Pablo González Casanova falleció hace unos días. Su legado, obra y pensamiento perdurarán. Se trata del único Rector de izquierda de la UNAM, crítico del presidencialismo mexicano, hombre congruente y de espíritu incansable.
Ciudad de México, 20 de abril (SinEmbargo).– Pablo González Casanova fue uno de los más reconocidos rectores que ha tenido la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en cuya gestión se crearon el Colegio de Ciencia y Humanidades (CCH) así como el Sistema de Universidad Abierta. Un hombre de izquierda congruente que se identificó con la causa zapatista, lo cual le valió ser reconocido como el comandante Pablo Contreras del Comité Clandestino Revolucionario Indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
“Todo lo nuevo tiene mucho de lo viejo y de lo clásico; pero si se quiere conocer y si se quiere participar en el nuevo gran movimiento que hoy se desata, se tiene que ver con lupa qué hay de realmente nuevo en la alternativa histórica naciente. Yo creo que lo nuevo, lo nuevo no es ser moderado, de izquierda o ultra. Yo creo que lo nuevo es la coherencia”, comentaba en ese sentido, el propio doctor Pablo González Casanova, al periodista Luis Hernández Navarro en 2006 en una entrevista incluida en el capítulo Don Pablo, de Sentido contrario, al referirse a la congruencia que marcó su persona.
Como esta cita, otras anécdotas han retratado su figura. Una de ellas es la conversación que mantuvo con el Presidente Luis Echeverría Álvarez, en los aciagos días de la matanza del Jueves de Corpus, uno de los dos episodios de represión que acompañarían hasta su muerte al mandatario priista fallecido en julio de 2022. El relato lo compartió hace unas semanas el propio Hernández Navarro en su texto “Los muchachos sabrán responder” publicado en La Jornada.
—Pablo, me dicen mis informantes que sueles caminar de noche solo por Ciudad Universitaria. Ten cuidado, no te vaya a pasar algo.
—No se preocupe, señor Presidente. Si me pasa algo, los muchachos sabrán cómo responder.
Una de las acciones que precisamente promovió como cabeza de la UNAM fue una amnistía para los universitarios y dirigentes estaban presos políticamente en Lecumberri por su papel en las movilizaciones estudiantiles de 1968, una propuesta hecha en noviembre de 1970 y que hizo eco en la comunidad universitaria, como reseña Luis Hernández Navarro.
Pese a la honda marca que dejó Pablo González Casanova como Rector de la Máxima Casa de Estudios del país, lo cierto es que su periodo fue breve. Tan solo dos años y siete meses. De mayo de 1970 a diciembre de 1972. El doctor González Casanova reconoció públicamente que nunca buscó la Rectoría. Fue sucesor de Javier Barros Sierra, el Rector durante el movimiento estudiantil del 68, una decisión adoptada por la Junta de Gobierno, quien se lo notificó ante su sorpresa.
“Hoy existe entre muchos de nosotros —profesores y estudiantes— la idea de que la historia actual de México puede ser menos dolorosa, puede ser más racional que en otras partes del mundo; nos basamos para sostener esta tesis en la lógica de la historia de México, que queremos difundir y propagar; pero si la realidad se opone sistemáticamente a nuestra tesis, muy difícil será, sino imposible, desconocer que otros tienen la razón y que la lógica de nuestra historia, de lo que pensamos que es nuestra historia, ha variado o es distinta”, pronunció en su discurso de toma de protesta como Rector.
Su paso por la UNAM no fue sencillo. Llegó después de la matanza de Tlatelolco y le tocó hacer frente a otra masacre estudiantil, la del Halconazo. Su salida se dio, además, en medio de una serie de conflictos. Uno de ellos, el asalto a la Rectoría de 1972.
Sobre ese episodio escribe el doctor Ernesto Hernández Norzagaray en SinEmbargo: “a finales de julio de 1972, ocurrió un suceso que estremeció la Universidad cuando dos facinerosos: Mario Falcón y Miguel Castro Bustos tomaron por asalto la Rectoría a lo largo de 60 días y se atrincheraron armados con metralletas en mano exigiendo el ingreso directo de los estudiantes normalistas que semiparalizó la institución que sospechosamente fue tolerada por el Gobierno de Luis Echeverría que, dicho de paso, la mañana del 14 de marzo de 1975 sale descalabrado de la Facultad de Medicina cuando buscaba un ‘diálogo’ con los estudiantes”.
No fue el único momento complicado que tuvo que enfrentar. En 1972 los empleados y profesores se habían organizado para formar el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la UNAM (STEUNAM) que el Rector rechazó, lo cual lo llevó al final a dejar su cargo.
Su legado no se limitó a esto. Su obra La democracia en México publicada en 1965 ha tenido desde entonces una influencia que trascendió su época, en ella estudia la estructura del presidencialismo mexicano en una época de apogeo del régimen priista. “Hace un ejercicio inédito desde la izquierda cuando reflexiona desde un marxismo crítico, creativo, sin caer en los dogmas ideológicos frecuentes de la Guerra Fría. Así, en este ejercicio intelectual, combina la teoría marxista con los estudios cuantitativos, documentando de esa manera la realidad que muchos deseaban cambiar”, refiere en ese sentido Hernández Norzagaray.
Para muchos académicos, investigadores e intelectuales se trata de una obra que marca un antes y un después de la forma en que se estudiaba el poder en México y que es justo la democracia. Además de la importancia que haya sido escrito en la década de 1960, en un sistema autoritario. Desde entonces, cuenta con más de 15 ediciones y ha sido traducido al inglés, francés, portugués y japonés.
La trascendencia de su obra y pensamiento fueron reconocidas por la UNAM, que lo distinguió como Profesor e Investigador Emérito en 1984 y el Consejo Universitario le confirió el doctorado Honoris Causa en 2004. En su trayectoria académica impartió cátedra en universidades como Oxford, Cambridge, Complutense de Madrid y la New School for Social Research.
En lo ideológico, fue defensor de la Revolución Cubana, de Venezuela así como del zapatismo al que acompañó y que a su vez lo reconoció en los últimos años. Al celebrar sus 96 años, lo hizo acompañando a María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, en un evento en la Ciudad de México, para recoger firmas de apoyo a su candidatura presidencial en 2018. Aunque su acompañamiento a la causa zapatista vino desde mucho atrás, así como su reconocimiento, respaldo y defensa a las comunidades indígenas que le valieron que en 2003 fuera condecorado por la Unesco con el Premio Internacional José Martí por su defensa de la identidad de los pueblos indígenas de América Latina.
“Hemos visto a un compañero que no se ha cansado, que sigue teniendo el mismo espíritu de lucha y que le importa la vida de nuestro pueblo. Ese compañero no se ha rendido, ese compañero no ha claudicado. Por el contrario, sigue forjando la vida para todo nuestro pueblo. Entonces queremos decirles que ese compañero, para nosotros se llama Pablo Contreras”, lo reconoció el comandante Tacho del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en abril de 2018 al nombrarlo integrante el Comité Clandestino Revolucionario Indígena de la Comandancia General del EZLN.
Esta semana ese hombre de izquierda y de incansable espíritu ha trascendido con su lucha a otros confines.