María Rivera
19/10/2022 - 12:02 am
La salud
“Es una pena que este sexenio vaya a terminar habiendo desaprovechado la oportunidad de cambiarlo de fondo y mejorarlo. Es una pena que esto haya sucedido en un Gobierno de izquierda que esperamos tantos, durante tantos años”.
Hace unos días, querido lector, tuve que recurrir a varios médicos. Durante varios meses desarrollé una afección de la piel que fue volviéndose severa y, sobre todo, desesperante. Y es que en cuestiones relacionadas con la salud, a veces, todo parece desplomarse por una pendiente. Vamos de una a otra cosa, a otra, y, otras veces, las cosas, los dolores parecerían desvanecerse rápidamente, resolverse como por un acto de magia.
Personalmente, querido lector, prefiero la magia, el pensamiento mágico sobre órganos y vísceras, sobre cortes longitudinales y contrastes, sobre la terrible dureza de una niña en un tomógrafo. El pensamiento mágico siempre será rebelde a los hechos, los datos, la realidad. Lo mismo que el humor. Por ejemplo, en el hospital donde estuve unos días, había un camillero muy simpático, que llevaba a los pacientes volando de un lado a otro, como si la silla de ruedas fuera en realidad una nave con propulsión a chorro. Claro, habrá y quien piense que eso está completamente mal y hasta le indigne y no se equivoque, pero a mí, la verdad, me desternillaba de la risa, y hasta me parecía poético que alguien sano pudiera hacerle sentir a un enfermo que puede volar o reírse, justo cuando no puede. Una bocanada de infancia puede entrar en nuestras almas de la manera más inesperada y en los momentos más extraños, como lo es un pasillo de hospital, por donde uno de pronto se desliza como por una resbaladilla. Yo recordé esa emoción de los columpios y los juegos de las ferias, cuando en las noches iluminadas, caminábamos para comprarnos unos hot cakes, perseguíamos anillos y el solo roce del viento sobre nuestras frentes podía ser el premio de la fiesta.
Bueno, querido lector, esta es la razón por la cual no publiqué mi columna la semana pasada, pero ya andamos de vuelta por acá, perfectamente sanos, o perfectamente enfermos de vida que es otra forma de la enfermedad o de la salud, según lo quiera ver. Le cuento, por si es que acaso alguien más que usted que me lee, notó mi ausencia.
Precisamente, en estos días, he pensado mucho en los médicos y en las situaciones que hemos atravesado todos por la pandemia, y peor aún, la situación que muchos siguen atravesando, ya sea por las secuelas de COVID declaradas y no declaradas, el famoso long COVID o COVID largo que debe tener a muchas personas sufriendo en silencio de síntomas y molestias persistentes, sin que los médicos puedan hacer mucho por ellos. Bueno, los médicos sensibles al tema. Por eso, querido lector, me sorprendió mucho la pregunta que un cardiólogo me hizo en una revisión “pero, ¿usted está segura de que no le ha dado COVID?” ante un anómalo episodio de hipertensión, para decirme que en realidad, “no sabemos nada de la COVID, es una enfermedad que hace cosas muy misteriosas”. La respuesta de mi médico, que evidentemente sabe como casi nadie de las afectaciones de la COVID en el sistema cardiovascular, me dejaron pensando ¿qué sería de nuestros país si las políticas de salud pública estuvieran orientadas por los mejores médicos y científicos? ¿Qué recomendarían para tratar la avalancha de dolencias, enfermedades, síndromes que padecerá la humanidad en las décadas por venir? ¿Que se puede hacer para disminuir el sufrimiento de las personas por esta enfermedad que vino a cambiar el mundo?
Evidentemente, habría muchas cosas que hacer, en el sistema de salud pública. Es una pena que este sexenio vaya a terminar habiendo desaprovechado la oportunidad de cambiarlo de fondo y mejorarlo. Es una pena que esto haya sucedido en un Gobierno de izquierda que esperamos tantos, durante tantos años. Y no es que los gobiernos anteriores hubiesen hecho algo, sino que justamente, esperábamos que este Gobierno arreglara, pusiera las bases para cambiarlo positivamente. Por lo visto, tendremos que esperar mucho más tiempo.
Mientras, tal vez, podrían los encargados del sector público, ir diseñando el sistema que necesitaremos las próximas décadas para atender el terrible problema derivado de la COVID. Harán bien ya que están tan interesados en levantar el uso de cubrebocas que la ciudadanía de la Ciudad de México, inteligente y sensiblemente, se rehusa a abandonar.
Tal vez, la gente no olvide a sus muertos y a la terrible pesadilla que hemos tenido que vivir por no haber recomendado, desde el principio, una medida tan sencilla y básica que podría haber salvado la vida de miles y que seguirá salvando mientras la pandemia continúe. Siga cuidándose, querido lector.
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