Jaime García Chávez
20/04/2020 - 12:03 am
No hay futuro en Futuro 21
Los partidos políticos, sin excepción, no pasan por su mejor momento y habrá a lo largo del año diversos intentos para presentarlos ante la sociedad y buscar un reacomodo.
Un conjunto de ciudadanos agrupados en Futuro 21 –nueva identidad que se asignó el antiguo PRD– convocó a un diálogo por la reconstrucción nacional. Lo realizará el próximo 23 de abril a través de medios digitales, dada la sana distancia que impera en el país. Parten de la premisa de que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la postulada Cuatroté son la expresión de un Gobierno fallido que la ciudadanía debe encarar. No discuto en lo más mínimo el derecho que les asiste para realizar ese evento en una coyuntura tan delicada como la que vive nuestro país. Al final es un esfuerzo por potabilizar a un partido político como el PRD, que se fundó desde la izquierda democrática para convertirlo en un instrumento de la sociedad frente al autoritarismo y el partido de estado, capital que malgastaron.
Los partidos políticos, sin excepción, no pasan por su mejor momento y habrá a lo largo del año diversos intentos para presentarlos ante la sociedad y buscar un reacomodo que no se ha visto desde la propia construcción partidaria con proyectos, compromisos y realización que gocen de un amplio consenso entre los ciudadanos; quiero decir, con méritos propios. El viejo PRD y algunos de los convocantes están pendientes de entregar una rendición de cuentas que los obliga para reeditarse en una nueva circunstancia. Mientras no lo hagan, ese proyecto carece de futuro.
Ahora el postulado inicial es que México no tiene un gobernante funcional, adolece de rumbo para sacar al país de la crisis de salud pública y económica. Es imperdible lo que se lee en la convocatoria: “el gobierno ha hundido al país en la recesión económica, la polarización social, destruyendo el entramado institucional y el equilibrio de poderes…”, y así sucesivamente. La pandemia como argumento. Pero en ningún lugar se advierte el más mínimo sentido de autocrítica que obliga a quienes malograron un proyecto que en su tiempo estuvo llamado a una meta superior. El PRD se convirtió en un proyecto más de poder y de negocios, al amparo del cual se recurrió a la distribución de prebendas de diverso tamaño que a la postre lo convirtió en una entidad impresentable ante la sociedad.
Es inocultable que detrás de todas esas palabras y de la convocatoria está un proyecto que se define más por lo que está en contra que por aquello que propone con perspectiva de superación de la república con un aliento progresivo. En ese marco no es extraño que se vea a la convocatoria embonando con otros pronunciamientos de la ultra derecha empresarial, ariete de los altos grupos financieros que buscan privilegiar sus intereses, al altísimo costo de abrir una etapa de grandes confrontaciones sociales para las cuales no se delinea una alternativa acorde con los intereses nacionales.
Un nuevo curso para la república se debe abrir, lo han de impulsar los que tengan una visión de democracia avanzada para el país, una izquierda que tenga muy claramente delimitados sus proyectos para terminar con los privilegios que hunden a México y que además, y esto es fundamental, no partir de la premisa de que un gobierno ha fallado, lo que sugiere su reemplazo, cuando está más que claro que quienes pueden hacer ese reemplazo en el corto o mediano plazo no son, precisamente, los que mejor representan al país, lo cual no es óbice para sustentar críticas, pertinentes, puntuales y merecidas a la forma que ha asumido Andrés Manuel López Obrador al frente de la Presidencia y que contribuye a que estos planteamientos caigan, hasta cierto punto, en tierra firme.
Por lo pronto, sostengo que figuras públicas del corte de Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano, para no hacer muy larga la lista, antes que convocar, debieran ofrecer una explicación plausible, rendir cuentas, porque mientras no lo hagan, pensaremos que sus acciones de estos días son una secuela del Pacto por México, lo que evidencia, sin más, la sumatoria que ha tenido al “Diálogo por la reconstrucción nacional” en la persona del senador Gustavo Madero, firmante de aquel instrumento de Peña Nieto, que a la postre les dio la puntilla al PAN y al PRD para que quedaran en el merecido sitial de desprecio en el que los ubica y distingue la sociedad mexicana.
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