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Tomás Calvillo Unna

19/04/2023 - 12:05 am

La voluntad del puente

“Saber mirar a los lados y no solo enfrente y atrás no solo arriba y abajo”.

“El espejo”. Pintura: Tomás Calvillo Unna

Rendija:

Todo este ruido que aturde a la cotidianidad pareciera ser en el fondo, el temor natural ante la desaparición. Un berrinche civilizatorio que apunta y advierte la debilidad sustancial de la cultura contemporánea, atenida a la exhibición permanente de sus satisfacciones: el endiosamiento de la imagen propia en su laberinto y exilio; la vorágine del ser en su desesperación oculta. El ruido es la firma de esta era, su marca. Retomar el silencio no solo es una necesidad, es el prana, el maná, el alimento vital; el espacio y el lugar, para que el tiempo de cada uno se exprese.

 

I

Una sirena vestida de nube

tiene el poder

de convertir al cielo

en mar.

Y aquí,

en la carretera,

testigos del parabrisas,

envueltos por la magia de su espejo

viajamos en estas líneas

blancas y amarillas,

de puerto en puerto

de puerta en puerta,

de ventana en ventana,

de tantos balcones, techos, azoteas,

queriendo tocar las alturas,

asentados

en lo más profundo del planeta.

II

Saber mirar a los lados

y no solo enfrente y atrás

no solo arriba y abajo.

Entender la sagacidad inherente de cada paso;

habitar esta esfera

desde sus múltiples vértices,

percibir:

la cadena de montañas no es tal,

es el ígneo estremecimiento

del colapso de la Luz

arropada por los vientos

del fuego interior.

III

Qué oración diseñaron los ingenieros

que todavía le llamamos camino,

y hasta vía corta,

al advertir el fértil cráter

que la voluntad del puente atraviesa.

A veces avanza,

a veces retrocede,

a veces da la vuelta:

laderas y costillas,

las costras de sus piedras,

el vapor de las hierbas,

el escarpado sentimiento

de estar solos y en compañía

en las veredas del ascenso

y los descensos;

del abecedario de los árboles,

el magnífico idioma de sus bosques

que incendiamos al enmudecer

ante la tala de la imaginación misma,

que cedemos sin reparo alguno.

IV

Esta carretera es una travesía

en las cúspides y hondonadas,

en las entrañas

del zigzagueo de sus hendiduras.

Cada prominencia,

montículo,

cumbre,

son palabras pronunciadas

en la piel,

en los poros

que oxigenan la tierra;

la succión de los metales

que inventan ciudades,

las esculturas vetustas

de calendarios silenciados.

Qué pena nuestra condición

de Ignorantes viajeros;

enmascarados como turistas

nos descubrimos;

buscamos un basurero

en la esquina

de la plazoleta del tiempo,

al dar por sentado

que ya arribamos.

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