Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM mantienen desde el 4 de noviembre un paro de labores para exigir atención y prevención de los casos de violencia de género, también buscan que la universidad sea para ellas y las próximas alumnas tengan un espacio seguro.
Las mujeres piden a las autoridades el respeto a sus formas de organización y dicen que no desistirán en sus protestas hasta que sus exigencias sean cumplidas.
Ciudad de México, 19 de diciembre (SinEmbargo).– “Juntas resistimos” y “la dignidad no tiene miedo” son algunas de las frases que se leen en las paredes de la de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las escribieron las estudiantes que hoy cumplen 46 días en paro. El periodo vacacional inició la semana pasada, pero para ellas son solo fechas, pues aseguran que no desistirán en su protesta hasta que las autoridades universitarias cumplan sus exigencias y garanticen espacios educativos libres de violencia de género.
Las jóvenes integradas en el colectivo Mujeres Organizadas de la FFyL se ven cansadas, reconocen que no ha sido sencillo dormir en el piso, resistir el frío y las constantes amenazas de personas que se acercan a la Facultad, así como las que reciben en redes sociales, pero defienden firmes la intención de no entregar las instalaciones de Ciudad Universitaria hasta que todas sus demandas sean cumplidas. La semana pasada la UNAM convocó a las estudiantes a dos reuniones para escuchar sus propuestas, a la primera -el 11 de diciembre- acudieron para leer su pliego petitorio y a la segunda -el día 13- decidieron no ir, aseguran que la única intención de las autoridades universitarias ha sido buscar que la facultad sea liberada y no resolver acciones concretas para, por ejemplo, atender y reabrir los casos de violencia sexual.
“Sus intenciones de diálogo son muy contrarias a las nuestras, ellos [las autoridades] no quieren llegar a acuerdos, sólo quieren las aulas y lo reiteran en todos sus comunicados. Para ellos el fin es reanudar las actividades académicas, no es que nuestras vidas dentro de la escuela sean dignas, que no tengamos que convivir con nuestros agresores. Su objetivo es poder regresar a la normalidad y a la comodidad que tanto les gustaba”, critica Ana, una estudiante que por motivos de seguridad prefirió cambiar su nombre.
Otro factor que las motivó a no asistir a las reuniones es que las autoridades han incumplido las promesas que hicieron. A la primera reunión les aseguraron que asistiría el Secretario General de la universidad y la Abogada General, pero solo asistieron autoridades de FFyL, por lo que decidieron leer sus demandas y retirarse.
Para el segundo encuentro, la Oficina de la Rectoría no transparentó quienes asistirían ni la orden del día. “No nos toman en serio y piensan que no sabemos lo que estamos haciendo, pero nosotras somos conscientes de que nuestras demandas son totalmente loables”, asegura.
Las jóvenes tomaron las instalaciones del plantel para exigir que las denuncias de acoso que decenas de mujeres de la FFyL han hecho en los últimos años se investiguen y se reabran las que tuvieron resultados poco favorecedores, como la suspensión de días de profesores señalados por agresiones sexuales en lugar de su expulsión.
También piden destituir al Secretario General de la Facultad, Ricardo Alberto García Arteaga Aguilar, quien fue denunciado en redes sociales por acoso sexual, y al Abogado Jesús E. Juárez, por obstaculizar las quejas de las denunciantes al no remitirlas al Tribunal Universitario, el órgano autónomo que sanciona las violaciones a la legislación universitaria.
Además, las mujeres organizadas buscan modificar los artículos 95, 98 y 99 del Estatuto General Universitario, para que la violencia de género se considere una falta grave. Otras de sus demandas son transparencia de los registros de violencia de género en la universidad; la creación de una comisión tripartita conformada por alumnas, académicas y trabajadoras encargada de supervisar a laUnidad para la Atención y Seguimiento de Denuncias; capacitación y sensibilización obligatoria sobre violencia de género para la comunidad universitaria e incorporar esta perspectiva a los plantes de estudio, así como una disculpa pública a la familia de Mariela Vanessa Díaz Valverde, estudiante que desapareció al salir de su casa en Iztapalapa en 2018, pues consideran que la actitud de la universidad ha sido omisa.
Las estudiantes resaltan que no son las únicas que exigen atención a la violencia de género y que así como las autoridades universitarias buscan hablar con ellas, deben hacer lo mismo con los colectivos de mujeres de otros planteles que mantienen denuncias similares. “Es triste notar que muchas nos duele lo mismo, pero así como vimos que otras levantaron la voz, también nos animamos nosotras”, opina Ana, quien cuenta emocionada cómo poco a poco la organización la replican otras mujeres de la comunidad universitaria como maestras y trabajadoras administrativas.
Hasta el 6 de diciembre, una semana antes de iniciar las vacaciones administrativas de la UNAM, los paros de labores encabezados por mujeres continuaban la FFyL así como en los planteles 7, 8 y 9 de la Escuela Nacional Preparatoria. Mientras que desde el 19 de noviembre hasta la semana pasada las estudiantes de la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Morelia mantuvieron un paro.
La semana pasada el Presidente del Tribunal Universitario, Eduardo López Betancourt, dijo a esta redacción que el Rector de la Universidad, Enrique Graue Wiechers, le externó su interés por conservar personalmente con las universitarias, mostrarles la propuesta en la que trabajan para reformar, entre otras cosas, el Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género.
Ante esta propuesta las estudiantes tienen muy clara su respuesta. “Aunque Graue se venga a parar aquí, si las autoridades no tienen un trabajo hecho que garantice que todas nuestras demandas fueron cumplidas la toma no se levantará”, afirma Pamela, quien prefirió que su nombre fuera cambiado.
“PARA NOSOTRAS Y PARA LAS QUE VIENEN”
Miriam, una de las estudiantes cuyo nombre también fue cambiado por motivos de seguridad, platica mientras recorre los pasillos de la Facultad los obstáculos que ella y otras de sus compañeras han enfrentado por continuar con la toma de las instalaciones, reconoce que la fractura principal la viven con sus familias, que muchas veces cuestionan su activismo.
“Ha sido muy difícil, pero lo hemos podido soportar porque estamos juntas, porque nos queremos mucho y sabemos que lo haríamos todo por la otra”, coincide Pamela. Miriam asegura que tienen claro lo que buscan, “una vida digna en la universidad, sin violencia, para nosotras y las estudiantes que vienen. No queremos irnos de la escuela sin saber que hicimos algo para cambiar las cosas y para que las chicas que se van a quedar tengan a donde recurrir si les pasa algo, que no sientan miedo”.
Para ellas, el movimiento estudiantil que encabezan se diferencia de otros porque ahora se priorizan y luchan por problemas y violencias que las afectan todos los días, además aseguran que otros movimientos estudiantiles ignoraban sus demandas particulares.
“La diferencia radica en que nos estamos priorizando nosotras y que no nos hablan autores muertos alemanes, no nos hablan sus teorías, su orgullo universitario ni su ideología. A nosotras nos hablan nuestras muertas, nuestras desaparecidas. Lo que pedimos cambiar es lo que vivimos todos los días, desde donde hablamos es desde las violencias que nos atraviesan diariamente en esta Facultad y en todos los demás espacios. Este movimiento es diferente porque más allá de una autorización o estar leyendo a autores renombrados hablamos desde nuestros corazones, desde nuestras vivencias”, afirma Pamela.
Las paredes de los tres pisos de la Facultad de Filosofía han plasmado durante estas semanas el sentir de las estudiantes. Hay murales de mujeres abrazándose y defendiendo “juntas somos más fuertes”, “aborta tu orgullo universitario” y donde critican “UNAM feminicida”.
Los rostros de personas denunciadas en redes sociales por acoso sexual están pegadas en los muros. Ana, Pamela y Miriam cuentan cómo la toma de la facultad ha servido para motivar a más mujeres ha hablar. “Algunas compañeras se acercaron a contar su testimonio porque dicen que así no tienen miedo de encontrarse a sus agresores”, recuerda Pamela.
Los baños también los hicieron escenario de protesta. Miriam explica que las intervenciones en esos lugares son significativas toda vez que son espacios en donde varias han denunciado casos de acoso. Las paredes de los baños de hombres muestran listas con los nombres de señalados como agresores
Durante la toma las estudiantes apuestan por transgredir desde el autocuidado, por ello toman talleres solidarios que otras mujeres les dan sobre manejar crisis emocionales y clases de autodefensa. Los días se van entre pláticas para reforzar su organización y acuerdos para llevar sus conocimientos a otros espacios.
Ana dice sentirse motivada para seguir con la protesta porque estudiantes de la suya y otras facultades, profesoras y trabajadoras les han mostrado apoyo, por ejemplo al llevarles víveres o cobijas o acercándose a preguntar cómo están. Además, dice que no olvidan que el movimiento estudiantil de mujeres que se vive en la UNAM y otras universidades del país es resultado de años de lucha de otras estudiantes.
“Lo hicimos ahora por todo ese trabajo de base. Somos fruto de quienes nos dejaron esta facultad y nosotras vamos a ser las que le dejen la Facultad a las que vienen”, dice.
Para Pamela las protestas multitudinarias como el baile de Un violador en tu camino, y las distintas manifestaciones registradas en los últimos meses tiene que ver con el hartazgo generalizado de las mujeres
“No sé si es un auge, si ya estábamos así de organizadas pero no éramos virales, pero lo que sí sé es que estamos hartas, estamos juntas y podemos exigir porque ya no tenemos miedo”.