En los últimos cuarenta años se ha dado un paso de gigante en pos de obtener la equidad de género. Si bien todos los días presenciamos situaciones que ponen en evidencia la desigualdad y la discriminación imperantes, lo cierto es que si echamos la vista atrás y adoptamos una visión de largo plazo, los avances son impresionantes.
El principal factor para facilitar una mayor igualdad entre hombres y mujeres –sobre todo en el plano laboral, pero también en el familiar y prácticamente en cualquier otro— tiene que ver con la educación. Y aquí es donde encontramos la gran noticia.
Según el Atlas mundial de la igualdad de género en la educación, publicado por la UNESCO, la organización de Naciones Unidas especializada en educación, ciencia y cultura, el salto cuantitativo y cualitativo en la educación de las mujeres en el mundo es espectacular.
En las últimas cuatro décadas se pasó de 32 a 165 millones de estudiantes matriculados en la universidad en todo el mundo. Es decir, un brinco de más de 500 por ciento. Sin embargo, “las principales beneficiarias de esta formidable evolución han sido las mujeres: el número de féminas matriculadas en centros de estudios superiores ha aumentado casi dos veces más rápidamente que el de varones. La tasa de matriculación masculina pasó del 11% al 26%, lo que supone un incremento cercano al 230%. Durante el mismo periodo la tasa femenina pasó del 8% al 28%, es decir, se triplicó con creces”, sostiene dicho informe.
Más aún, en la actualidad las mujeres obtienen el mismo número de títulos de nivel licenciatura que los hombres –algo inconcebible para la generación anterior, la de las madres de las actuales universitarias—. Pero si hablamos de maestrías, el 56 por ciento de los títulos son obtenidos por mujeres.
Así pues, durante los últimos cuarenta años, la presencia de las mujeres en los estudios universitarios ha venido creciendo a una velocidad que duplica la de los hombres. No obstante, la presencia cada vez más numerosa de mujeres con título universitario, no se ha traducido por completo en un mayor acceso (y con mejores condiciones) al mercado de trabajo.
Es decir, falta que esos elevados niveles educativos se conviertan en una mejora de sus oportunidades profesionales. Sobre todo ahora que en cada vez en más lugares se discute que la gran fuente de crecimiento económico va a venir de una mayor incorporación de personas al mercado de trabajo, principalmente de mujeres.
Todavía queda mucho camino por recorrer, pero en los últimos años hemos vivido una revolución silenciosa, aquella que tiene que ver con el ascenso educativo de las mujeres, que las está colocando en igualdad de condiciones para competir en el mercado laboral.
Es cuestión de tiempo. No me cabe la menor duda de ello. Es algo que veremos más temprano que tarde.
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