Ciudad de México, 19 de noviembre (SinEmbargo).- “Fracking” es una palabra poco conocida hasta ahora para los mexicanos. Pero para ciudadanos de 17 países resulta más común.
El término está asociado al gas shale que se encuentra atrapado en los sedimentos de esquisto. Su extracción se hace a través de la técnica de fractura hidráulica o “fracking”, que empezó en Estados Unidos en la década pasada y que años después ha ocasionado que miles de familias se encuentren atrapadas en medio de agua potable y aire contaminados. Las pérdidas para los ciudadanos, sólo en ese país, se calcula en miles de millones. Pero las poderosas petroleras no han pagado ni un centavo.
La explotación del gas shale es uno de los puntos centrales de la Reforma Energética propuesta por el gobierno de Enrique Peña Nieto. Lo ha mencionado el empresario Pedro Aspe Armella –considerado autor del borrador de iniciativa– en discursos públicos; también el titular de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya Austin. Aún antes de ser aprobada, un movimiento en contra “fracking” ha iniciado en México pero todavía es mínimo.
La técnica parte de la perforación de un pozo vertical que, una vez alcanzada la profundidad deseada, da paso a una perforación horizontal que puede extenderse entre 1 y 1.5 kilómetros. Esta perforación se repite en diferentes direcciones, partiendo del mismo pozo de perforación vertical inicial. Una vez hechas las perforaciones, y debido a la baja permeabilidad de la roca de esquisto, es necesario fracturar con la inyección de una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada presión que liberan el gas. Pero el flujo disminuye muy pronto y para mantener la producción, es necesario realizar continuamente el procedimiento de fractura hidráulica en un mismo pozo. Un mismo pozo puede ser fracturado hasta 18 veces.
Imagine –porque esto sucedió en Estados Unidos– que bajo su casa y el patio de su casa se realiza una operación nunca antes realizada. Millones de litros de agua y químicos son inyectados para liberar el gas… que no puede ser atrapado con facilidad. Entonces, como sucedió allá, el combustible y el agua sucia inyectada empiezan a salir por todas partes: por la tierra, hacia los mantos acuíferos… y hasta en la tubería.
El gobierno de Peña Nieto está seguro de que va a traer a México a las grandes petroleras para aplicar esta operación. Es parte de su proyecto. “Si quisiéramos replicar lo que ha hecho Estados Unidos –la extracción de gas– se requieren perforar más de 10 mil pozos a mediano plazo. Una sola empresa tendría un reto logístico imposible de llevarlo a cabo sola”, dijo Lozoya hace unos días.
Es decir: Pemex no será quien haga este trabajo. Serán las poderosas petroleras internacionales, que tienen doblada a la sociedad estadounidense y, de acuerdo con medios como The New York Times, existe la sospecha de que altos funcionarios han sido comprados allá. Sólo así se explica que puedan seguir operando sin freno en todo el territorio.
Datos de la Alianza Mexicana Contra el Fraking, organización integrada por distintas organizaciones civiles para oponerse a esta práctica, señalan que se requieren de 9 a 29 millones de litros de agua para la fractura de un solo pozo. La explotación de los 20 mil pozos anuales que se está planteando en México desde diversos sectores, supondría un volumen de agua equivalente al necesario para cubrir el consumo doméstico de entre 4.9 y 15.9 millones de personas en un año.
Esto traería, consecuentemente, la disminución de la cantidad de agua disponible para otros usos. En Coahuila, una de las regiones donde esta actividad se está realizando, la disponibilidad de agua es ya limitada, según las organizaciones civiles.
“Pese a que en el gas shale sea una de las principales apuestas del gobierno federal y otros actores políticos y sociales en la próxima Reforma Energética, no es una opción sustentable para México. La fuga de metano (CH4) en los proyectos de gas de esquisto es superior en un 30 por ciento a los de gas natural convencional. Dado que el metano tiene un potencial de calentamiento global 21 veces superior al dióxido de carbono (CO2), existen serias dudas en torno a que el gas shale sea una energía de transición adecuada”, dijo en su momento Beatriz Olivera, coordinadora de la campaña de cambio climático y energía de Greenpeace México.
Lo anterior sin contar con que un líquido especial que se utiliza para esta práctica contiene 596 productos químicos, que a su vez pueden filtrarse a los mantos acuíferos, como los muestra el documental Gasland (Tierra del Gas), realizada por Josh Fox, que aborda el tema de la contaminación del medio ambiente generada en Estados Unidos por la explotación del gas shale en 34 estados.
El documental ha provocado una gran conmoción en Estados Unidos. Y, claro, también la reacción virulenta de las petroleras.
En Estados Unidos existen más de mil casos documentados de contaminación de fuentes de agua cerca de pozos de gas de esquisto. En total, se han identificado más de 2 mil 500 productos y 750 tipos diferentes de químicos en el fluido de perforación.
Expertos, como Al Armendáriz, de la Universidad Metodista del Sur, señalan que más del 25% de estas sustancias pueden causar cáncer y mutaciones, el 37% afectar al sistema endocrino, el 50% dañar el sistema nervioso y el 40% provocar alergias.
La organización “Council of Scientific Society Presidents”, formada por alrededor de 1.4 millones de científicos, instó a la clase política de aquel país a manejar con cautela la extracción del gas shale hasta no contar con una mejor base científica sobre los impactos ambientales que pueda ocasionar
“LA LLAVE DEL FUTURO ECONÓMICO”
De acuerdo con el informe World Shale Gas Resources: An Initial Assessment of 14 Regions Outside the United States (Fuentes de gas shale en el mundo: Una evaluación de 14 regiones afuera de Estados Unidos) elaborado para la U.S. Energy Information Administration en abril de 2011, existen 681 billones de pies cúbicos de gas técnicamente recuperables en México, y con ello se prevé que las reservas de gas natural se incrementarían de 24 a 60 años. Hasta ahora, este informe es la única estimación de recursos de gas shale para México.
El documento “Chale con el gas shale”, elaborado por la organización ambientalista Greenpeace establece que Petróleos Mexicanos (Pemex), estima que sólo para explorar las posibilidades de gas shale en México sería necesaria una inversión de aproximadamente 30 mil millones de pesos en los próximos tres años para 195 pozos, de los cuales casi 300 millones de pesos ya se han gastado en trabajos exploratorios.
También considera que se requerirá un presupuesto estimado de 600 mil millones para el óptimo desarrollo del hidrocarburo para los próximos 50 años.
Uno de los primeros personajes de la política mexicana en encontrar en el gas shale “una veta de oro” fue el ex Secretario de Hacienda Pedro Aspe Armella, quien ante unas 200 personas del sector económico y empresarial fue enfático al señalar durante una conferencia que “México debe abrir mercado, ya que Estados Unidos incorporó a su industria el shale gas y shale oil y disminuyó su gasto de gas de 14 a 4 dólares, por lo que buscará comprar menos y producir más”.
Durante una conferencia en la Universidad Panamericana, en Guadalajara, Aspe reseñó que “en los últimos cinco años pasó algo curioso: Estados Unidos inventa el shale gas, en el que con agua bajo presión y unos químicos, rompen la roca con el que liberan gas y lo están produciendo, en este momento hay 230 mil empresas, de menos de 10 empleados, sacando shale gas y shale oil”.
Y agregó: “Pero hay que preocuparse: Esta misma tecnología la están aplicando para el petróleo y, ¿qué creen que pasó hace dos meses? Que Estados Unidos se convirtió otra vez en el principal productor de petróleo en el mundo y superó a Arabia Saudita. Nada más Estados Unidos en los últimos 18 meses con shale oil generó más petróleo que México, con esto, si nuestro país exporta más o menos un millón de barriles, podremos despedirnos de éstas exportaciones”.
El 12 de agosto, el Presidente Enrique Peña Nieto presentó su propuesta de Reforma Energética, en los días posteriores, funcionarios del sector como el Secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, secundarían el discurso de Aspe Armella al defender la explotación de gas shale y la técnica para su extracción.
“En el subsuelo nacional puede existir la cuarta parte del gas shale que hay en el mundo, pero la tarea que se está iniciando en Coahuila y Veracruz lo podrían confirmar”, dijo el Secretario.
“De confirmarse estos pronósticos y una vez que hayamos salvado los parámetros del cuidado del ambiente y del uso adecuado del agua, de las barreras tecnológicas, posiblemente se amplíe el horizonte de nuestras reservas y en lo regional se abrirán nuevas oportunidades de desarrollo para Coahuila y Veracruz”, abundó.
Recordó que en Estados Unidos los hallazgos de depósitos de gas shale en sus fronteras con México y Canadá, abatieron los precios del gas y dio esperanza de convertir al país en exportador de hidrocarburos.
“La perspectiva para Coahuila es interesante. Hasta ahora ese estado se ha significado por la producción de sus grandes minas de carbón, pero si se confirma, sus reservas de lutitas, podrá acelerar la transición hacia la era de los hidrocarburos limpios como el gas natural”, señaló.
Por su parte, el director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), Emilio Lozoya Austin, ha señalado en distintas ocasiones que el futuro para aumentar la producción de crudo en México será avanzar en la exploración en aguas profundas y en la explotación del gas de lutita o gas shale, con el desarrollo de hidrocarburos de difícil acceso, en especial en la región de Chicontepec.
En octubre se conformó en México la Alianza Mexicana Contra el Fracking, integrada por 18 organizaciones no gubernamentales, para exigir a los legisladores que discuten la Reforma Energética que apliquen el principio precautorio en el tema del gas shale y prohíban su explotación debido a que numerosas investigaciones alertan sobre los elevados costos sociales, ambientales y económicos como consecuencia de la producción de este hidrocarburo. Francia, Bulgaria y Australia, entre otros, ya han prohibido el “fracking” por los impactos que genera.
Claudia Campero de la organización Blue Project Planet y Food & Water Watch, señaló hace unas semanas que “de abrirse los 20 mil pozos anuales para extraer el gas shale que se están planteando, se requeriría una cantidad de agua equivalente a la del consumo doméstico de entre 4.9 y 15.9 millones de personas en un año”.
“Las experiencias en Estados Unidos, así como primeras en México, muestran la baja rentabilidad de los proyectos. La industria gasífera estadounidense ha señalado que hasta el 80% de los pozos pueden resultar inviables económicamente debido a las complejidades técnicas de la explotación de este gas, lo que hace que el costo por pozo en México se sitúe entre 12 y 15 millones de dólares. Además, la rápida declinación de los pozos –con una disminución de la producción de entre un 29 y un 52% anual–, supone la necesidad de realizar constantes inversiones de capital para mantener la producción. La propia Comisión Nacional de Hidrocarburos ha señalado que, ante los bajos precios del gas natural, la explotación del gas shale en nuestro país no sería rentable”, dijo Francisco Cravioto, investigador de Fundar, Centro de Análisis e Investigación.
LA HUELLA AMBIENTAL
Como lo expone el documental Gasland, la explotación del gas de esquisto contribuye a la aceleración del cambio climático debido a las emisiones de gas metano que se producen por ineficiencias en la extracción, procesamiento, almacenamiento, traslado y distribución. El metano es un gas que presenta un efecto invernadero 21 veces más potente que el dióxido de carbono (CO2).
Debido al deterioro ambiental que provoca, la explotación del gas de esquisto es, en muchas ocasiones, incompatible con otras actividades económicas. Por otro lado, la magnitud del tráfico de grandes vehículos que transportan agua y otros materiales daña la infraestructura carretera y afecta la tranquilidad de las poblaciones. Además, dado el uso de sustancias tóxicas en el fluido de perforación, se generan residuos tóxicos que deben ser tratados y depositados, con los consecuentes riesgos socioambientales.
En el caso mexicano, el pasado 27 de junio de 2012 el Gobernador de Coahuila, Rubén Moreira Valdez, anunció la perforación de 10 mil pozos en la Cuenca de Burgos, la tercera más rica del noreste del país en yacimientos que contienen este energético, lo que despertó la preocupación de expertos en el tema.
En la red circulan videos subidos por personas que viven en zonas cercanas a la explotación de pozos de gas shale, quienes denuncias que hidrocrarburos se han filtrado a los mantos freáticos e incluso han convertido el agua natural en una sustancia flamable.
Ante este panorama, la Alianza Mexicana Contra el Fraking expone cinco demanas:
1. México debe prohibir la extracción de hidrocarburos por técnicas de fractura hidráulica, tal como lo han hecho Francia y Bulgaria, con base en el principio precautorio.
2.En la planeación e implementación de la política energética, las entidades públicas deben asegurar el respeto y garantía de los derechos humanos y, específicamente, los derechos de los pueblos indígenas y tribales.
3.En materia de agua, el Estado debe garantizar el derecho humano al agua, como lo establece el artículo 4°constitucional.
4.El Estado mexicano debe garantizar el derecho al medio ambiente sano, el cual es también reconocido por nuestra Constitución.
5.La Reforma Energética debe establecer los cambios legales e institucionales pertinentes para la prohibición del gas de esquisto y el impulso de las energías renovables, que realmente representen una alternativa para la sostenibilidad energética del país y que aseguren el respeto de los derechos humanos y el cuidado del medio ambiente.
DE LA TIERRA DEL GAS A…
En 2010, Gasland ganó el “Premio Especial del Jurado” al mejor documental del Festival de Sundance; la pieza, del realizador Josh Fox, tiene como tema central el llamado “fracking” y la contaminación que ha generado en 34 estados donde se realizan excavaciones.
El realizador hace un recorrido por distintas poblaciones de Pensilvania ubicadas en zonas cercanas en las que empresas como Haliburton y Cabot Oil & Gas han realizado excavaciones para extraer gas shale.
Uno de los casos más significativos es el Dimock, donde los pobladores aseguran que obreros se han quemado la cara al realizar las excavaciones, a los animales se les cae el cabello, los pobladores padecen continuamente enfermedades estomacales y dolores de cabeza.
“Donde no hay árboles, hay pozos”, dice uno de los entrevistados, quien argumenta que desde que iniciaron las excavaciones de Cabot Oil & Gas el agua empezó a burbujear e incluso el líquido que sale de la llave es flamable.
En otro poblado, Forth Lipton, los habitantes aseguran que las empresas que utilizan el “fracking” para extraer el hidrocarburo los hicieron firmar acuerdos de confidencialidad para no revelar nada relacionado con los trabajos para sacar el gas.
Otros más afirman que les ofrecieron el pago de hasta 100 mil dólares por no emprender ninguna acción legal.
El índice de Benceno, un hidrocarburo que produce vómitos, irritación del estómago, mareo, somnolencia, convulsiones, aceleración del latido del corazón, coma y la muerte, en poblados cercanos a pozos es 55 veces superior al de zonas donde no existen áreas explotables y el nivel de Carbono es más de 170 veces de lo permitido.
En el documental, Fox muestra cómo el cabildeo para la explotación de gas shale en Estados Unidos se realiza al más alto nivel, incluso, en su momento involucró al ex vice presidente Dick Cheney.
Ninguna de los representantes de las grandes empresas petroleras quiso ser entrevistado para el documental.
En respuesta a este documental, dos años después, se presentó Truth Land (Tierra de la Verdad) en el que un ama de casa de Pensilvania se dio a la tarea de hacer un recorrido similar al de Josh Fox.
Durante su recorrido entrevista a vecinos de zonas de explotación, funcionarios e investigadores universitarios.
La conclusión a la que llegan los entrevistados es que Gasland está “equivocado” en toda la información que presenta y afirman que no existen demandas en contra de las empresas que realizan la explotación de gas shale.
También aseguran que el agua es flamable por sí misma.
También destaca la creación de empleos derivada de la extracción del hidrocarburo y que el shale es un “combustible mucho más limpio”.