Si estás todo el tiempo cansado, no lo dudes, es estrés. Y el confinamiento no ayuda a mejorar las condiciones que nos tiene tensos.
Por Darío Pescador
Madrid, 20 de mayo (ElDiario.es).– En los últimos tiempos puede que hayas sufrido alguna de estos síntomas que nos afectan a casi todos: estamos apáticos, nos cuesta concentrarnos, y no tenemos motivación, tenemos sueño durante el día, por la noche nos cuesta dormir, y cuando dormimos tenemos sueños muy raros o pesadillas.
También nos encontramos en una montaña rusa emocional. A veces estamos muy distantes, a veces tenemos un ataque de pánico, nos enfadamos sin motivo, nos un ataque de risa, o tenemos ganas de llorar.
No es que nos estemos volviendo locos, aunque un poco sí. En realidad todos estos son síntomas de estrés.
Recordemos que hay dos tipos de estrés. El estrés bueno, que es le que te hace frenar antes de estrellarte con el coche, o salir corriendo si te persigue un toro, es de corta duración.
Pero cuando la situación no se resuelve, tenemos estrés crónico. Es lo que ocurre cuando sentimos incertidumbre. Cuando no sabemos si tendremos trabajo el mes que viene o nos despedirán, o no podremos pagar el alquiler.
El estrés crónico mantiene elevados los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Esto hace que haya más energía disponible para protegernos, y menos para pensar.
Se ha comprobado que el estrés hace aumentar el consumo de energía en el cerebro, pero no ocurre por igual. Sin embargo, la parte lógica, la que usamos para resolver problemas complejos y planificar el futuro, no es tan necesaria en momentos de peligro, y se desactiva. Por eso nos cuesta concentrarnos y hacer planes
Sin embargo la parte del cerebro más instintiva, la que reacciona rápidamente, está hiperactiva. Por eso tenemos cambios de humor.
Pero además el estrés crónico hace que la energía se reserve para el sistema inmunitario, nuestras defensas, en caso de que lo necesitemos. Esto produce un comportamiento enfermizo que se parece mucho a la depresión: no tenemos ganas de hacer nada, evitamos movernos y el contacto social.
Esto es una adaptación evolutiva para conservar la energía cuando nos sentimos amenazados, cuando en nuestro futuro solo hay incertidumbre. Paradójicamente, uno de los efectos del estrés y el cortisol es mantenernos en un estado de alerta constante, aunque estemos cansados, por si tenemos que luchar o huir. Por eso nos cuesta tanto conciliar el sueño.
También se ha comprobado que los sueños son la forma en la que el cerebro procesa las emociones. Cuando nuestra vida está emocionalmente alterada, soñamos más, y tenemos más pesadillas.
El estrés a su vez produce en muchas personas un aumento del apetito, especialmente de cosas dulces, y un aumento de peso.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Lo primero es darnos una tregua. Aceptar que en estas circunstancias no vamos a poder rendir al 100% de nuestra capacidad. También conviene encontrar actividades que sean un refugio contra el estrés.
Para mucha gente, instintivamente, esto significa ver maratones de series. Pero hay otras alternativas. Mueve tu cuerpo, haz ejercicio, algo que tiene un efecto instantáneo sobre los niveles de estrés. Dedica tiempo a algo que calme tu mente, que puede ser diferente para cada persona. Dibujar, cocinar, meditar, leer o simplemente, no hacer nada.
No nos estamos volviendo locos. Intentemos tratarnos mejor a nosotros mismos y a los demás.