Sergio Saldaña Zorrilla
20/02/2018 - 12:04 am
Economía vs ideología
Cuando la economía de un país es dejada en manos de ideólogos, la política económica conduce al país como un caballo desbocado que jalonea una diligencia.
La política económica debe mantenerse lejos de ideologías. En 2009 coincidí con diversos ministros latinoamericanos en una reunión del Sistema Económico Latinoamericano (SELA) en Caracas[1]. Participé en esa reunión en representación de la Comisión Económica de América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL)[2], en donde fungía como Oficial de Asuntos Económicos. Durante la cena del último día sostuve una interesante discusión con un ministro de Paraguay. Él afirmaba que la política económica venezolana era un modelo a seguir por toda la región latinoamericana. La base de mi discrepancia con él radicaba en lo que yo consideraba –y considero aún- el irresponsable manejo de las finanzas públicas venezolanas y la arriesgada sobrevaluación del Bolívar que desde aquel entonces ya había abierto una enorme brecha entre el tipo de cambio oficial y el real en ese país. Le expliqué que ello conduciría inequívocamente a un creciente déficit de la balanza comercial, a una espiral inflacionaria, a una caída del nivel de actividad económica y a un creciente déficit fiscal que tarde o temprano sería inmanejable.
“En contraparte, el ministro paraguayo defendía el modelo económico venezolano diciendo que no importaban los desequilibrios externos, que ya se irían corrigiendo, que todo se debía a que Venezuela estaba pasando por una transición del capitalismo al socialismo y que muy pronto todo iba a mejorar; lo decía un ministro del gabinete del ex presidente paraguayo Fernando Lugo; Ministro que en realidad era más un ideólogo sesgado que un hombre de Estado.[3] El tiempo me ha dado la razón: en 2017 Venezuela tuvo un déficit de balanza comercial de 36 mil millones de dólares, una inflación de 1,123 por ciento, una tasa de crecimiento económico negativa (-13 por ciento) y un déficit público equivalente al 20 por ciento del PIB.[4]
Los errores económicos de la Venezuela de los últimos quince años se deben principalmente a que han querido reemplazar la teoría económica por la ideología y han puesto al frente de sus instituciones económicas a más ideólogos que a economistas. El hecho de que Venezuela haya tenido 10 ministros de hacienda en los últimos 10 años es tan sólo un indicador de lo anterior.
En el año en que sostuve la mencionada discusión, el ministro venezolano de hacienda era Alí Rodríguez, abogado y antiguo líder guerrillero comunista. A todas luces, su perfil no era el adecuado para conducir la política económica de país alguno (quizás su ideología habría sido más útil en el parlamento o en el ministerio del exterior).
Venezuela sí tiene adversarios extranjeros de alto calado, pero sus adversarios más dañinos han sido las erróneas designaciones de gabinete de sus últimos dos gobiernos. Se habla mucho del bloqueo de EU a ese país; claro que existe ese bloqueo y debemos condenarlo todos. Sin embargo, quizás los gabinetes erróneos de Venezuela bloquean más a este país que cualquier bloqueo externo.
Aclaro que con lo que acá escribo no quiero emitir un juicio conclusivo sobre el socialismo –pues abordarlo consumiría un libro entero. Tampoco pretendo intervenir en los asuntos internos de un país hermano –y mucho menos lo haría en este momento en que Washington lo tiene en la mira. Pero sí quiero señalar que este país necesita replantear urgentemente su conducción económica.
Si por algo han fallado todos los intentos de crear un sistema económico distinto del capitalismo es por la incapacidad de los economistas de crear un vector de precios regulados que funcione. Esa fue la principal razón del colapso de la economía de la antigua Unión Soviética. En tanto no dispongamos de un vector eficiente de precios controlados, no debemos realizar experimentos de planificación totalitaria en economía alguna del planeta.
Cuando la economía de un país es dejada en manos de ideólogos, la política económica conduce al país como un caballo desbocado que jalonea una diligencia. Esto no es una crítica exclusiva al socialismo, pues lo mismo aplica para los ideólogos del libre mercado, pues en la práctica ni todas las actividades económicas pueden alcanzar la competencia perfecta, ni el sector privado es capaz de producir todos los bienes y servicios que una economía requiere, por lo que dejar la economía en manos de un ideólogo de libre mercado es tan peligroso como dejarla en manos de un ideólogo socialista.[5]
Cuando pensemos en economías socialistas no debemos pensar en la República Popular China, Cuba o Corea del Norte –y menos en Venezuela. Esas no son economías socialistas: esas son tan sólo economías altamente intervenidas por el Estado. Cuando pensemos en economías socialistas pensémoslas más bien como un concepto; concepto que en la práctica ningún país ha logrado implementar del todo. Si acaso quienes estén más cerca sean economías como las de Suecia, Finlandia, Austria o Dinamarca. Estos países han construido lo más parecido a una economía socialista, pues son economías industrializadas, diversificadas, con altísimos niveles de productividad y con elevadas tasas de ganancias privadas impecablemente redistribuidas en forma de bienes públicos de alta calidad. A eso tenemos que aspirar.
En América Latina sí tenemos referentes de buena conducción económica y social, como es el caso de Chile, que tiene el ingreso per cápita más alto de la región y están prácticamente desapareciendo la pobreza. Algo similar sucede en Bolivia, donde la tasa de crecimiento económico es alta a la vez que el mejoramiento en la redistribución del ingreso es constante.
Aún con sus defectos, sí podemos decir que Chile y Bolivia han construido por sí mismos sus propias rutas exitosas al desarrollo durante las últimas dos décadas: el primero con un modelo económico neoclásico con progreso social[6], mientras que Bolivia lo ha logrado con un modelo económico social comunitario. En cada caso, se trata de modelos que responden a sus particularidades socioeconómicas propias. En común tienen ambos países que están siendo gobernados por administraciones con niveles relativamente bajos de corrupción, por gabinetes cada vez más profesionales y por gobiernos que han sabido hacer a un lado los elementos utópicos de sus ideologías para no distorsionar su política económica. Es por ahí.
[1] Véase el informe final de la reunión: http://www.sela.org/media/265962/t023600003814-0-informe_final_-_dispositivos_de_atencion_a_desastres_-_region_andina_y_cono_sur.pdf
[2] http://www.sela.org/media/266619/t023600003687-0-evaluacion_de_desastres_-_herramientas_de_la_cepal.pdf
[3] Existe una solidaridad de la izquierda latinoamericana que muchas veces lleva a unos a justificar los errores de otros, pero no es sana. No podemos perder la crítica jamás, aun cuando simpaticemos con alguien. A la larga, se ayuda más con la Verdad.
[4] The Economist (2018). Economic and financial indicators, datos consultados el 19 de febrero de 2018.
[5] Con esto no quiero decir que estemos ante el fin de las ideologías, como plantea Daniel Bell. Tampoco quiero dar a las ideologías una connotación negativa. De hecho, necesitamos de las ideologías para definir un rumbo como país. Yo solamente sostengo que debemos construir una ideología e implementarla en la medida justa de las capacidades de la sociedad y de su tiempo. No se trata de la supresión de la utopía. La utopía es nuestro motor al futuro. De las ideologías sólo debemos implementar lo posible y reservar lo utópico para el momento adecuado.
[6] En buena medida gracias a la implementación de sólidos mecanismos de mercado implementados desde el pinochetismo, combinados con una agresiva política social redistributiva emanada de los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, que agrupa a buena parte de la izquierda chilena.
@SergioSaldanaZ
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