Alejandro Calvillo
19/08/2023 - 12:05 am
Fentanilo: entre las corporaciones y los chapitos
“En 2022, Walmart, Walgreens y CVS Pharmacy fueron sentenciadas a pagar 650 millones de dólares, solamente a dos condados de Ohio, por el daño causado en la epidemia de opioides”.
La principal causa de muerte entre los estadounidenses menores de 50 años es la sobredosis de drogas, dos terceras partes causadas por los opioides. Y el principal opioide causante de estas muertes es el fentanilo, un opiáceo sintético. Para dar una idea del poder del fentanilo señalemos que es 50 veces más potente que la heroína. Una vez que se consume, su efecto provoca que sea muy difícil sentir placer fuera de esa sustancia.
¿Quiénes llevaron las muertes por sobredosis, en los Estados Unidos, de 4 mil en 1999 a más de 100 mil en 2021? No fue sólo el crimen organizado de los carteles. Fue el que podemos llamar el crimen organizado de corporaciones farmacéuticas y sus aliados en la distribución.
Sí, el crecimiento de las muertes por sobre dosis ha sido muy acelerado. De las 4 mil en 1999, se pasó a 16 mil en 2010, a 64 mil en 2016 y a más de 100 mil en 2021. Esto se debió, en un principio, al crimen organizado de un grupo de corporaciones, ya que, la propia directora de la Administración para el Control de Drogas, Anne Milgram, señaló que fueron los chapitos los “pioneros” en fabricación e introducción de fentanilo a los Estados Unidos, desde hacía 8 años. Para ese entonces, ya las muertes por sobredosis de opioides estaban creciendo aceleradamente en los Estados Unidos.
La Fiscal general del Estado de Nueva York declaró en 2021 que las corporaciones Johnson & Johnson, McKensson, Cardinal Health y AmerisourceBergen habían prendido la mecha de la adicción a los opioides durante más de dos décadas. Ese año, las corporaciones farmacéuticas habían acordado pagar 26,000 millones de dólares como compensación por su responsabilidad en la crisis de los opioides. Las demandas se fueron no sólo sobre las farmacéuticas que masivamente fabricaron medicamentos baratos basados en opioides promoviendo su uso de manera discriminada como si se trataran de analgésicos comunes, también fue sobre las cadenas de farmacias que promovieron su distribución. Se estima que entre 2006 y 2012 las farmacéuticas y farmacias introdujeron al mercado estadounidense 76 mil millones de analgésicos.
El caso más célebre en la epidemia de opioides es el de la familia Sackler, dueños de la farmacéutica Purdue Pharma, ya que destacaron que entre sus estrategias de mercadeo de su potente opioide OxyContin incluyó la cooptación de asociaciones médicas, visitas personales a profesionales de la salud, difundiendo mensaje que exageraban los beneficios del producto, subestimando sus efectos adictivos. La estrategia que los volvió multimillonarios fue seguida por otras farmacéuticas y por grandes cadenas de farmacias. Desde 2007, las multas sobre Purdue Pharma comenzaron con 647 millones de dólares por engaño y prescribir sus medicamentos como menos adictivos que analgésicos comunes para molestias moderadas y fuertes. Se estableció que el OxyContin tendría que ser prescrito en forma similar a la morfina. El caso federal contra Purdue Phrama continúa en estos días.
Las demandas se ampliaron a las farmacias. En 2022, Walmart, Walgreens y CVS Pharmacy fueron sentenciadas a pagar 650 millones de dólares, solamente a dos condados de Ohio, por el daño causado en la epidemia de opioides. Estas demandas se sumaron a otras que habían comenzado a aparecer por todos los Estados Unidos. Años antes, en 2019, un tribunal de Oklahoma ya había sentenciado a Johnson & Johnson-la empresa que produce una gran cantidad de productos para bebé y sucedáneos de leche materna- a un pago compensatorio de 572 millones de dólares por la crisis de opioides.
Varias demandas se sustentaron en la Ley Federal contra el crimen organizado, conocida como la Ley RICO, por sus siglas en inglés.
Los datos anteriores pueden dar idea del caldo de cultivo que crearon las farmacéuticas, los profesionales de salud y las cadenas de farmacias para el tráfico y consumo de fentanilo, para la peor epidemia de este tipo en los Estados Unidos. La pregunta es: ¿a dónde miraban las agencias del gobierno?
El fentanilo se convertiría en el mayor negocio de los carteles de la droga, muy sencillo y barato de producir y con una ganancia nunca antes vista. Se llega a estimar que un kilo de fentanilo puede costar al productor alrededor de 800 dólares, y su venta en las calles puede dar hasta un millón de dólares en ganancias.
Los efectos del fentanilo van desde la felicidad extrema, a la confusión, sedación, perdida del conocimiento, coma y la muerte. Su consumo puede provocar hipoxia que puede causar coma, daños permanentes en el cerebro y la muerte misma por ausencia de oxígeno en el cerebro. Los dolores provocados por la abstinencia son muy profundos, lo que lleva a fuertes deseos de consumir la sustancia nuevamente.
Las imágenes de las zonas ocupadas por los adictos al fentanilo son apocalípticas. Y como siempre, hay una manera de hacer negocio con todo:
Lo que queda una vez más comprobado es que el modelo estadounidense de libre mercado extremo, que deja a las empresas evaluar el riesgo de sus productos, se convierte en una de las peores amenazas y mayores daños a la salud y el medio ambiente.
Desde los medicamentos hasta los aditivos para alimentos, pasando por los agroquímicos, entre una gran cantidad de productos que se introducen al mercado año con año. Hasta que los daños están hechos y se puede demostrar que provienen de un producto -una demostración muy difícil de lograr ya que nos exponemos cotidianamente a una enorme cantidad de sustancias- es que se logra retirar un producto por los riesgos que representa.
En eso estamos con el glifosato, el herbicida más utilizado, que recientemente la Organización Mundial de la Salud clasificó como un posible cancerígeno y que las corporaciones que lo producen niegan sus riesgos. También ocurre con el aspartame, uno de los endulzantes más utilizados, que recientemente la OMS señaló como no seguro y que, posteriormente, un panel contradijo afirmando que era seguro, demostrándose que miembros de ese panel habían pertenecido a un grupo de presión creado por Coca Cola.
En fin, si pretendemos vivir en un régimen democrático, lo primero que debemos hacer es retornar a la evaluación independiente, sin conflicto de interés, de las sustancias y productos que se han introducido y se siguen introduciendo masivamente al mercado.
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