Desde su salida de la prisión en Nayarit, la única vez que el médico José Manuel Mireles Valverde dejó Michoacán fue para visitar un hospital de la Ciudad de México. Ahora, con un catéter en el corazón y lo que parece el fin de un proceso judicial, recupera de a poco la salud y las causas que lo hicieron una figura controvertida.
Un fuerte sol entra por la ventana del domicilio de Morelia donde Mireles decidió ser entrevistado por SinEmbargo. Camina con absoluta parsimonia, quizá para no agitarse, no cuenta con la cabellera y el bigote de hace unos años, y al hablar, recobra destellos de la fuerza de antaño.
En la entrevista más amplia desde que dejó las celdas, Mireles pinta un país carcomido por las injusticias, pero advierte, el hartazgo tiene límites.
PRIMERA DE DOS PARTES.
Con fotos y video de Cri Rodríguez, SinEmbargo
Morelia, Michoacán, 19 de junio (SinEmbargo).– La vida política del país fue sacudida el 12 de mayo, cuando el líder de los autodefensas de Michoacán José Manuel Mireles Valverde logró la aprobación para seguir su proceso judicial fuera de prisión.
En 2013, Mireles Valverde llamó la atención internacional al momento de hacer oficial un levantamiento en armas en el municipio de Tepalcatepec, en la región conocida como Tierra Caliente. La intromisión del cártel Los Caballeros Templarios se había extendido con una amplia gama de delitos, que iban desde la extorsión, la decapitación de hombres e incluso la violación de niñas.
Fue entonces que el doctor Mireles, junto con vecinos y otros comunitarios, se organizaron para combatir palmo a palmo a los delincuentes. Su participación como líder de ese movimiento lo volvió una celebridad, pero también en un rebelde que, de acuerdo con analistas políticos, estorbaba los propósitos del Gobierno federal por pacificar, bajo sus condiciones, a esa zona del territorio michoacano.
Sin rendirse a las exigencias de Alfredo Castillo Cervantes, quien fue nombrado comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral del Estado Michoacán el 15 de enero de 2014, y abandonado por sus antiguos colaboradores, José Manuel Mireles fue detenido por policías federales y militares el 27 de junio de 2014, en Lázaro Cárdenas, Michoacán, acusado de violar la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos de México.
Luego de casi tres años en prisión, en los que se autonombró preso político y recibió el apoyo de organizaciones civiles nacionales y extranjeras que clamaban por su liberación, el 11 de mayo de 2017 un juez federal le concedió la libertad tras pagar una fianza de 30 mil pesos y se le condicionó a no salir del estado de Michoacán ni del país.
Hoy, desde Morelia, el doctor Mireles habla de sus años en la lucha, la forma en que considera el Estado mexicano le tendió una trampa, y de su futuro: Salvo unos retratos familiares no podría decirse que éste, donde hoy vive, es un hogar. La falta de artículos le dan un tono impersonal al recinto.
Mireles Valverde viste una holgada camisa y el sombrero con el que incluso se identifica su silueta. El bajo optimismo por su salud, se compensa con la exaltación que le provoca hablar de la reciente historia de Michoacán, que también es la suya.
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—En el levantamiento, ¿alguna vez usted se sintió por encima de la Ley?
—Jamás. Siempre actúe conforme a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El artículo 10 de la Constitución es muy claro. Todo ciudadano mexicano tiene derecho a poseer un arma para su legítima defensa. En ninguna parte de la Constitución dice la matrícula ni la marca. Tampoco te ordena que la tengas sepultada en el lodo, bajo los colchones o encerrada bajo llave. De qué sirve un arma en esas condiciones, si delante de ti están matando a tus hijos, a tus hermanos y a tus padres. ¿De qué sirve?
—En algún momento, ¿dispuso de la vida otras personas?
—Jamás. Nuestra única consigna era fortalecer siempre nuestras barricadas, trincheras, para que esa gente no volviera a tomar nuestros pueblos. Tomando nuestros pueblos, tomaban nuestras vidas, nuestras haciendas, ya eran dueños de nuestra productividad, propiedad, y nuestras hijas. Las trataban como si fueran de ellos, a las de 10, 11, 12 años. Y delante de ti te decían: "Me la bañas y me la cambias, y ahorita me la voy a llevar". Muchos padres se las bañaban, se las cambiaban y se las daban. Se las regresaban a los seis meses de embarazo, ya cuando eran muy inútiles para ellos en sus porquerías. Eso es lo que pasaba. Yo jamás tuve la necesidad de mandar a matar a nadie.
—¿Lo agredieron a usted?
—Yo quería tragarme a los desgraciados que por su culpa murió mi madre, cuando fue el segundo secuestro en mi familia, a mi hermana la más chica. Yo me los quería tragar, yo no traía arma. Y me preguntaban, ¿y si te los encuentras? Pues me los voy a tragar, a mordidas o como sea, pero me los voy a tragar, respondía. Lo mismo que le hicieron a mí y a mi familia se lo hicieron a otras familias. No ocupé la venganza, ni nada de eso. No fue necesario.
—¿Desde dónde se gestionó su captura?
—Eso ya lo sabemos todos: Fue desde el Estado mexicano.
—¿Qué hubiera pasado si Mireles no hubiera sido encarcelado?
—Yo pienso que tres meses más, y limpio todo el estado de Michoacán, porque habíamos limpiado a las principales regiones productivas del estado.
—¿El Estado no estuvo de acuerdo con que usted limpiara Michoacán?
—No les conviene que no haya crimen, porque se mantienen del crimen. Así son estos políticos y gobernantes que tenemos ahora. No se mantienen del sueldito que deben ganar siendo empleados del pueblo. Porque según el Artículo 39 de la Constitución, todos ellos: presidentes municipales, senadores, diputados, Presidente de la República, son empleados del pueblo, pero actúan como verdugos del pueblo.
—En el caso de su detención el tema son las armas. Entiendo que el mismo Alfredo Castillo, entonces comisionado federal en Michoacán, había autorizado la portación de armas…
—Claro, para todos. […] En la reunión del 14 de abril, de lo que ahora es el Cereso de Tierra Caliente, fue la reunión de los acuerdos del supuesto desarme. Nos pidieron que armáramos a nuestros escoltas, que registráramos las armas y que se pasaran todos los exámenes que hacen: psicométrico, psicobiológico, antidoping, etcétera, etcétera, puro teatro, pura estupidez.
—¿Entonces ellos mismos registraron sus armas?
—No pueden decir ellos que no sabían que no traíamos armas registradas, si ellos mismos las registraron. No hay más de que una Secretaría de la Defensa Nacional. No hay más que una sola Ley de armas de fuego y exclusivas del Ejercito. No hay más.
Hacia mayo de 2014, apenas dos meses antes de que Mireles fuese detenido por la supuesta portación de armas de uso exclusivo del Ejército, más de 6 mil armas de autodefensas habían sido registradas y de éstas 4 mil 500 eran para uso militar.
—Además de las armas aparecieron unas pequeñas cuotas de estupefacientes…
—Todo es falso. Tanto las armas que echaron, como los estupefacientes. El encargado de mi aprehensión llega y me avienta unos fierros viejos bien oxidados. Y me dijo: "Mira lo que te voy a cargar". Le dije: "Señor mis armas, están nuevecitas y están en su casa". Le dije: "Yo no ando cargando pendejadas". Y todavía me dice: "Pues yo no sé qué le hiciste al pendejo de Castillo, pero es él quien me mandó a chingarte".
—Citando todas estas irregularidades, ¿cree que Alfredo Castillo debería estar preso?
—Pues ya sabemos que el sistema premia a sus súbditos los más criminales, los más bandidos. ¿Qué esperamos del sistema que tenemos ahorita?, ¿qué lo aprese?, cómo lo van a apresar si es de los más allegados del Presidente de la República, primo hermano del Procurador General de la República, él fue el que nos dejó el Procurador que tiene Michoacán. Nos dejó a la delegada de la PGR que tiene Michoacán. Él fue el que uniformó a Los Viagras, les dio armas, les dio credenciales y son los líderes de los cárteles ahorita. ¿Quién es más criminal? Manuel Mireles, que lo único que hizo fue defender su vida y su pueblo, o el que vino a armar a los criminales para que nos siguieran jodiendo a todos los civiles.
—Hablamos de su estancia en prisión. ¿Sus antiguos compañeros autodefensas le siguieron apoyando en prisión o le dieron la espalda?
—Al contrario se me sumó muchísima más gente a dar todo su apoyo moral. Pero la gente tiene mucho temor de luchar contra el sistema. Oiga, fue a visitarme el General Gallardo [José Francisco Gallardo Rodríguez ], el Padre Solalinde [Alejandro Solalinde Guerra], el Obispo Vera [José Raúl Vera López], el Senador Ruffo [Ernesto Ruffo Appel], el Senador Corral [Javier Corral Jurado], y no los dejaron entrar. Ese es el grado de incomunicación en el que me tenían. No creo que yo estuviera solo con esas grandes personalidades tratando de hablar conmigo. Al contrario.
—¿Usted guarda rencor en contra de las personas que lo metieron preso?
—No, fíjate. En primer lugar porque son estúpidos que sólo obedecieron órdenes. Les dije: "Cumplan con su trabajo, yo no quiero ser culpable de que por mí no les den de tragar a sus hijos este año". Pero Dios es grande. Yo creo que en la justicia divina. No puedo darme el lujo de odiar a ningún estúpido, porque sería rebajarme a su nivel. No son hombres, yo sí, y peleé junto con hombres. Esa es la gran diferencia entre esos estúpidos y tu servidor.
—Se ha vuelto una figura polémica. ¿Sólo Dios puede juzgarlo?
—Yo creo que es el único. La Constitución te puede juzgar, pero quién va ser el Juez que amparado en la Constitución va hacer justicia. Toda esa bola de señores que se ostentan de jueces y magistrados sólo obedecen órdenes de un solo estúpido. La misma Constitución dice que todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario. Y qué hacen estos desgraciados, primero te vas al pinche bote, y ya que termine el proceso, si eres inocente que te vaya bien.
—Viendo todas estas irregularidades, ¿su salida está acompasada con los tiempos del fin del sexenio?
—Mira, mi respuesta como preso político es que la Constitución jamás me iba ayudar a salir. No en sí por el espíritu de justicia de la Constitución, sino por el espíritu chingativo de los que manejan la Constitución. Esa es la realidad. Si quisieran enjuiciarme ya hubiera salido libre, porque ya cumplí. Son cuatro años de cárcel a quien trae un arma, siempre y cuando no traiga registro, ni cotación, ni nada. Yo traía todo [en regla]. Y se paga con las dos terceras partes de la pena compurgada.
—¿Lo vamos a seguir viendo enrolado en causas sociales?
—Estoy abriendo más trincheras y a otros niveles. No estoy cerrando las mías, estoy aumentando las mías. Porque el movimiento social nunca va terminar hasta que no exista la paz en Michoacán y en la Nación. Todo depende de que el Gobierno federal se decida a otorgar la paz que el pueblo le exige y le demanda, y que además tiene todo el derecho de exigirle, de gritarle y de demandarle.
—Las injusticias persisten…
—Lo saben en todas las televisiones, un desgraciado se roba 5 mil 800 millones de pesos y sale libre con 7 millones de fianza. Mientras que al señor que se roba una gallina le dan 10 años de prisión, como lo denuncia un chiquillo de Quintana Roo. ¿Dónde está la justicia? Y si la justicia nada más es para el 10 por ciento de los mexicanos, ¡aguas! El 90 por ciento ya estamos despertando. Y sabemos usar armas. Si las armas legales no nos funcionan, sabemos usar las otras, y somos perfectos, somos excelentes tiradores. Aguas. O se empareja la justicia o hacemos lo que nos enseñó la maestra de párvulos Arcelia Sandoval, si la justicia se contraviene contra el derecho, la justicia debe prevalecer, aunque la justicia nazca de las manos del mismo pueblo. Y cuando eso sucede ya no hay vuelta para atrás y eso lo sabemos, ustedes lo saben porque está escrito en todos los libros de historia. Y ese es el futuro que le espera al sistema mexicano, si no empieza a respetar la Constitución.