Carolina Moscoso considera que esta película le sirve para "sanar una herida" que se abrió hace 10 años cuando fue violada por un joven al que había conocido en una fiesta en la playa. Y que continuó abriéndose por la forma en que fue tratada en el hospital o en el juzgado, donde le llegaron a preguntar si no había provocado de alguna forma a su violador.
Por Alicia García de Francisco
San Sebastián (España), 19 de septiembre (EFE).- Ha sido su forma de sacar fuera un dolor que guardaba desde hacía diez años, cuando fue violada y no supo cómo enfrentarse a la situación. La chilena Carolina Moscoso vuelca sus sentimientos, de manera cruda y directa, en el documental Visión nocturna, presentado hoy en el Festival de San Sebastián.
Una ópera prima, en la que hay algún elemento de ficción -"al fin y al cabo, es cine", dice en una entrevista con EFE- con la que compite en la sección Horizontes Latinos del certamen español y que fue recibida hay con un tenso silencio seguido de un caluroso aplauso.
Es la misma reacción que observó tras proyectar su película en Chile, algo que achaca a que es una cinta "muy emocional, que te lleva hacia dentro" y que hace que el espectador se plantee muchas preguntas y reflexiones.
"Cuando acabó el debate vinieron muchas mujeres a hablar conmigo", resalta Moscoso, feliz de haber podido mostrar su película en San Sebastián y de haber podido viajar para acompañar el estreno. "Ha sido toda una odisea viajar con la COVID", reconoce.
Pero quería a toda costa estar presente porque es una forma de cerrar un ciclo. Comenzó a trabajar en Visión nocturna cuando estaba cursando un máster en Barcelona y mantiene una "conexión importante" con España.
Por eso, pese al cansancio, está relajada por poder haber cumplido su sueño y ello a pesar de la terrible historia que cuenta. Aunque al mismo tiempo considera que esta película le sirve para "sanar una herida".
Una herida que se abrió hace 10 años cuando fue violada por un joven al que había conocido en una fiesta en la playa. Y que continuó abriéndose por la forma en que fue tratada en el hospital -la doctora se negó a darle la píldora del día siguiente- o en el juzgado -le llegaron a preguntar si no había provocado de alguna forma a su violador-.
Todo ese dolor lo ha volcado en un documental que también es un performance, una investigación visual y artística porque lo que ella busca con el cine es expresarse "desde lo sensorial, desde el cuerpo", no solo desde una historia.
Eso le llevó a plantearse una película que está muy lejos del estilo habitual de un documental. No se ve nada de lo que pasó, ni de la noche de la violación ni del proceso posterior.
Frases, a veces leídas por ella, ocupan la pantalla mientras de fondo apenas se oye algún sonido. O se mezclan con conversaciones y escenas aparentemente banales, en las que sus amigos y familiares se interpretan a sí mismos.
Con esa veracidad cuenta esta década en la que hubo dolor pero también vida. "Parte del tabú de las violaciones está en la revictimización constante a la que la gente somete a las víctimas", resalta Moscoso, que lamenta que aún hoy cuando una mujer sufre una violación, parece que no tiene derecho a salir, a recuperarse, en definitiva, a vivir.
Y recuerda el caso de La Manada en España -la violación de una joven por cinco hombres en los Sanfermines de 2016-, cuando se cuestionó a la víctima por tratar de ser feliz.
"Cómo reaccione cada víctima es una decisión muy personal", señala la cineasta, que lamenta que en Chile no ha cambiado prácticamente nada en estos diez años, sigue sin haber Ley de Aborto y las víctimas de violaciones son tratadas igual que hicieron con ella.
Pero se muestra esperanzada con que se consiga acabar con la Constitución de Augusto Pinochet en el plebiscito del 25 de octubre y se puede desarrollar "una nueva constitución feminista". "Estamos en el momento en el que podemos cambiar las cosas", afirma convencida.
El primer cambio pasa por romper el silencio que rodea a las violaciones y que da un enorme poder al violador. "En mi caso, si me dicen que me calle, prefiero gritar".
Eso es lo que ha hecho con Visión nocturna, aunque ha preferido usar un nombre falso para el violador porque el caso había prescrito al ser el responsable menor en el momento de los hechos.
"Es una pequeña mentira para contar una gran verdad", señala Moscoso, que considera que su violador "representa la violencia estructural" de la patriarcal sociedad chilena.
Tras realizar la película, que siempre pensó dirigir a las mujeres, se ha dado también cuenta de que puede ser importante para los hombres, para que sean conscientes de lo que les pasa internamente a las mujeres. Y a la pregunta de si su violador habrá visto la película, responde: "Igual ni sabe que hablo de él".