Trump fue un gran candidato y tiene una conexión profunda con muchos de sus votantes. Si a esto le sumamos la buena marcha de la economía y el simple hecho de que EU suele reelegir a sus presidentes, hay que andarse con cuidado de aquí al 3 de noviembre de 2020.
España, 19 de junio (ElDiario.ES).- Donald Trump arrancó anoche su campaña para la reelección con un mitin multitudinario en un estadio de la NBA. No había mucho suspense sobre su decisión de presentarse porque siempre había dicho que quería quedarse ocho años, pero la gran incógnita sigue abierta: ¿le darán los votantes la oportunidad de repetir? Vamos a por los datos.
TIENE EL VIENTO A FAVOR
Hay una dura realidad: un Presidente que se presenta a la reelección casi siempre gana, eso es estadísticamente cierto. Hace ya 30 años desde la última vez que un presidente perdió sus segundas elecciones y, en el último siglo, solamente cuatro personas han perdido unas elecciones viviendo en la Casa Blanca. Así que Trump, solo por eso, ya tiene ventaja. Durante las últimas décadas, el modo más exitoso de predecir el resultado en EU se ha basado en dos variables: si el candidato era ya el presidente y el estado de la economía del país. Y en lo de la economía, también a Trump le va bien.
Hay que asumir que la gran mayoría de los votantes estadounidenses no están pulsando “refrescar” cada cinco minutos en The New York Times para leer indignados la última barbaridad que ha dicho el presidente. De hecho, la gente que decide las elecciones no suele leer The New York Times, pero sí que lee muy habitualmente el extracto de su cuenta corriente. Y la economía estadounidense de la era Trump va como un tiro: el paro está en el 3.6 por ciento, el más bajo de los últimos 50 años. Wall Street, donde medio país tiene invertido el dinero de su futura jubilación, ha subido un 33 por ciento desde el día en que tomó posesión. Y para encontrar un momento de mayor crecimiento económico, hay que viajar dos décadas al pasado. Por supuesto, se puede argumentar que todo esto no es obra suya o que hay nubarrones en el futuro por su guerra comercial contra China, pero de nuevo debemos recordar que la mayoría de los votantes no profundiza tanto. ¿Con Trump vivimos bien? Con Trump vivimos bien.
¿QUÉ DICEN LAS ENCUESTAS?
Las encuestas dicen muchas cosas y todas hay que mirarlas con cautela. Empecemos por la popularidad de Trump, por su nivel de aprobación: en el último año, las cifras se han mantenido bastante estables y podemos decir que algo más de la mitad de la gente le da un suspenso, mientras que entorno al 40% le aprueban ¿Qué significa esto? Pues pinta un mal panorama para Trump, porque la última vez que un presidente fue reelegido con una aprobación por debajo del 48 por ciento fue en… 1952. Además si miramos a los “match-ups”, es decir, las encuestas que miden cómo lo haría Trump en una elección frente a cada uno de los candidatos demócratas a sucederle, vemos que pierde con casi todos ¿Eso quiere decir que ya está muerto y enterrado? No, nada de eso.
Para empezar, es todavía muy pronto. Queda casi año y medio para las elecciones y, a estas alturas de la película, en su día Obama era un perfecto desconocido y Trump poco más que un chiste. La inmensa mayoría de los votantes no ha empezado a prestar atención y en las encuestas brillan los nombres más conocidos. Además, y esto es enormemente importante, Trump todavía no tiene un rival. Es prácticamente seguro que él será el candidato republicano, pero los demócratas aún tienen que elegir en primarias entre una veintena de aspirantes que quieren enfrentarse al presidente en noviembre de 2020. Si en algo es bueno Trump, es en definir a sus adversarios: les pone motes, les provoca, explota sus puntos débiles… Aún no ha lanzado todo su arsenal contra uno de ellos porque no sabe todavía con quién se las verá, pero es seguro que el elegido sufrirá más en las encuestas cuando lleve encima el peso de la candidatura demócrata.
OPOSICIÓN DIVIDIDA, BASE SÓLIDA
Los republicanos llevan una década a la greña: una batalla cruenta de radicales contra moderados en la que, una y otra vez, los radicales de ayer acaban por convertirse en los moderados de hoy. El punto de mayor violencia se produjo en las elecciones de 2016 que ganó Trump, cuando buena parte del establishment del partido rechazaba abierta o soterradamente a su candidato. Sin embargo, eso se acabó. La victoria de Trump es total, el partido es suyo.
En torno al 90 por ciento de los republicanos aprueban la gestión del presidente y un 96 por ciento de los estadounidenses que le votaron no se arrepienten de haberlo hecho. Eso es una base sólida de cara a las próximas elecciones y, lo que es más importante, bien repartida geográficamente. Recordemos que las elecciones en EU no las gana el que saca más votos, sino el que logra la mayoría en un complicado sistema que beneficia a los estados con menos población. Hillary Clinton logró unos tres millones más de votos pero, si los demócratas no logran arrebatar a Trump la victoria en al menos tres estados medianos, podrían estar otros cuatro años llorando amargamente por el sistema electoral.
Los demócratas, al contrario que los republicanos, llegan a estas elecciones mucho más divididos que de costumbre. En lugar de tener dos o tres candidatos fuertes en primarias como ha sucedido en las últimas décadas, esta vez tienen que elegir entre 23 personas. Y aunque el partido está unido en su rechazo a Trump, surgen diferencias entorno a cómo lograrlo (impeachment sí, impeachment no) y también sobre si electoralmente es mejor el giro al centro o proponer medidas más izquierdistas.
¿GANARÁ TRUMP OTRA VEZ?
Es imposible saberlo, pero tiene más posibilidades de las que uno diría a primera vista cuando le ve ir de escándalo en escándalo. A pesar de todos sus defectos, Trump fue un gran candidato y tiene una conexión profunda con muchos de sus votantes. Si a esto le sumamos la buena marcha de la economía y el simple hecho de que EU suele reelegir a sus presidentes, hay que andarse con cuidado de aquí al 3 de noviembre de 2020.