Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la fatiga emocional a causa de la situación generada por el SARS-CoV-2 afecta a un número muy importante de la población.
Por Álvaro Piqueras
Ciudad de México, 19 de noviembre (AS).- La permanente preocupación por la salud, la paralización de la actividad económica, el confinamiento parcial o total de la población, la modificación de nuestros hábitos, el cambio en nuestras relaciones sociales o las continuas restricciones y medidas que se superponen han conformado una situación extraordinaria repleta de estímulos generadores de estrés.
Hartazgo, desasosiego, ansiedad, miedo y desconfianza son sólo algunos de los efectos de haber creído superada la situación desbordante provocada por la COVID-19 para poco tiempo después regresar a un escenario similar. Y sin habernos recuperado de una época angustiosa parece que estamos avocados a encadenarlas con la consiguiente fatiga pandémica.
Aunque, en el fondo, ya no batallamos contra una pandemia, nos enfrentamos en palabras de Richard Horton, médico y editor de The Lancet, a una sindemia, es decir, una tormenta perfecta en la que lo sanitario y lo social se entrelazan. Por ello, es necesario afrontar el desafío sin perder de vista todos los factores que intervienen en la ecuación.
SIETE ESTRATEGIAS INDIVIDUALES Y PSICOSOCIALES
En este sentido, Israel Rodríguez Giralt, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación e investigador principal del grupo Care and Preparedness in the Network Society (CareNet) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y José Ramón Ubieto, psicoanalista y profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, comparten una serie de estrategias individuales y psicosociales que, sumadas a las políticas sociales, pueden ayudar a combatir la fatiga emocional. Estas son las principales:
1. Afrontar el hecho de que la pandemia no es un paréntesis. “Nos estamos equivocando pensando constantemente en la pandemia como una emergencia, porque tiene temporalidades que van más allá de la emergencia: esta pandemia se parece mucho a un desastre lento”, explica Israel Rodríguez Giralt.
2. Recuperar el control. “La mayoría aplazamos algunos proyectos (estudios, viajes, encuentros, celebraciones, negocios...), pensando que más adelante volveríamos a pulsar la tecla y recuperaríamos el control. Lo cierto es que esa pantalla de la ‘pausa’ ya pasó y ahora se trata de recuperar el control con otras perspectivas, no de continuidad, sino de cierta ruptura con lo anterior. De ahí que resulte positivo aceptar que hay ya algo irrecuperable”, señala José Ramón Ubieto.
3. Centrarse en lo esencial. “En toda situación de incertidumbre, dar prioridad a lo esencial nos ayuda a mantener cierta estabilidad emocional. Por eso es buena idea mantener los vínculos, porque de los lazos obtenemos una orientación y un apoyo. En este sentido lo digital es una buena herramienta siempre que nos recuerde la presencia, que la evoque sin sustituirla. Y siempre que seamos capaces de prescindir de lo digital cuando llegue el momento”, asegura Ubieto.
4. Permitirse el tiempo improductivo. “Es clave incluir un tiempo para lo improductivo, o sea, el otium que no es negotium, con amigos, con la familia o en solitario. Hoy, el placer no sobra y el ocio alivia la presión de nuestro superyó, lo vuelve menos exigente y tiránico que la productividad”, comparte Ubieto.
5. Medidas orientadas a reducir el riesgo de exposición de determinadas personas y colectivos. “Es esencial prestar atención al colectivo de los llamados trabajadores esenciales, ya que gran parte de ellos están especialmente expuestos, además en trabajos de cuidados y servicios, pero no se pueden permitir las protecciones que sí tenemos por ejemplo quienes teletrabajamos”, explica Rodríguez Giralt.
6. Políticas de apoyo a las cuarentenas. “Cumplir estrictamente las cuarentenas no es una cuestión tanto de voluntad o compromiso como de posibilidad. Determinados colectivos con pocas posibilidades lo tienen realmente complicado, sin un apoyo económico y unas condiciones materiales para poder hacer una buena cuarentena”, comparte Rodríguez Giralt.
7. Mejora de la comunicación del riesgo. “Diversificar los mensajes que se hacen llegar a la ciudadanía y evitar una gestión muy centrada en el miedo y la obediencia. A largo plazo, se ha demostrado que no sólo es menos efectiva, sino que tiene unos costes emocionales y sociales importantes. No se ha prestado suficiente atención a lo que implica vivir con incertidumbre durante bastante tiempo, y ahí hay toda un área de trabajo que afrontar”, concluye Israel Rodríguez Giralt.