El mayor problema que enfrenta Enrique Peña Nieto es la sobrevaloración. Es probable que en su entorno lo hayan visto cerca de ser el mesías, muy en el tono de la admiración y sometimiento ante los hombres del poder. Es lo que se podemos llamar el síndrome de la hora: cuando los “poderosos” preguntan la hora, el sequito contesta “las que usted diga”. Es una metáfora que define a muchos empresarios, líderes, mandatarios y, en general, a los que viven en el mundo de la políticos.
Por lo que se ve, Peña Nieto vive en una burbuja de la cual está saliendo riesgosamente. Dicho de otro modo: podría estar empezando a desinflarse el globo. No es que EPN deba estar al tanto de todo; es obvio que muchas cosas se salen de la mente de manera involuntaria aunque se sepan. El gran asunto es que da la impresión que no tiene la más pálida idea de lo que le hablan, a lo que se suma la evidencia de su falta de tablas. No sabe qué hacer cuando le preguntan algo que no sabe o no recuerda. Se pone nervioso, se confunde en el uso del lenguaje, y en lugar de juguetear con la situación, abre la zanja de su incapacidad.
Está metido en un lío mayor porque cada vez que abre la boca, se le van encima y ni modo que se la viva de aquí a las elecciones de “pechito”; no le va alcanzar con ello. El lío se debe también a que el escarnio y la burla están a todo lo que dan, y también porque está en el centro de una muy justificada preocupación porque Peña Nieto quiere ni más ni menos que ser el Presidente del país. Con el perfil que está mostrando, la preocupación puede terminar por ser un juego de niños para lo que viene.
La polémica sobre los libros tiene muchas formas de verse. Por supuesto que el que no lea es un handicap serio. No leer y no recordar significa que en su formación escolar, olvídese de los últimos años de su vida profesional, no le apareció la lectura como un hábito ya de menos para pasar los exámenes finales en la Universidad Panamericana, la cual, por cierto, parece que no hizo en este renglón bien su chamba.
Se les está desinflando el globo y no parecen existir muchas alternativas. Si siguen en la idea de que el descarte, más que las presuntas virtudes de los otros candidatos, van a definir la elección, la apuesta es cara y de riesgo. López Obrador puede crecer en medio del vacío y puede pegar su confusa y mesiánica idea de la República Amorosa. Josefina Vázquez Mota o el “delfín” Ernesto Cordero (se ve cerca el final de Santiago Creel como precandidato) van a tener el apoyo irrestricto, contundente, y definitivo de Los Pinos como ya se puede ver. Todo los precandidatos y candidatos están cuestionados. Ni emocionan ni levantan pasiones. La bronca para Peña Nieto es que se ha puesto en la mira, a lo mejor al rato el turno será de los otros, pero por lo pronto, en el hoy, como diría otro “letrado”, es su momento.
El voto de definición no está sólo en donde se ha centrado la crítica, el escarnio y la burla. El asunto está en que el crecimiento de las redes sociales es exponencial y, a este paso, van a jugar un papel más importante. Peña Nieto tiene que cambiar de estrategia y asesores. Si no evita con inteligencia, sensibilidad y humor lo que le viene puede ser brutal. Hemos sido de la idea desde hace algunos meses de que las elecciones del año que viene van a ser muy peleadas; hoy ya parece ser que no hay duda.
Es cuestión de tiempo para que las encuestas vayan conformando el nuevo escenario y en una de esas nos encontramos con que las grandes ventajas se diluyen. Peña Nieto se ve sin chiste y más allá de que “doña tele” tarde que temprano trate de darle una “ayudada” ya trae el síndrome del globo, los cuales al paso de los días truenan, se desinflan o se hacen bofos.