CUANDO DESPERTÓ DE SU DOLOR, MÉXICO CAMBIARÍA PARA SIEMPRE

19/09/2015 - 12:05 am

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A la mañana siguiente, todos los periódicos de México y el mundo llevaban la nota en portada del sismo que sacudió al país la mañana del 19 de septiembre de 1985. Foto: Especial

Ciudad de México, 19 de septiembre (SinEmbargo).– “¡Oh, Dios!”, dijo el Ovaciones esa mañana. Era un jueves y había ediciones matutinas. En otras cabezas secundarias reseñaba: “Desesperación e impotencia en un horrible despertar”, “Pánico en el Metro” o “Surgió la rapiña; el Ejército vigila”. El Últimas Noticias de Excélsior cabeceó “Tragedia” a ocho columnas (como todos los impresos ese y los siguientes días). Arriba, un balazo que decía: “El mayor siniestro en la ciudad”, y en el sumario: “Miles de víctimas entre muertos y heridos”.

A la mañana siguiente, todos los periódicos del mundo llevaban la nota en portada y, por supuesto, los impresos mexicanos. El Universal: “Más de 3,000 muertos y 200 edificios dañados”; y en el sumario: “50,000 familias sin techo y por lo menos 3,000 personas hospitalizadas”. “Horror y muerte”, dijo La Prensa, y The New York Times: “The Mexico City area was struck by the first of two devastating earthquakes that claimed some 6,000 lives” o, en español, “La zona de la Ciudad de México fue golpeado por el primero de dos devastadores terremotos que cobró unas 6,000 vidas”.

Y los vivos verían en los días, meses y años, cómo México –la capital y el país– cambiaba para siempre.

Lo que para los habitantes de la capital sería un jueves normal se convirtió en una tragedia que marcaría un parteaguas en la historia del país. Hoy, tres décadas después, se recuerda como una catástrofe que enlutó a México, tomó por sorpresa al Estado y dejó al descubierto la corrupción e incompetencia.

Pero también mostró al mundo la solidaridad de un pueblo lastimado, herido en el corazón mismo de la Nación. Y allí, en ese corazón tan gelatinoso, nació una nueva sociedad civil organizada.

A las 7:19 horas del jueves 19 de septiembre de 1985, un interminable sismo con una intensidad de 8.1 grados – según el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)– lo mismo arrasó con hospitales, edificios de complejos habitacionales, estudios de televisión, hoteles, teatros, escuelas… Una destrucción inédita, tras la cual la sociedad capitalina ya no sería la misma.

“Estamos preparados para atender esta situación y no necesitamos recurrir a ayuda externa. Agradecemos las buenas intenciones pero somos autosuficientes”, dijo el entonces Presidente Miguel de la Madrid Hurtado luego del trágico suceso.

Un día después, y luego de un nuevo sismo, tuvo que reconocer que la tragedia había rebasado los esfuerzos del Gobierno federal.

“La tragedia que nos azotó ayer ha sido una de las más graves que ha resentido México en su historia. Hay cientos de muertos y lesionados. Todavía no tenemos cifras precisas ni completas. Aún hay atrapados en muchas construcciones, que no hemos podido rescatar. Es más, todavía hace una hora, hora y media, tuvimos un nuevo temblor de menor intensidad y duración que el de ayer, pero que sigue provocando incertidumbre, miedo, inquietud”, dijo.

De la Madrid falleció el 1 de abril de 2012, a los 77 años de edad, pero la herida sigue abierta porque siempre será recordado por la lenta reacción del aparato que dirigía para atender a la población afectada.

Las primeras horas posteriores al sismo, cuando la población civil se volcó a las calles para ayudar a los afectados y buscar a sus familiares, De la Madrid Hurtado prohibió la participación del Ejército en las labores de rescate.

Posteriormente tuvo que activar el Plan DNIII que contempla la participación del Ejército en casos de emergencia así como aceptar el auxilio y experiencia ofrecido por otros países en casos de desastres naturales.

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Ese jueves negro, la capital mexicana perdió la inocencia a raíz de los daños causados por el sismo y la ineficiencia del sistema tanto en los niveles local y federal para cumplir la demanda de todos aquellos que perdieron a un familiar o que se quedaron sin casa. El entonces Jefe del Departamento del Distrito Federal, el priista Ramón Aguirre Velázquez, también fue rebasado por la situación y prácticamente borrado del mapa.

Las cosas ya no serían igual. El sismo no sólo cambio la estética de la capital mexicana, también la mentalidad de sus ciudadanos, quienes a partir de entonces tomarían una mayor participación en la política y la vida social que se convertirían en actores importantes del llamada Frente Democrático Nacional (FDN), en 1988, del que nacería el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

La Ciudad de México se convirtió en la primera entidad federativa en ser gobernada por la izquierda. Aun así nunca dejó atrás esa herida abierta que no deja de mostrar al sistema las consecuencias de ignorar las demandas y necesidades ciudadanas.

LOS CIUDADANOS TOMAN LA CAPITAL

Días después del sismo se realizaron en las calles de la ciudad distintas manifestaciones en demanda de soluciones a los problemas de los miles de damnificados. Foto: Cuartoscuro
Días después del sismo se realizaron en las calles de la ciudad distintas manifestaciones en demanda de soluciones a los problemas de los miles de damnificados. Fotos: mmh.org, UNAM y Cuartoscuro

El 19 de septiembre de 1985 quedó marcado en la historia como el día en que los ciudadanos tomaron la capital del país. El movimiento telúrico tuvo sus efectos más devastadores en el centro del DF, en la Delegación Cuauhtémoc, y su impacto se hizo más evidente en las zonas de Tepito, Tlatelolco y las colonias Roma y Doctores.

Las cadenas humanas que durante días se formaron para rescatar vidas y quitar escombros se organizaron de forma espontánea, y esa lucha no se limitó a recuperar lo perdido o a la búsqueda de los desaparecidos, sino a prestar ayuda y consuelo a todos.

Después del temblor todo cambió. La catástrofe arrasó inmuebles, cegó miles de vidas y precipitó el derrumbe del PRI [Partido Revolucionario Institucional] en la capital. La solidaridad de millones se convirtió en un despertar de conciencias que logró la reconstrucción de la ciudad desde sus cimientos.

De esta tragedia se tiene registrado el surgimiento de al menos cinco grandes movimientos: la Coordinadora Única de Damnificados (CUD), Su dirigente más importante fue Cuauhtémoc Abarca Chávez, médico de profesión, líder del Frente de Residentes de Tlatelolco, la Coordinadora de Luchas Urbanas (CLU), la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular (CONAMU), la UV y D [Unión de Vecinos y Damnificados 19 de septiembre] y la Asamblea de Barrios (AB).

“El desmoronamiento de la sumisión y el esfuerzo comunitario fueron el acta de nacimiento de la sociedad civil”, consigna Jesús Ramírez Cuevas, en un reportaje publicado en el suplemento Masiosare del diario La Jornada, el 11 de septiembre de 2005.

“Durante tres o cuatro días hubo un vacío de poder. La gente se encargó de la organización de la ciudad”, destacó Alejandro Varas, de la Unión de Vecinos y Damnificados 19 de Septiembre en entrevista con el periodista.

“Fueron días especiales. La ciudad era otra. Por donde quiera había personas llevando y trayendo ayuda. Al principio, los medios de comunicación ayudaron mucho a poner en contacto a las familias, informando de los daños; después pusieron en marcha la campaña oficial de que aquí no pasa nada. El gobierno quiso minimizar el problema y decía ‘quédense en casa, no salgan’, pero la gente no hizo caso”, recordó en el mismo escrito Leslíe Serna, fundadora de la Unión Popular Nueva Tenochtitlán Sur.

En su libro No sin Nosotros: los días del terremoto 1985-2005, de Carlos Monsiváis, el fallecido escritor reflexionó sobre el fenómeno social que dio paso a un verdadero concepto de “sociedad civil” mexicana.

“Sin debates previos, sin precisiones conceptuales, en cuatro o cinco días se impone el término sociedad civil, lo que, por el tiempo que dure, le garantiza a sus usuarios un espacio de independencia política y mental”, escribió Monsiváis.

“El miedo, el terror por lo acontecido a los seres queridos y las propiedades, la pérdida de familias y amigos, los rumores, la desinformación y los sentimientos de impotencia, todo –al parecer de manera súbita– da paso a la mentalidad que hace creíble (compartible) una idea hasta ese momento distante o desconocida: la sociedad civil, que encabeza, convoca y distribuye la solidaridad,” escribió Monsiváis.

Uno de los primeros visos de una sociedad civil más organizada se pudo apreciar el 27 de septiembre, cuando más de 30 mil personas –como consigna la prensa de esos días– marcharon en silencio por la ciudad en demanda de créditos baratos, un programa de reconstrucción popular y la reinstalación de los servicios de agua y luz.

Al día siguiente, tras otra marcha, el Presidente De la Madrid Hurtado se reunió con los damnificados en Los Pinos, donde recibió una serie de reclamos por parte de los asistentes.

Las protestas continuaron y se intensificaron luego de que el Gobierno federal publicara el 11 de octubre de 1985 un decreto expropiatorio que afectaba a más de 5 mil predios e inmuebles, dejando fuera a distintas zonas afectadas.

El 21 de octubre se expidió un decreto rectificando las expropiaciones y se reducen a 4 mil 263.

El 24 de octubre, cerca de 40 organizaciones vecinales crean la Coordinadora Única de Damnificados (CUD), que reúne a las distintas agrupaciones que se habían formado en poco mas de un mes.

“La reconstrucción fue ganada por el movimiento y se impidió el desalojo de las vecindades del centro como quería el gobierno”, explicó en su momento Raúl Bautista, quien se convirtió en un emblemático líder de la lucha urbana.

Otro de las figuras que surge de los movimientos del 85, es la ahora Senadora por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) Dolores Padierna Luna, quien entonces era maestra en la Escuela de Economía del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Junto con su esposo René Bejarano Martínez formó la llamada Unión Popular Nueva Tenochtitlán.

Javier Hidalgo, quien entonces recién terminaba sus estudios de arquitectura, es otro de los personajes que a raíz del temblor entró de lleno al activismo social y político. Junto con algunos de sus compañeros elaboró proyectos para la reconstrucción de 300 viviendas, gracias a recursos obtenidos a través de organizaciones internacionales. En 1987, con otros activistas, creó la Asamblea de Barrios –junto con 10 mil afectados–, un año después, en 1988, buscó una diputación local por el Partido Popular Socialista (PPS), sin conseguirlo. Sin embargo, en 1991 y en 1997 fue elegido Diputado local por el PRD, en dos ocasiones fue candidato a Diputado federal. También fue director del Instituto de la Juventud del gobierno del Distrito Federal.

Alejandro Varas, por su parte, fundó la Unión de Vecinos y Damnificados (UVyD) 19 de Septiembre, una de las organizaciones que sirvió de presión al gobierno para llevar a cabo la reconstrucción, después se integró a “La otra campaña”, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Gracias a la presión que ejercieron los ciudadanos que se agruparon en las distintas organizaciones –de acuerdo con consultas hemerográficas– fue posible la construcción de 45 mil viviendas en el centro de la ciudad, la reconstrucción de Tlatelolco, así como la reconstrucción de 15 mil viviendas, no contempladas inicialmente en los acuerdos firmados con el gobierno. Gracias a las gestiones del CUD fue posible también recibir directamente ayuda internacional para edificar más de 20 mil viviendas.

DEL TERREMOTO A LA RUPTURA

El Frente Democrático Nacional (FDN), al que se sumaron integrantes de distintos movimientos surgidos después del sismo. Foto: enriquehuertacuevas.wordpress.com
El Frente Democrático Nacional (FDN), al que se sumaron integrantes de distintos movimientos surgidos después del sismo. Foto: enriquehuertacuevas.wordpress.com

Con el temblor se perdió también el tradicional control que ejercía en la capital el Partido Revolucionario Institucional (PRI), en las zonas afectadas desapareció el tricolor, el coraje de la población era creciente.

De los movimientos y líderes surgidos a raíz de la gran tragedia que enlutó a la capital surgieron decenas de los integrantes del llamado Frente Democrático Nacional (FDN), una coalición de fuerzas políticas de centro izquierda y de izquierda para buscar la Presidencia de la República en 1988.

El Frente Democrático Nacional tuvo sus orígenes en la Corriente Democrática del PRI, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros, quienes demandaban democratizar la elección del candidato a la Presidencia de México por parte del tricolor. Cárdenas, junto con otros priistas abandonó al partido tras la designación de Carlos Salinas de Gortari como candidato a la Presidencia de México para el periodo 1988-1994.

El 14 de octubre de 1987, Cárdenas Solórzano fue postulado como candidato a la Presidencia por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), a lo que se sumaron el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), el Partido Social Demócrata (PSD) y el Partido Popular Socialista (PPS).

En 1988, gracias a un pacto con la izquierda mexicana y organizaciones sociales, como la Coalición Obrera, Campesina y Estudiantil del Istmo (COCEI) –que había ganado los comicios locales en Juchitán de Zaragoza–, la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), la Asamblea de Barrios de la Ciudad de México (creada tras los terremotos de 1985), la Unión de Colonias Populares, la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata y la Central Campesina Cardenista –fundada por sectores agrarios y campesinos inconformes con el corporativismo del PRI, para apoyar la candidatura del frente–, entre otras, se forma el FDN, el antecedente del Partido de la Revolución Democrática, fundado el 5 de mayor de 1989.

Aunque Cárdenas Solórzano no ganó la Presidencia de México en 1988, el 5 de diciembre de 1997 se convirtió en el primer Jefe de Gobierno de la Ciudad de México emanado de un partido de oposición.

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