Ciudad de México, 19 de Agosto (SinEmbargo).- La vida le dio la oportunidad a Francisco Labastida Ochoa de reaparecer en el pódium del auditorio Plutarco Elías Calles trece años después de aquella vez que tuvo que pararse ahí con los ánimos molidos, los ojos vidriosos buscando a su esposa, Teresa Uriarte, y la voz quebrada para aceptar su derrota presidencial frente al panista Vicente Fox Quesada.
Este domingo, sin ningún titubeo en la dicción pero con el pelo más encanecido y los surcos profundos en el rostro, llevó la propuesta de Reforma Energética de Enrique Peña Nieto al Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la cual fue tomada como bandera de transformación aunque no se haya hecho ninguna mención sobre la corrupción en Petróleos Mexicanos (Pemex) ni de los líderes que, como Carlos Romero Deschamps, han saqueado a la paraestatal.
De hecho, en la primera fila del auditorio, estaba aplaudiendo ayer el líder que controla al gremio de petroleros desde hace 18 años y a quien la Procuraduría General de la República (PGR) logró documentarle ser parte de una triangulación ilícita que tomó más de mil 500 millones de pesos de Pemex para abonarlos al Sindicato de Romero Deschamps y luego usarlos para la campaña presidencial de Labastida.
Entre hombres con ese oscuro pasado se vitoreó la reforma de Peña Nieto y se atacó con adjetivos como “acólitos” del General Lázaro Cárdenas del Río a quienes se oponen al giro que los priistas quieren darle a la industria petrolera. Allí mismo el sector campesino volvió a declararse listo para salir a tomar las calles con el afán de defender la propuesta de Los Pinos. Todos aplaudieron hasta los ex presidentes del PRI como Gustavo Carbajal.
“El partido le expresa su solidaridad al Presidente por la iniciativa de reforma, es totalmente congruente con las modificaciones a los estatutos de partido”, dijo Labastida Ochoa a 20 gobernadores del PRI, líderes de todos los organismos que aglutinan a organizaciones populares, obreros, campesinos, jóvenes y mujeres en el país, así como a los coordinadores del partido en el Senado y Cámara de Diputados.
“Vamos por ella, vamos a conseguirla”, arengó César Camacho Quiroz, máximo líder tricolor, después de oír a Labastida, quien llegó como enviado de Peña Nieto a la sede del partido de la que los mariachis se fueron despedidos desde las cuatro de la tarde del 2 de julio de 2000, luego de que el ex Secretario de Gobernación supiera que los resultados de la elección presidencial no le habían favorecido.
EL MENSAJERO
Después de la derrota, Labastida se prometió a sí mismo retirarse de la política. Puso un despacho al que llamó Consultores en Desarrollo y Finanza (Codefi) y empezó a irle bien haciendo asesorías a gobiernos y empresas. Pero en 2006, Jesús Aguilar Padilla, Gobernador de Sinaloa, lo buscó y le ofreció volver a la política como candidato a Senador. Era fácil que ganara, porque según encuestas mandadas a hacer por el propio gobierno como las de Consulta Mitofsky, Labastida estaba bien calificado.
Tan sólo estaba por debajo de la popularidad del gran ídolo del cine de oro nacional: Pedro Infante, oriundo de Guamúchil, muerto medio siglo antes. Labastida se animó y entre sus principales planes estaba modernizar el sector energético. Por eso desde el Congreso era un aliado de Felipe Calderón Hinojosa, quien en 2008, como Presidente de México, intentó fallidamente abrir Pemex a la industria privada.
Poco después de las elecciones de julio de 2012, Labastida empezó a asesorar a Peña Nieto en el tema.
El último día de agosto del año pasado dejó el escaño y aunque no fue nominado en el equipo de transición, desde antes sostenía encuentros con el ex Gobernador del Estado de México para ponerlo al día en el tema que se veía como un asunto inaplazable del sexenio, reveló el propio Labastida a este reportero en sus oficinas en Las Lomas.
Labastida estudió economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a pesar de que a los 17 años su madre lo había inscrito en un colegio privado en San Diego, California, para que cursara una ingeniería e instruirse en el manejo de unos negocios que su familia estaba dispuesta a heredarle en Sinaloa.
Él se opuso y prefirió venir a la ciudad de México para hacer sus estudios, luego involucrarse en la función pública y posteriormente hacer trayectoria política en el PRI. Fue Gobernador de Sinaloa y tres veces Secretario de Estado, entre éstas la de Energía y Minas durante la administración de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988).
“Tenemos petróleo en el sureste del país, en aguas someras que vale 6 o 7 dólares sacarlo. En cambio en el golfo cuesta 40 dólares sacarlo, no hay proporción de lo que se dice con la realidad que existe, yo dije hace tres años, que teníamos tres riesgos. Uno: que cayera el crecimiento de la economía internacional; dos: que las finanzas de Pemex estuvieran en graves crisis, Pemex debe mucho más de lo que valen todos su activos (17 mil millones de dólares) y tres: que el Seguro Social estuviera quebrado”, dijo Labastida en aquella charla mañanera y con el nudo de su corbata flojo.
Pero ayer al hablar ante los priistas, donde además de los lideres acudieron más de mil representantes de sectores, barrios y colonias populares de todo el país, Labastida no dio números, tampoco explicó cómo va a funcionar el esquema de utilidad compartida –un término nunca usado por las petroleras del mundo, pero que según la oposición es un eufemismo para encubrir los contratos de riesgo para ir por el petróleo a aguas profundas con empresas privadas.
Labastida simplemente pidió el apoyo para el proyecto del Presidente de la República. “La reforma constitucional es indispensable, pero no es suficiente, después habrá que trabajar en las leyes secundarias y los reglamentos, los cambios darán instrumentos que nos permitirán avances muy importantes, como son reducir las pérdidas en refinación”, dijo y no explicó en qué consisten (es ahí donde la posición enciende los focos y pone la lupa).
Apeló a la confianza del proyecto redactado en Los Pinos. “Ni hay concesión, ni contratos de riesgo, el petróleo y el gas son y seguirán siendo de los mexicanos, la iniciativa evita dar concesiones, pero crea nuevos instrumento que permiten fomentar la inversión y la tecnología de punta”, expresó sin decir más en un discurso de apenas tres cuartillas. Y todo el priismo se rindió a las tres cuartillas con las que llegó bajo el brazo.
Vinieron las vivas. Una batucada con tambores y matracas cantó de fondo y elogió a Peña Nieto como el líder de México que va a transformar al país. “Yo si le voy le voy a Peña”, se escuchó con un tono ensordecedor. Los líderes de los barrios y la gente que se había disputado los asientos casi a golpes levantaron el puño y no dejaron de corear cada que alguien terminaba o empezaba un discurso.
Ningún Gobernador priista faltó a la cita. Estaba desde el que su estado registra más periodistas muertos, hasta el que tiene acusaciones en los tribunales electorales por haberse metido hasta la médula de las elecciones locales de julio pasado.
Emilio Gamboa Patrón, quien seis años después de haber sido exhibido, como Senador, en una conversación telefónica siguiendo las instrucciones de un empresario para que frenara una ley de juegos y casinos, prometió a Peña Nieto todo el apoyo de la bancada del PRI a favor de la Reforma Energética. Lo mismo dijo Manlio Fabio Beltrones, coordinador del PRI en la Cámara de Diputados. Ambos llenaron de elogios a Labastida Ochoa.
Pero en menos de dos semanas y por tercera vez, el PRI volvió a mostrar que está dispuesto a defender la propuesta de Los Pinos no sólo en el Congreso y con argumentos en la tribuna sino en las calles con los más pobres del país a la cabeza: los campesinos aglutinados en la Confederación Nacional Campesina (CNC) que dirige Gerardo Sánchez, quien en su discurso volteó a mirar a Francisco Labastida Ochoa, el representante de Peña Nieto en ese momento.
“No nos asustan las calles, ya hemos salido y volveremos a hacerlo. No nos asustan nuestros adversarios, a grandes males, grandes remedios”, expresó en la Comisión Política Permanente del PRI. Todos los priistas se veían felices, pero además de César Camacho Quiroz, el otro que era el centro de los abrazos era Francisco Labastida Ochoa, apretujones de felicitaciones añorados la noche del 2 de julio de 2000, en que salió desecho y rumbo a su casa a tomarse un caballito de tequila con su esposa.