Maruan Soto Antaki
20/02/2015 - 12:03 am
La virtud de disentir
—Nadie entra a una discusión si no es para ganarla. —Decía alguien esta semana, mientras me comía una pasta con almejas que recordaban, perturbadoramente, mi incapacidad para callar. —Yo no. —Contesté a mi interlocutor, que me miró sorprendido a través de su boloñesa. —En una buena discusión las dos partes terminan con dudas, no me […]
—Nadie entra a una discusión si no es para ganarla. —Decía alguien esta semana, mientras me comía una pasta con almejas que recordaban, perturbadoramente, mi incapacidad para callar. —Yo no. —Contesté a mi interlocutor, que me miró sorprendido a través de su boloñesa. —En una buena discusión las dos partes terminan con dudas, no me interesa el triunfo pendenciero. Será esa una de las razones por las que nunca me acerqué a la política que, al menos en nuestro país, se ha hecho de quienes buscan afirmarse sobre todas las cosas y por eso —entre otras muchas fallas—, no han entendido de qué demonios va la democracia.
Pero yo y mi compañero de pastas hablábamos de qué es la literatura, ¿por qué no todos los libros entran en ella y por qué esos son los más?, ¿qué es un autor literario?, ¿qué se espera del lector?, ¿qué es un buen lector?
—¿Hay autores? —Sí, tantos buenos como malos.
—¿Cómo funciona el mercado literario? —Como los otros, pero es distinto.
—¿Hay suficientes librerías? —Más de las que se cuentan.
—Sirven de algo las ferias del libro. —A mí me han funcionado.
—¿Qué pasa con el libro digital? —Yo compro los dos, ese y el físico, y desprecio la idea de autopublicar.
—¿Los libros son caros? —No, pero cuestan más de lo que muchos pueden pagar.
—¿De qué vive un autor? —Pedí una ginebra y destripé una almeja.
—¿Debe el Estado subvencionar autores? —No estoy tan seguro, menos como lo hace hoy.
—Becas, listas y premios. —Se exigen y condenan. Dan para ambos lados, discutamos.
—¿Un escritor tiene la obligación de opinar sobre lo qué ocurre en el país? —No, un autor no es necesariamente un intelectual. Ay, cómo pervertimos eso en México.
Entonces recordé a Orwell. “Un intelectual literario moderno vive y escribe en un constante temor (no, por cierto, de la opinión pública en el sentido amplio de la palabra, sino de la opinión pública de su propio grupo).” Escribió el inglés en 1948, de los autores que cuidaban sus comentarios sobre cultura, sobre las subvenciones estatales, sobre política. El desacuerdo pasó de virtud a asunto de cuidado.
Venga, era la Inglaterra de la posguerra pero con el mismo pretexto escribo sobre México, donde tampoco hemos sabido aprovechar los desencuentros. Hemos confundido la confrontación, la que vale la pena, con sacar el pecho y golpearse cual gorila enojado. Ya lo he dicho antes, preferimos conversar con quienes coincidimos y hacemos a un lado el que con opuestos, descubriremos un mejor espacio de análisis. Que todos piensen igual no es cosa de aplauso, es fácil y esto no es ningún halago. Disentir cuando hay cabeza de por medio, es un placer como pocos.
De cada cosa de la vida se discute montones, a veces con arrebato, otras, con el temor que mencionaba Orwell. Pero el nuestro es el país del blanco y negro, cuando no se insulta a la mala y se entra al juego de la humillación, es la tierra de lo políticamente correcto donde lo importante es no ofender a nadie. Aquí faltan debates honestos que busquen ser inteligentes, y el literario, es un buen ejercicio para tocar el resto de los temas cotidianos.
Varios autores llevamos más o menos tiempo hablando de esto y afortunadamente no siempre coincidimos. Buscando llevar esta discusión a lo público, Daniela Tarazona, Eduardo Rabasa, Emiliano Monge, L.M. Oliveira, Jorge Alberto Gudiño y yo, nos reuniremos el sábado 28 de febrero a la una de la tarde en un salón que pinta espléndido, el de la Academia de Ingeniería, dentro de la Feria del libro de Minería (en realidad tiene un nombre más elegante).
Éste será el primero de otros encuentros a los que se irán sumando autores que ahora no podrán acompañarnos, como Daniel Krauze, que ha formado parte de la idea desde un inicio y Adrián Curiel, quien se incorporará en la Feria del libro de Yucatán. También espero —no sé los demás— que lo hagan editores, periodistas, etcétera. No nos reuniremos para llegar a un acuerdo, sino para confrontar puntos de vista y resolver preguntas con más preguntas, que al final, en parte de eso se trata la literatura.
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