Las áreas protegidas más impactadas se encontraron en Asia, Europa y África, en lugares con poblaciones humanas “masivas”.
Washington, 18 mayo (EFE).- Un tercio de las áreas protegidas del mundo, es decir, casi 6 millones de kilómetros cuadrados, se ven afectadas por la construcción de carreteras, el pasto y la urbanización, entre otras actividades, según un estudio publicado hoy por la revista especializada Science.
El informe, dirigido por Kendall Jones, de la Universidad de Queensland en Australia, denuncia la intensa presión humana que sufre esta presuntamente protegida superficie, que es equivalente al doble del tamaño de Alaska (EU).
“Una red de áreas protegidas bien administrada es esencial para salvar especies. Si permitimos que se degrade esta red, no hay duda de que las pérdidas de biodiversidad se verán exacerbadas”, señaló Jones.
El estudio es un control del cumplimiento de los compromisos adquiridos bajo el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), firmado en 1992 con el objetivo de detener la pérdida de biodiversidad a través de la creación de áreas protegidas.
Desde ese año, la extensión global de las áreas protegidas se ha duplicado aproximadamente, ya que estas zonas cubren ahora más del 15 por ciento del área terrestre, pero se ha demostrado que el reconocimiento bajo esta denominación no es suficiente para impedir la acción humana agresiva.
Aunque los objetivos de gestión difieren, desde áreas estrictas de conservación de la biodiversidad hasta zonas que permiten ciertas actividades humanas y la extracción sostenible de recursos, el objetivo principal de todas las áreas protegidas es conservar la naturaleza.
La investigación liderada por Jones, titulada Huella humana, determinó que el 32.8 por ciento de la tierra protegida está “altamente” degradada.
En lo que se refiere a las áreas protegidas creadas antes de que el CDB fuera ratificado en 1992, el 55 por ciento ha experimentado aumentos de presión humana desde entonces.
“Los gobiernos afirman que estos lugares están protegidos por el bien de la naturaleza, cuando en realidad no lo están. Esta es una de las principales razones por las que la biodiversidad aún está en declive catastrófico”, apuntaron los investigadores en su artículo.
Las áreas protegidas más impactadas se encontraron en Asia, Europa y África, en lugares con poblaciones humanas “masivas”, según el estudio.
Para Jones y su equipo es “crucial” que los países reconozcan los logros de conservación que se pueden conseguir mejorando y restaurando áreas protegidas degradadas, al tiempo que se respetan las necesidades de la población local.
A pesar de que la tónica del informe es negativa, los autores destacaron que las áreas protegidas con objetivos estrictos, es decir, con niveles altos de blindaje, están sujetas a niveles considerablemente más bajos de presión humana.
Algunas de estas áreas protegidas menos impactadas incluyen el Santuario de Vida Silvestre Keo Seima en Camboya, el Parque Nacional Madidi en Bolivia y la Reserva de la Biosfera Yasuní en Ecuador, lugares donde la Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre (WCS, en inglés) ha realizado considerables inversiones de conservación y por lo tanto ha logrado evitar la degradación.
“Sabemos que las áreas protegidas funcionan: cuando están bien financiadas, bien administradas y bien ubicadas, son extremadamente eficaces para detener las amenazas que causan la pérdida de biodiversidad y garantizar las especies regresan al borde de la extinción”, apuntó el también profesor de la Universidad de Queensland, James Watson, coautor del estudio.