Por: Andrea Larios*
No existe duda de que la aportación de las mujeres a la economía es significativa e indispensable para la reproducción social y el mismo mantenimiento del sistema. Sin embargo, los roles de género socialmente impuestos a las mujeres ocasionan que las condiciones de su inserción al mercado laboral pagado se den de manera dispar y, por lo tanto, se encuentren en situaciones de desigualdad en la esfera económica. La brecha salarial de género es uno de los ejemplos más visibles de esta desigualdad estructural.
Las estadísticas sustentan lo anterior. De acuerdo con estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2019, la brecha salarial a nivel mundial fue de aproximadamente el 20%[i]. Es decir, por cada 100 pesos que percibía un hombre, una mujer obtuvo 80. La OIT realizó una informe post pandemia y encontró que, en promedio, la brecha se ha mantenido alrededor de la misma proporción. Sin embargo, al observar los datos específicos para México, se observa que, en 2022, la brecha se incrementó respecto a 2019[ii].
La brecha salarial de género es una de las muchas desigualdades que viven las mujeres y puede tener múltiples efectos sobre sus vidas. La autonomía económica resulta ser un factor relevante para lograr salir de ciclos de violencia o relaciones abusivas. Dicha autonomía, que se ve restringida por la brecha salarial, también juega un rol decisivo al momento de tomar riesgos profesionales como exigir un aumento o un ascenso, pues las mujeres se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad económica.
Los factores que mantienen la brecha salarial de género, a pesar de que tiene implicaciones negativas sobre la vida de las mujeres, son diversos, cuatro de ellos son: la condición laboral, los trabajos feminizados, las salidas del mercado laboral y la parte que no puede ser explicada (OIT, 2019). Los primeros tres factores se relacionan directamente con los roles de género socialmente impuestos a las mujeres, que dictan que ellas deben ser las responsables de realizar las labores domésticas y de cuidados en sus hogares, las cuales les restan disponibilidad de tiempo, además de no ser actividades remuneradas; sin embargo, esto no las exime de la necesidad de incorporarse al trabajo remunerado con consecuencias de dobles y triples jornadas.
Además, el hecho de que la carga de estas labores recaiga de manera asimétrica sobre ellas predispone las condiciones de los trabajos en los que se insertan: las mujeres tienden a ocuparse en mayor proporción en empleos de tiempo parcial (dada la falta de disponibilidad de tiempo) y en el sector informal (porque se relaciona con mayor flexibilidad). Este tipo de empleos están relacionados con salarios menores, además de menor certidumbre laboral. En el mismo sentido, existen estereotipos de género que provocan que ciertos trabajos o sectores sean ocupados principalmente por mujeres. Este tipo de trabajos también están relacionados con un menor salario. Ejemplos de lo anterior son las maquilas o los puestos de asistente o enfermera. Además, las mujeres son más propensas que los hombres a salir del mercado laboral para hacer frente a las tareas de cuidado, ya sea para criar a sus hijas e hijos o cuidar a familiares enfermos. Lo anterior deriva en penalizaciones en su remuneración al momento de regresar al trabajo remunerado.
Finalmente, existe esta parte de la brecha salarial que no puede ser explicada por factores objetivos o medibles. El ejemplo más claro es la discriminación debido al sexo, ya que el mismo trabajo es considerado más valioso si se realiza por un hombre que si lo realiza una mujer, sin contar aquellos que también pueden ser desempeñados por mujeres, pero no son consideradas para cubrirlos.
En el marco del Día Internacional de la Igualdad Salarial que se conmemora este 18 de septiembre, desde Fundar hacemos un llamado a la sociedad en su conjunto, desde empresas y otros centros de trabajo hasta el Gobierno, para impulsar medidas que cambien esta realidad. Y ante las discusiones del Presupuesto 2024, recordamos que es indispensable que los programas y servicios públicos que están relacionados con los cuidados se encuentren debidamente financiados, pues solo así pueden realmente contribuir a reducir la carga de trabajo no remunerado a la que se enfrentan las mujeres. Sobre la misma línea, la instauración de un Sistema Nacional de Cuidados que no solo reduzca, sino que también reconozca, redistribuya y remunere las labores de cuidado sigue siendo un tema pendiente que debe ser abordado cuanto antes para que se discuta su financiamiento y puesta en marcha.
* Andrea es investigadora en el programa de Justicia Fiscal de @FundarMexico.
[i] Organización Internacional del Trabajo (2019). Entendiendo la brecha salarial. Disponible en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_dialogue/—act_emp/documents/publication/wcms_735949.pdf
[ii] Organización Internacional del Trabajo (2023). Informe Mundial sobre Salarios 2022-2023, Capítulo 4, págs. 15-16. Disponible en: https://www.ilo.org/infostories/getmedia/22eea186-5c3b-43ac-89fe-d5604de6a902/gwr22-23_ES_chapter4.pdf