Leopoldo Maldonado
19/04/2024 - 12:02 am
Tambores de guerra
“La tragedia de muerte y desplazamiento forzado es consecuencia de una disputa regional y ejercicios de poder, eso es cierto”.
La reciente escalada del conflicto entre Irán e Israel volvió a prender las luces de alarma. En Europa del Este, oficiales de la Unión Europea pintan un panorama fatalista respecto al incremento de las hostilidades con Rusia, teniendo como telón de fondo la invasión a Ucrania ocurrida desde 2022. Hace décadas que no se hablaba de forma tan seria de una Tercera Guerra Mundial.
El mundo se acerca peligrosamente a una crisis de proporciones nunca vistas. En un contexto donde el cambio climático ya comienza a cobrar factura y los países de casi todo el mundo enfrentan procesos de des-democratización, una posible conflagración mundial suma a un panorama poco alentador.
Vladimir Putin lo dijo claramente: la caída de la Unión Soviética fue la mayor tragedia geopolítica del siglo XX. La pérdida de hegemonía a nivel global, trajo consigo duros años de crisis económica en una transición de una economía de corte socialista a una capitalista. Del lado del bloque vencedor, “el fin de la historia” cristalizaba una aspiración a consolidar un mundo unipolar por parte de los Estados Unidos. Y ello no solamente en términos geoestratégicos. Era en el fondo una victoria “civilizatoria” del capitalismo y un modelo muy particular de democracia liberal.
La unipolaridad estadounidense se tradujo en excesos como la invasión a Irak en 2003. También se cristalizó la idea de ampliar su influencia en Europa del Este mediante la inclusión en la OTAN de países antes integrantes del Pacto de Varsovia.
A partir de ahí, Putin, ya con las oligarquías económicas y militares rusas perfectamente controladas, lanzó un reto al bloque occidental. Por su lado, China apostó en los últimos 20 años por el “soft power” y la hegemonía en áreas de influencia política-económica como el sudeste de Asia y África. En este contexto, América Latina tiende ser campo de disputa de las tres potencias.
Con ello se debilita aún más los procesos de democratización de por sí incipientes y frágiles en buena parte del planeta. La polarización y desinformación, además de los cierres del espacio cívico, adquieren un matiz geopolítico.
Lo cierto es que en América Latina y otras partes del mundo, Estados Unidos tendrá que hacerse cargo de los agravios históricos derivados del patrocinio a regímenes dictatoriales y represivos en el contexto de la Guerra Fría. Precisamente por ese pasado, el cuestionamiento a la hegemonía de EUA viene acompañada -tramposamente- de una crítica a los derechos “liberales”, justificando el ascenso de autoritarismos que tienden a acercarse a China y Rusia .
Para estos dos países, las instituciones democráticas y los derechos humanos son un ariete del liberalismo estadounidense, por lo que es válido restringirlos en aras de “mayor bienestar social”. Del lado del Norte Global, se caricaturiza a China y Rusia como potencias perversas sin la mínima autocrítica a un modelo de “desarrollo” que generó desigualdades y inestabilidad política.
Pero no caigamos en la trampa. No están en disputa, como en la posguerra, dos modelos económicos. Sino un capitalismo neoliberal, uno oligárquico ( o de “cuates”) y otro de estado. En el fondo de la disputa está el acaparamiento de tierras, mano de obra y mercados en una lógica de la distribución mundial del trabajo y la producción. Es, en síntesis, una guerra de despojo que permite la captura de los Estados nación y la profundización de los procesos de acumulación de riqueza.
Volvamos a lo dicho desde el principio. Las guerras de ocupación en Gaza y en Ucrania son reflejos de tensiones y agravios históricos acumulados. La tragedia de muerte y desplazamiento forzado es consecuencia de una disputa regional y ejercicios de poder, eso es cierto. Pero a ello se debe sumar la dilución del multilateralismo en el marco de una nueva guerra fría, ahora entre tres potencias. Parece que nada aprendimos de la segunda mitad del siglo XX y su amenaza de acabar con la humanidad por la capacidad de destrucción nuclear.
Los tambores de guerra suenan porque los imperialismos están más vivos que nunca. Hace falta replantear un modelo de gobernanza global, pero también todo un sistema económico que depreda al planeta e impone una lógica guerrera.
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