Algunos de los servicios esenciales autorizados por el Gobierno español (taxistas, carniceros, farmaceúticos, entre otros) mantienen al país tras cinco semanas de confinamiento; las fábricas y algunas obras de construcción reanudaron su actividad, por su parte, miles de españoles han perdido su empleo durante la cuarentena.
Por Álavaro Barrientos
Pamplona, España, 19 de abril (AP).- Mientras España se mantenía recluida tras cinco semanas de confinamiento, unos pocos mantienen el país en marcha durante un brote de coronavirus que ha matado a más de 20 mil personas en el país.
Estos trabajadores –carniceros, taxistas, farmacéuticos– en la ciudad norteña de Pamplona y otras ciudades y pueblos del país, tienen en común su valor y una pieza de equipamiento: la mascarilla.
“Tengo una gran tristeza. Y la impotencia que siento ante la tragedia que estamos viviendo…”, dijo la taxista Isabel Zarranz, que ha seguido trabajando dentro de los servicios esenciales autorizados por el Gobierno, mientras esperaba algún cliente en su taxi. “Nuestra manera de vivir ya ha cambiado para siempre”.
“Esta crisis es una forma de enseñarnos que estamos destruyendo al planeta. Es como un designio de Dios”, dijo Matilde Mattos mientras limpiaba la ventana de una farmacia.
La mayoría de los comercios, restaurantes y bares, así como escuelas y otros servicios, llevan semanas cerrados para frenar un brote de COVID-19, la enfermedad que produce el virus, que ha infectado a más de 190 mil personas en España. Aunque los infectados suelen sufrir síntomas leves o moderados, posibles complicaciones como la neumonía pueden poner en peligro su vida.
Fábricas y algunas obras de construcción reanudaron su actividad la semana pasada tras dos semanas de parón.
Mientras cientos de miles de españoles han perdido sus empleos durante la cuarentena, estos pocos trabajadores mantienen las necesidades y servicios básicos cubiertos a riesgo de caer enfermos.
Sin embargo, la incertidumbre también acecha su futuro, ya que el país se dirige a una probable recesión al igual que buena parte de Europa, golpeadas por un brusco descenso en el comercio y la actividad empresarial.
“No sé qué va a suceder en los próximos meses Es una gran incógnita”, comentó el carnicero José Mari Armendariz.
Para la pescadera Gladis Neire, acostumbrada a atender a su clientela habitual, el confinamiento ha vaciado de vida su puesto en el mercado.
“Siento mucha pena que muera tanta gente”, comentó. “El mercado donde trabajo, siempre con gente y ahora vacío”.