Su casa milanesa se halla frente al castillo Sforzesco, cerca del Duomo, y está literalmente envuelta en libros, con más de 35 mil volúmenes ordenados por temas a lo largo de los pasillos, repleta también de obras de arte. En ella, Eco, que había dejado hace años de fumar y de beber su amado “whisky”, parecía bastante más delgado.
Madrid, 20 feb (EFE).- Fue el pasado marzo cuando Umberto Eco, Il Professore, presentó su último libro, Número cero, una reflexión y una crítica contra el periodismo, internet, la mentira y la corrupción, y lo hizo en su casa de Milán, en la que fue recibiendo a los periodistas uno por uno con su discurso torrencial.
“Todos los periodistas están viniendo aquí, pero siento mucho no haber podido ir a España, porque es un país que me gusta mucho. Barcelona es una de las ciudades donde me gustaría vivir, pocas me gustan para eso, solo tres o cuatro, como París o Amsterdam”, dijo a Efe Eco, el gran humanista y escritor, el semiólogo y uno de los intelectuales europeos de máxima referencia.
Su casa milanesa se halla frente al castillo Sforzesco, cerca del Duomo, y está literalmente envuelta en libros, con más de 35 mil volúmenes ordenados por temas a lo largo de los pasillos, repleta también de obras de arte. En ella, Eco, que había dejado hace años de fumar y de beber su amado “whisky”, parecía bastante más delgado.
Con una especie de cigarro de mentira en la mano y con ganas de hablar, este autor oceánico, creador de El nombre de la rosa, decía que había escrito esta parodia sobre estos tiempos convulsos, porque, en su opinión, esa era la función de un intelectual, su “función crítica”.
“Esa es mi manera de contribuir a clarificar algunas cosas. El intelectual no puede hacer nada más, no puede hacer la revolución. Las revoluciones hechas por intelectuales son siempre muy peligrosas”, advertía.
Eco, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2000), fue autor de novelas tan simbólicas, además de El hombre de la rosa (1982), como El péndulo de Foucault (1988), El cementerio de Praga (2010) o los ensayos El problema estético (1956), El signo (1973) y Tratado de la semiótica general (1975).
Sin olvidar el paradigmático Apocalípticos e integrados (1964), que se estudió durante años en las facultades y donde el autor hablaba de un tema eterno y constante en él, el binomio entre la cultura popular y la alta cultura.
En aquel libro, el escritor piamontés trataba sobre la influencia de los medios de comunicación y la cultura de los cómics o las canciones populares.
Y es que Il Professore conocía bien el periodismo y los “mass media”. En los años 60 comenzó a escribir artículos y ensayos en los periódicos en los que ya hablaba de la cultura de masas o el arte contemporáneo.
Se sentía parte del oficio, decía, y escribió desde dentro su último libro, Número cero (Lumen), un relato satírico donde sacaba a la luz “la máquina del fango” de periodistas y políticos corruptos.
Un relato que comienza en 1992 cuando un empresario italiano (que hace pensar en Berlusconi) crea un periódico cuya única intención no es informar sino ser una máquina de poder para crear presión, desacreditar a políticos y rivales, crear informes, dosieres, noticias falsas y complots.
“Desde hace más de diez años tenía esta novela en mi cabeza. Siempre he querido hablar de los problemas del periodismo, y ahora también de internet, donde se puede mentir mucho. Yo he utilizado internet para esta novela, donde me he informado, por ejemplo, de la autopsia que se le hizo a Mussolini”, añadía.
“Pero internet es como el automóvil: uno no se puede pasar la vida en internet como no se puede pasar la vida en un automóvil”, advertía, con humor, un Eco torrencial en su discurso y muy pesimista por ese uso “indiscriminado” de la red, donde en muchos caos falta contrastar la veracidad, decía