La especialista Ginzy Calderón explica que cuando las personas actúan en contra de la vida del animal, ya se trata de un trastorno de conducta que la mayoría de las veces viene acompañado de una personalidad antisocial, a la que puede preceder una infancia con mucha violencia intrafamiliar.
Por Ollin Velasco
Ciudad de México, 20 de enero (Vice Media/SinEmbargo).- La violencia extrema infligida por seres humanos es irracional. Lo que pasó con el video que se viralizó hace unos días en redes sociales, en donde se ve cómo un hombre acuchilla y mata a un perro en Piedras Negras, Coahuila, es prueba clara de ello.
Quienes reprodujeron la escena se indignaron por la frialdad y determinación con que el sujeto —inicialmente identificado como un trabajador de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), quien luego salió a dar declaraciones afirmando que no se trata de él— le entierra una navaja a un perro que se le acerca confiadamente.
Sea cual sea la identidad, su conducta nos resultó incomprensible. Hablamos con especialistas para que nos ayudaran a comprender qué debe haber en la conformación psíquica de alguien para ser capaz de cometer algo así.
Eva Rivera es psicóloga clínica, especializada en atención a adultos y grupos, y parte del hecho de que lo que somos de grandes es un reflejo de lo vivido en la infancia. Ella trabajó durante un tiempo con pacientes del Reclusorio Norte, y asegura que con estas personas generadoras de violencia pasa algo similar que con las que atentan con animales: suelen presentar con mucha frecuencia problemas para relacionarse, pues crecen con apegos inseguros que se fincan en relaciones deficientes con sus padres o con quienes los cuidan.
“Considero que ellos crecen con una semilla interna distorsionada, que va haciéndose más grande con el paso del tiempo. Como provienen de ambientes violentos, hacen de ella un mecanismo de supervivencia y normalizan abusos de todo tipo”, asegura Rivera.
Según dice, van por la vida con una autoestima frágil y cuando sus mayores no les delinean límites, la situación puede ponerse peor.
Al respecto, Aurelio Ramírez Gutiérrez, quien a su vez tiene una maestría en psicología clínica con enfoque cognitivo conductual, señaló que la predisposición a convertirse en maltratador de animales puede tener también una explicación en niños que fueron abusados y que, cuando llegan a la pubertad, agreden a todo lo que les represente un ambiente de inseguridad, sobre el que no tienen control.
“También le ocurre a pequeños abandonados. Ellos pueden actuar por soledad o por aburrimiento. Al no contar con la supervisión continua de un adulto, se aburren y enfocan en el animal que tengan más al alcance”, dice el experto.
Y hace un apunte adicional importante: el acostumbramiento a la violencia en contra de animales también es cultural y, en algunos casos, hasta visto como un deporte. ¿Por qué, se pregunta, nos resulta admisible la existencia de la tauromaquia, de las peleas de gallos o de perros?
Ginzy Calderón, quien se especializa en constelaciones familiares, agrega que en estos casos puede diagnosticarse el tipo de problema que se tiene enfrente sólo con observar la violencia evidenciada.
Cuando actúan en contra de la vida del animal, asegura, ya se trata de un trastorno de conducta que la mayoría de las veces viene acompañado de una personalidad antisocial, a la que puede preceder una infancia con mucha violencia intrafamiliar.
“Hay gente que sí disfruta el dolor. Y eso ya está relacionado con la psicopatía. Ellos no sólo están fuera de empatía hacia a la vida, sino que no están en la vida. Estas personas están tan enojadas con todo, que muchas de sus acciones van enfocadas a la muerte.
“Hacer lo que este hombre hizo en contra del perrito habla mucho de su percepción del control, de sentirse superior porque lo que en realidad debe sentir es una inferioridad impresionante, que desquitó contra un ser que no podía defenderse”, puntualiza.
Lo último que se sabe del caso es que las autoridades de Piedras Negras, Coahuila, giraron un boletín informativo en el que aseguran que se buscará hacer justicia por lo ocurrido. El alcalde Claudio Bres Garza ya presentó ante el ministerio público del fuero común una denuncia formal para que se actúe contra quien resulte responsable.
En el capítulo del código penal del estado en el que se sientan las bases sobre delitos contra la vida, integridad y dignidad de los animales, se especifica que lo que le podría esperar al hombre que mató al perrito es una pena de entre seis meses y cuatro años de cárcel. El mismo texto señala que, en caso de que lo ocurrido pusiera en peligro la vida del animal, la pena se aumentará en una mitad al monto de tiempo señalado; es decir, el máximo sería de seis años.
La búsqueda del responsable sigue en curso. Y sea que den con él o no, Eva Rivera deja sobre la mesa de discusión un punto relevante : “por el tipo de personalidad que demuestran estas personas, si no se les asigna una sanción adecuada, seguro seguirán haciendo lo mismo. Y cada vez de peor forma.”