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Ernesto Hernández Norzagaray

19/10/2024 - 12:01 am

El ocaso de una biografía

“Sinaloa, ocupa, volver a la normalidad, hacer el recuento de daños y seguir adelante, como tantas veces lo ha hecho”.

“Hay, quienes, condescendientes, ven su fracaso como un producto de su edad al que le llegó tarde a la titularidad del gobierno del estado”. Foto: Jose Betanzos, Cuartoscuro.Mi solidaridad a la comunidad del periódico El Debate

Mi solidaridad a la comunidad del periódico El Debate

No recuerdo que Rubén Rocha en su tercera campaña para gobernador de Sinaloa haya ofrecido ser el mejor que haya tenido el estado, dijo, eso sí, que de ganar la elección se encargaría de armonizar el programa político social de la 4T. 

Y eso, quizá, fue suficiente para que el 49 por ciento de la lista nominal saliera a votar y le entregaran un triunfo amplio, dos votos a uno, aproximadamente, respecto a su más cercano competidor. 

Aquello, si era inédito en el periodo democrático, esos votos le otorgaban una legitimidad para que si se lo proponía sería el mejor gobernador que hubiera tenido el estado de los once ríos. 

Tenía experiencia administrativa siendo joven fue director de la escuela preparatoria de Guamúchil, sumó a esa experiencia la de dirigente del SUNTUAS académico, la Secretaría General y la rectoría de la Universidad Autónoma de Sinaloa; además, tenía experiencia política desde su época de estudiante en la Normal El Quinto de Sonora, en el Partido Comunista Mexicano, además, cuando en 1986, fue candidato a gobernador por una alianza amplia de fuerzas de izquierda llevando como adversarios a pesos pesados Francisco Labastida y Manuel Clouthier y en 1998, bajo el emblema del PRD, al influyente cenecista Juan S. Millán y el neopanista Emilio Goicoechea.  

Luego, de posicionar electoralmente a la izquierda, Rocha se replegó y jubilado de la UAS empezó su andadura en los gobiernos del PRI, como consultor, asesor y funcionario federal, lo que le permitió mantener visibilidad y, presumir en la campaña de 2021, que entre los candidatos era quien mejor conocía el estado y sabía lo que había que hacer para atender los lastres del “neoliberalismo y la corrupción priista” (sic). 

Y probablemente, así era, tenía todo para ser al menos el mejor gobernador del periodo de la transición democrática, aunque, ya para entonces, con el aura izquierdista desteñida y reconocido más como un converso priista. 

¿Qué le pasó? 

Ningún otro político, hasta ahora ese momento, había ganado holgadamente las elecciones y derrochado con esa facilidad su capital político transformando la esperanza de quienes creyeron en su vehemencia retórica y su proyecto de armonización, en la tragedia, que todos los días los sinaloenses presencian con horror, desesperación e impotencia.  

Hay, quienes, condescendientes, ven su fracaso como un producto de su edad al que le llegó tarde a la titularidad del gobierno del estado y vino acompañada freudianamente de inmadurez otoñal caracterizada por el síndrome del rey Luis XIV con su máxima absolutista: “el Estado soy yo”, gobernando con arrebatos y rencores muy propios, por cierto, de su tutor político, el expresidente López Obrador.  

También, los más críticos, ven en la crisis de violencia el resultado natural de apartarse de la línea invisible que separaba la política y el crimen organizado. Aquella que a la vista de muchos sinaloenses, especialmente los culichis (léase, el ensayo: “Culiacán: La mentira que nos trajo aquí” de  Adrián López, https://elpais.com/mexico/opinion/2024-10-13/culiacan-la-mentira-que-nos-trajo-aqui.html del que me quedó, con la parte subcultural),  una suerte de equilibrio que el propio Rocha, dibujo didácticamente, en las entrevistas que brindó a los periodistas Carlos Loret y Salvador García Soto y que selló con la conclusión lapidaria: “no nos hagamos pendejos, aquí todo mundo, sabe cómo es la cosa”. 

Y justo, al romperse ese equilibrio por el secuestro de Ismael El Mayo Zambada y el brutal asesinato de Héctor Melesio Cuén, el principal líder de la oposición, se abrió la confrontación en el Cártel de Sinaloa.  

Y, ahora, independientemente, de quien la gane la guerra, si es que las guerras las gana alguien como ya alertaba Ismael El Mayo Zambada en su famosa carta: “Nada se puede resolver con la violencia. Ya hemos pasado por eso antes y todos perdemos”, Sinaloa ya no será lo misma, por la militarización y probablemente por el nuevo entramado criminal. 

Y, por último, están aquellos, que ven con perspectiva en los sucesos del día el fracaso de un intento autocrático de captura de las instituciones que sería ejemplo para otros estados gobernados por el morenismo roto por una traición a uno de los pilares de esa gobernabilidad mafiosa. 

 Esto quizá explica que el nuevo gobierno federal maneje con pinzas el affaire sinaloense, aunque, todos los días nos enteremos, que llegan refuerzos castrenses al estado sin que signifique un repliegue táctico de los grupos en confrontación por el control de la capital sinaloense. Quien la gane, gana seguramente el estado, el cártel y sus franquicias nacionales e internacionales. No es poco. 

Y dentro de este maremágnum de violencia está la ciudadanía que paga un alto costo económico y social, ahora con un agravante, del que poco se habla y si se habla se menciona como un daño colateral como es el secuestro de niños, adolescentes, mujeres y jóvenes.  

Estos últimos probablemente son reclutados como “soldados” para llenar los huecos que generan la refriega cotidiana, ¿pero el resto?, las mujeres y los niños, técnicamente están convertidos en escudos humanos para neutralizar cualquier ataque de las fuerzas de seguridad.  

Frente a esta complejidad el gobernador, el de los más 623 mil votos, el de la mayor legitimidad democrática, se defiende sorprendentemente acusando a los periodistas Azucena Uresti y Luis Chaparro, si algo le pasa algo, argumentando que son ellos los que han puesto en duda su viaje a los Estados Unidos aun, cuando, el gobernador exhibe la bitácora del vuelo privado más, no, el sello estadounidense en su pasaporte.  

Sinaloa, ocupa, volver a la normalidad, hacer el recuento de daños y seguir adelante, como tantas veces lo ha hecho, así que, si quiere eso, habrá que hacer lo correcto y no dejar ninguna duda de su presencia en California. 

Y el gobernador no lo tendría que hacer por Uresti y Chaparro, sino por salir bien del juicio ciudadano que, de alguna forma, se manifestó en la asistencia al arranque del Festival Cultural de Sinaloa 2024 y es que este jueves, en que se conmemora un aniversario más del primer “culiacanazo” nuevamente se pintó de negro el centro y sur del estado. Claro, bajo su gobierno y biografía. 

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.

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