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Arnoldo Cuellar

19/11/2015 - 12:00 am

Miguel Márquez, el presidenciable oculto

Desde el centro del país, donde parecen repartirse los boletos de entrada a la sucesión presidencial, no lo están viendo. Sin embargo, en algunos círculos no se le descarta como un posible factor a tomar en cuenta en la carrera panista por la candidatura para el 2018. Se trata del Gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez […]

Desde el centro del país, donde parecen repartirse los boletos de entrada a la sucesión presidencial, no lo están viendo. Sin embargo, en algunos círculos no se le descarta como un posible factor a tomar en cuenta en la carrera panista por la candidatura para el 2018.

Se trata del Gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez Márquez, un político más esforzado que talentoso, con una carrera de resistencia que empezó en las juventudes panistas y en los recovecos yunquistas, para hacer todo el trayecto desde una diputación local, la alcaldía de su pueblo (Purísima del Rincón), cargos menores y mayores en dos gabinetes estatales y la secretaría general de su partido, antes de alcanzar una candidatura a gobernador que pareció llegada de la mano del escalafón.

En realidad, Miguel Márquez arribó a la candidatura empujado por otra mano, la de Juan Manuel Oliva, un exitoso operador electoral que arrebató a los mandarines empresariales del PAN el control político del partido y tomó por asalto la candidatura a Gobernador en 2006, rebelándose incluso contra el mismísimo Vicente Fox, a la sazón Presidente de la República.

Oliva y su círculo cercano consideraban que la candidatura y la posterior gubernatura de Márquez les permitiría seguir manejando los hilos de la política estatal. Como lo muestra la historia consistentemente, esos experimentos nunca acaban bien. Márquez arrinconó a Oliva impulsado por la ola de desprestigio del propio exmandatario y los escándalos reales y fabricados del fin de su administración.

Y como en política tampoco nadie sabe para quién trabaja, han sido las arriesgadas apuestas de Juan Manuel Oliva en materia de megasubsidios a la atracción de empresas de capital internacional, lo que ha redundado en el boom industrial, particularmente automotriz, que hoy tiene a Guanajuato creciendo a un ritmo superior dos veces o más al del país en su conjunto.

Miguel Márquez gobierna un estado con crecimiento económico, con prestigio global, y con una importante detonación de su infraestructura y sus servicios. No es jauja porque persiste una tasa de desempleo superior a la nacional, los índices delictivos van al alza y la aplicación del estado de derecho aún es laxa.

Sin embargo, como tampoco tiene oposición interna, pues los partidos políticos se han venido desdibujando a grado tal que el más radical no es el PRI o el PRD, ambos cooptados, sino el PVEM, el mandatario guanajuatense puede navegar con tranquilidad en su política local.

Con este panorama: lucidoras cifras económicas en la superficie y control político total, Márquez no es descartado, curiosamente, por círculos priistas de la capital del país como un prospecto deseable para contender por el PAN, alguien a quien les gustaría tener enfrente, un adversario leal, caballeroso y sin ambición de poder genuina.

Esa preferencia se refleja en el buen trato presupuestal de la Federación a Guanajuato; en una relación tersa entre el mandatario local y el presidente de la República; y un abandono total del PRI en la entidad, desgarrado entre pleitos insulsos, vanidades personales y pequeñas ambiciones.

En el PAN hacen como que no ven a Márquez como prospecto, pero lo temen. En primer lugar, parece más presentable que Rafael Moreno Valle o el casi extinto Gustavo Madero. En segundo, conserva sus nexos con la extrema derecha dentro del partido, que por un momento controló Madero pero que hoy parece a la deriva.

Lo tienen tan en cuenta que han empezado a bloquearlo: no obstante ser Guanajuato el estado que más diputados aportó a la actual representación panista en San Lázaro, no posee una sola presidencia de Comisión, muchas de ellas en manos de poblanos.

El mismo Miguel Márquez empieza a darse cuenta del juego de fuerzas hacia 2018 y de sus propias posibilidades, algo que hasta ahora no le había preocupado. Ya se le ve rodeado de asesores provenientes de prestigiadas firmas de imagen y relaciones públicas; viaja más a la ciudad de México y próximamente lo hará a las concentraciones de migrantes en  los Estados Unidos.

Sin embargo, para poder hacer crecer el sueño, el mandatario guanajuatense tiene dos importantes asignaturas que no puede obviar: la primera es la de recomponer su gabinete plagado de mediocridad y de vinculaciones personales con el mandatario, pues esa mezcla podría ser fatal si Márquez descuida el día a día para incursionar en una abierta precampaña; la segunda es la de encaminar su propia sucesión pues cualquier complicación podría ser fatal para la seriedad de sus aspiraciones.

Nadie dice que Miguel Márquez tenga serias posibilidades de éxito en la carrera presidencial, pero el solo hecho de intentarlo de forma comprometida le otorgaría la posibilidad de ampliar su margen de maniobra político en el fin de su administración y darle sobrevivencia después del 2018.

Si lo entiende así, puede tener un papel importante en el reparto de la próxima sucesión, quizá no el protagónico, pero si un secundario vital para el desenlace de la trama.

Arnoldo Cuellar
Periodista, analista político. Reportero y columnista en medios escritos y electrónicos en Guanajuato y León desde 1981. Autor del blog Guanajuato Escenarios Políticos (arnoldocuellar.com).

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