Antonio Salgado Borge
20/04/2018 - 12:00 am
AMLO para incrédulos
Si las elecciones fueran hoy, AMLO resultaría ganador con 48% de los votos. Lejos, muy lejos, quedarían Ricardo Anaya (26%) y José Antonio Meade (18%). Los porcentajes anteriores son parte de la encuesta de Reforma dada a conocer esta semana. En el presente artículo revisaré varias estrategias que han sido empleadas para rechazar o desestimar estos resultados, defenderé que ninguna se sostiene y sugeriré que detrás del rechazo podría esconderse una falta de disposición a reconocer el origen de los resultados cuestionados.
Si las elecciones fueran hoy, AMLO resultaría ganador con 48% de los votos. Lejos, muy lejos, quedarían Ricardo Anaya (26%) y José Antonio Meade (18%). Los porcentajes anteriores son parte de la encuesta de Reforma dada a conocer esta semana. En el presente artículo revisaré varias estrategias que han sido empleadas para rechazar o desestimar estos resultados, defenderé que ninguna se sostiene y sugeriré que detrás del rechazo podría esconderse una falta de disposición a reconocer el origen de los resultados cuestionados.
(1) Una de las formas de rechazar los resultados de la encuesta de Reforma -y de cualquiera con resultados similares- es apelando a su poca confiabilidad. Dudar de las casas encuestadoras no es nuevo ni infundado; recordemos que en 2012 las encuestadoras mexicanas fallaron radicalmente en beneficio de uno de los candidatos -Enrique Peña Nieto-. A ello se podría sumar que hay muchas encuestas circulando, que la de Reforma es tan sólo una de ellas, y que, ante los resultados diversos, es imprudente apurar conclusiones.
Pero hay razones para defender que, gusten o no, los números de la encuesta de Reforma tendrían que ser tomados muy en serio. En primer lugar, (a) no todas las encuestadoras son equiparables; hace seis años, cuando todas las encuestas marcaban que Peña Nieto ganaría por casi 20 puntos de ventaja, la última encuesta de Reforma terminó siendo la más cercana al resultado final. En este sentido, vale la pena recordar que la credibilidad en una fuente testimonial está determinada por la confiabilidad de dicha fuente. Pero, además, (b) las cifras presentadas el miércoles pasado por Reforma coinciden, casi exactamente, con los resultados del consolidado de encuestas elaborado por Bloomberg dado a conocer por Sinembargo.mx. Es decir, a estas alturas, no tiene mucho sentido disputar si AMLO puntea las encuestas y que esta ventaja es de alrededor de veinte puntos.
(2) Otra manera de rechazar la ventaja de AMLO en las encuestas más importantes es aceptarla, pero desestimarla por no considerarla definitiva; es decir, asumir que, si bien la ventaja es amplia, ésta es reversible. Así, se podría decir que las campañas apenas están iniciando y que queda mucho trecho por delante. Además, en 2006 AMLO perdió una importante ventaja sobre Felipe Calderón -las causas y los resultados son de sobra conocidos-.
Me parece que esta línea de argumento, aunque más sólida que la anterior, tampoco se sostiene. En primer lugar, porque (a) las condiciones que permitieron la campaña de miedo orquestada contra AMLO no pueden ser replicadas en 2018: las reglas actuales no permiten, por ejemplo, los spots contratados por particulares, y la televisión ya no tiene el monopolio informativo. Pero más importante aún para rebatir este punto es que (b) por el momento, no sólo no hay propuestas lo suficientemente interesantes, atrevidas o creíbles como para robar votantes a Morena, sino que todo parece apuntar a que no hay absolutamente nada que pueda dañar la confianza de parte de un buen número de mexicanos su candidato; y es que, a pesar de todos los ataques que ha recibido, AMLO creció 6 puntos porcentuales en los últimos dos meses.
Para por qué, supongamos que uno de los las más desbocados temores o paranoias de quienes ven en AMLO a un peligro monumental es probada cierta. Imaginemos que un periódico de circulación nacional, la principal cadena de televisión, el gobierno mexicano, o los tres, muestran al público documentos que registran transferencias bancarias del gobierno de Nicolás Maduro a la cuenta personal de AMLO. ¿Qué porcentaje de los mexicanos creerían que estos documentos son verdaderos? Si la disyuntiva que se presenta es creerle a AMLO o creerles a las instituciones mencionadas, es muy probable que para un buen número de personas el candidato de Morena termine siendo más creíble que los segundos. Es importante subrayar aquí que el hecho de que un candidato, por más simpático que nos resulte, resulte para muchos más creíble que un grupo de instituciones como las mencionadas es una señal que revela el pésimo estado de salud de nuestra democracia. Sin embargo, claramente de esta situación difícilmente se puede responsabilizar al candidato y, al menos en México, la desconfianza o el hartazgo están claramente justificados.
(3) La última forma de rechazar números como los presentados en la encuesta de Reforma es la posibilidad de aceptarlos como válidos, pero desestimarlos al interpretarlos como resultado de la poca capacidad intelectual o la ignorancia de la mayoría de los mexicanos. Para ser claro, esta interpretación implica que quienes votarán por AMLO no son capaces de reconocer la peligrosidad de su candidato. Probablemente esto sea lo que piensa parte del 22% integrado por los encuestados que contestó a Reforma que más importante que sacar al PRI es evitar que AMLO llegue a la presidencia. Lo cierto es que este es un diagnóstico común entre un segmento de usuarios de redes sociales obsesionados en compartir, sin distinción de fuente, cualquier publicación que apunte a exponer el populismo o la peligrosidad del tabasqueño y en catalogar a sus seguidores -muchos igualmente obsesionados- como chairos, poco analíticos o ignorantes.
Sin embargo, de acuerdo con la encuesta de Reforma, 50% de los mexicanos con estudios universitarios votaría por AMLO y apenas 12% lo haría por Anaya. En el caso de preparatoria, los números son 43% y 19% respectivamente. Finalmente, en el caso de secundaria, el resultado es 34%-23% y entre quienes tienen primara o menos es 43%-26%. Es decir, mientras más sea el nivel de educación formal, más probable es encontrar a personas que votarán por AMLO; mientras menor sea la escolaridad, más se reduce la desventaja de Ricardo Anaya. Si bien los estudios formales no son un criterio único, necesario o infalible para determinar qué cuenta como capacidades cognitivas o como ignorancia, me parece que éstos sí son suficientes para afirmar que algo no cuadra con el diagnóstico que sugiere que el voto por AMLO está vinculado con la falta de conocimientos o de desarrollo de las capacidades de pensamiento.
Hay, desde luego, más de tres formas de minimizar o rechazar la ventaja de AMLO en las encuestas. Aquí sólo hemos revisado tres, (1)-(3). Sin embargo, me parece que, en cualquier caso, todas implican desviar la atención de lo realmente importante; cualquiera que sea la forma de rechazo que se elija, lo que no se está sabiendo o queriendo reconocer es que el creciente arrastre de AMLO es un reflejo de la del hartazgo de la mayoría de mexicanos que, cansados, desesperados o asustados de su presente, ponen su confianza en el único individuo que represente algo mínimamente distinto. El neoliberalismo, la guerra contra las drogas, la desigualdad y las políticas elitistas que benefician a muy pocos no han pasado desapercibidas para quienes llevan décadas escuchando discursos donde se explica cómo estas políticas eventualmente terminarán beneficiándoles mientras ven su calidad de vida deteriorarse sustancialmente. Muchos de quienes votarán por AMLO lo harán porque creen que una realidad radicalmente distinta es necesaria, urgente y posible.
La necesidad de cambio es tal que, guste o no, lo merezca o no, AMLO podría terminar recibiendo un porcentaje mayor de votos que el obtenido por Vicente Fox, quien en su momento el representante de la posibilidad de un cambio de régimen. Fox ganó las elecciones presidenciales del año 2000 con 42.56% de los votos, por lo que es muy representativo de las circunstancias presentes que AMLO pueda ser votado por más de la mitad de los votantes mexicanos; es decir, que pueda ser el primer presidente, al menos desde que contamos con un instituto electoral autónomo, en recibir más del 50% de los votos (Felipe Calderón obtuvo 35.91% y Enrique Peña Nieto 38.20%).
Desde luego, para aquellos con la suerte de no ver o de no vivir una realidad podrida siempre será tentador creer que semejante ímpetu de transformación no tiene sentido. Finalmente, es más cómodo y fácil pensar que las encuestas se equivocan; que en cualquier momento AMLO puede ser alcanzado gracias a una propuesta o una descalificación maestra de alguno de rivales; que hay que tener paciencia y que es mejor no arriesgar; que sólo los ignorantes o las víctimas del populismo pueden apostar por un proyecto que promete replantear el modelo que nos ha dado el país que hoy vivimos.
[1] https://gruporeforma.reforma.com/interactivo/encuestas/enc_18abr2018/?md5=1b670b36e15d45d4bf6466897f68c0c7
[2] http://www.sinembargo.mx/18-04-2018/3408946
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