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NOROESTE

Casa de cartón, sin agua. Tienen 10 y 14 años, y un sueño. Y cruzan cerros y van por él, a la escuela

19/05/2018 - 2:55 pm

Juan, de 10 años, y su hermana Naydelin, de 14, son ejemplo de fortaleza, esfuerzo y superación: invierten 40 minutos para subir y bajar dos cerros para tomar el camión que los llevará a su escuela ubicada en la colonia 21 de Marzo, de Culiacán, Sinaloa. El quiere ser empresarios y ella arquitecta.

Sus padre compra plantas en un vivero y las revende en las calles y tianguis. El dinero que obtiene es para sostener a su familia y enviar a sus hijos a la escuela.

Juan y Naydelin, sus hermanitos, Dalila Esmeralda, de 4 años, y Tiana Azucena, de 11 meses, así como sus padres, Juan y Olga, ambos de 35 años, viven en una casa de cartón, enclavada en la punta del cerro de la Ampliación 5 de Febrero, en un cuartito con dos camas duermen los seis, sin servicio de luz ni de agua.

Por Claudia Beltrán

Sinaloa/Ciudad de México, 19 de mayo (Noroeste/SinEmbargo).– Decididos a lograr sus sueños, una niña y un niño de Culiacán brincan obstáculos, superan barreras, vencen adversidades.

Él quiere ser empresario, mientras que ella, arquitecta. Saben lo lograrán. La ausencia de bienes materiales no los limita. Sus sueños los mantiene de pie.

En una vivienda de cartón, enclavada en la punta del cerro de la Ampliación 5 de Febrero, vive Juan, de 10 años, y su hermana Naydelin, de 14, ambos son ejemplo de fortaleza, esfuerzo y superación.

La casa de los menores es frágil, no resistiría un fuerte viento. Sus paredes y techos están hechos con palos, cartón huevero, hule, pedazos de lámina negra y galvanizada.

Ese sector de Culiacán parece un desierto. Sólo ramas secas. Ningún árbol frondoso que proporcione sombra para huir de los fuertes rayos del sol, tampoco se puede recurrir a un abanico, porque no hay energía eléctrica.

El agua de consumo doméstico la reciben de pipas una vez a la semana. La cuidan como oro.

Ir a la escuela es subir y bajar dos cerros. Es como caminar en medio de un desierto. Foto: Marco Ontiveros, Noroeste
Naydelin necesita unas calcetas para su escuela. Foto: Marco Ontiveros, Noroeste

CAMINATAS DE 40 MINUTOS

En dos reducidos cuartos viven Juan y Naydelin, también sus hermanitos, Dalila Esmeralda, de 4 años, y Tiana Azucena, de 11 meses, así como sus padres, Juan y Olga, ambos de 35 años.

Juan, el padre compra plantas en un vivero y las revende en la calle y tianguis de las colonias, Huizaches y 5 de Febrero. El dinero que obtiene es para sostener a su familia y enviar a sus hijos a la escuela.

En esa casa de la Ampliación 5 de Febrero, a veces, las tortillas faltan, porque los padres dan preferencia a la educación de Juan y Naydelin, quienes corresponden a ese esfuerzo y lo hacen con ganas.

Para los menores ir a la escuela ubicada en la colonia 21 de Marzo, implica preparación psicológica y resistencia física. Cumplir ese objetivo, es un verdadero desafío, no cualquiera lo pasa.

Cuando llegan a la escuela, nadie sabe el esfuerzo que hay detrás de ellos. Los dos tienen que caminar algunos 40 minutos para abordar el camión que los lleve al plantel. Juanito va a la primaria en la mañana y Naydelin, a la secundaria, en la tarde.

Ir a la escuela es subir y bajar dos cerros. Es como caminar en medio de un desierto. Es un verdadero reto. Los menores tienen que sortear en el piso piedras y tierra suelta. Tierra que hace que los niños resbalen y caigan.

Sin embargo, ante las caídas, los menores inmediatamente, y sin renegar, se levantan, se ponen de pie y continúan su trayecto. La escuela, el destino final de esa odisea.

DESPUÉS DE LA TRAVESÍA

Maydelin sale de su casa pasada las 12 del día, dos horas después, llega su hermanito Juan. Los dos no escapan del “fuego” del día. Mientras caminan, las temperaturas queman su piel, el calor los sofoca, les corta la respiración, las rodillas resienten el cansancio. Respiran por la boca.

El sol y el esfuerzo hace que los menores suden. Con las manos se secan el sudor que brota por la frente, cae en las pestañas, se escurre por las mejillas. Las manos fungen como abanicos para echarse aire en la cara, la garganta se seca.

Juanito hace un esfuerzo adicional. Sube y baja cerros con su pesada mochila con libros de quinto grado. En la espalda carga varios kilos de papel. Su caminar es más pausado.

Las casas y terrenos apartados, se vuelven mudos testigos del esfuerzo de Juanito, que quiere ser empresario y Naydelin, arquitecta. Saben que el estudio es la base para lograr sus objetivos. Sus padres los respaldan y siempre están al pendiente de ellos.

"Mi esposo gana para la comida y para mandar a los niños a la escuela", externa Olga, la madre.

Cuando el pequeño Juan llega a casa dice que le pulsa la cabeza, le duele. Su madre le responde que debe ponerse gorra para protegerse del sol. Le pide que descanse un rato y después le da un plato de sopa de fideo.

Terminando de comer, Juan hace su tarea. Dice le gusta ir a la escuela, le agrada aprender. Estudiará para ser empresario. Trabajador no quiere ser. Sino dueño de algún negocio.

Juan quiere ser empresario y Naidelyn, arquitecta. Foto: Marco Ontiveros, Noroeste

SIN AGUA NI ENERGÍA ELÉCTRICA

Antes de irse a la Ampliación 5 de Febrero, sus padres rentaban una casa en la colonia 21 de Marzo. Así estuvieron siete años, hasta que ya no pudieron pagar mil pesos mensuales, además de los recibos del agua y la luz. Pagaban renta o comían.

Por 5 mil pesos les traspasaron ese terreno en la Ampliación 5 de Febrero. Construyeron dos cuartitos de lámina. En un cuartito con dos camas duermen los seis. En una cama Naydelin y Juanito, y en la otra, sus padres y hermanitos.

Para las 19:00 horas ya deben haber cenado porque luego cae la noche y nada se ve. No hay nada qué hacer. Cuando la luz es necesaria, Juan, el papá, conecta unos cables en la pila de su vieja camioneta. El cable da energía a un foco y aprovechan la luz por poco tiempo.

Cerca de su vivienda hay una casa que jala luz de un poste. De esa casa puede jalar también él energía, sin embargo, hay una distancia como de ocho metros y para comprar cable y pagar mano de obra, requerirá algunos ocho mil pesos. Imposible, no los tiene.

Juan, el padre, menciona que él sólo pudo estudiar la secundaria. La economía no le permitió a su familia seguir enviándolo a la escuela. Con sus hijos no quiere pase algo similar. Los apoyará hasta que ellos decidan. El esfuerzo siempre se hará.

Cuando Naydelin se va a la secundaria, Olga, la madre, la sigue con la vista, hasta que se le pierde en esa especie de desierto. Lo mismo pasa con Juan, como a las 14:00 horas lo espera “brote” del cerro, regresando de la escuela a casa.

A pesar de la adversidad, los menores continuarán buscando sus sueños contra el viento.

¿QUIERE AYUDAR?

Naydelin necesita unos tenis que le permitan caminar cómodamente 40 minutos en medio de tierra suelta y piedras. Calza del 25.

También requiere otro uniforme para su secundaria técnica y calcetas blancas. Actualmente sólo tiene dos pares.

A Juanito le gustaría una bicicleta, no importa que sea usada. Ese vehículo lo ayudará a reducir tiempos. De igual forma una mochila y libretas para el próximo ciclo.

Olga, la madre, necesita una taza para hacer sus necesidades fisiológicas y cerrar la fosa que genera mal olor y muchas moscas. No importa que esté usada.

Cualquier ayuda puede dejarla en Noroeste (Calle Gral. Ángel Flores 282 Oriente).

Si necesita más información puede llamar al 759 8100.

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