro, no somos de acá, venimos de Oaxaca y dicen que allí debemos arreglar nuestro asunto, que acá ni cuerpos hay, que se los llevaron a Xalapa”, dice una de ellas.

Por la tarde, hubo un momento en que ya no esperaron más. Se abalanzaron sobre la entrada al inmueble al menos dos de ellas se colaron. Llegaron a las planchas. Levantaron el velo del único cadáver y confirmaron que no era su familiar. Tras el ingreso por la fuerza, solas se marcharon.

A 200 kilómetros de las fosas, sobre la autopista Cosamaloapan-Acayucan, un hombre disfruta un jugo de piña, y contento mira la carga de su camioneta: unos 20 cajones de muerto.

El hombre es informado sobre la noticia más fuerte en estos rumbos. “Fosas clandestinas y El Diamante en Tres Valles”.  Al dueño de la funeraria en la Cuenca del Papaloapan, lejos de darle miedo, se muestra entusiasta. Comienza a hacer llamados a todos los contactos, sobre todo en el FORENSE, a quienes apremia a que le den más información sobre la primicia. Sabe que la carga que hoy trae del DF no le servirá ni para una semana si no se apura a realizar los trámites ante la Subprocuradora de Cosamaloapan. “Creo que no me van a alcanzar, vamos a tener que pedir más”, dijo el chofer.

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El rancho. Foto: Ignacio Carvajal, blog.expediente.mx, especial para SinEmbargo

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