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RÍO DOCE

Moscas, tierra suelta y aceite: madres descubren claves para dar con cuerpos en Mazatlán

19/03/2019 - 4:00 pm

El Mazatlán no turístico, esa zona que concentra la pobreza extrema y la marginación que el Coneval asegura que sí hay en el Puerto. Es la misma zona donde ocurre la violencia, los asesinatos, los robos, las desapariciones y la que tiene los caminos hacia los campos de exterminio.

Es ahí donde el grupo de buscadoras Tesoros Perdidos Hasta Encontrarlos ha localizado 70 cadáveres, desde 2017. En 2019 se tienen documentado 35 cuerpos humanos exhumados de fosas clandestinas en Mazatlán. De esos, 34 se sacaron de Miravalle, el pueblo que se convirtió en la fosa más grande de Sinaloa. Es un lugar solitario, polvoriento, que se encuentra en medio del camino que conecta al puerto con la zona serrana de ese municipio.

Por Marcos Vizcarra

Mazatlán, 19 de marzo (Río Doce/SinEmbargo).- En Mazatlán no todo es turismo. Los foráneos están en las playas y los de casa están siendo enterrados en fosas, en pozos y pantanos que evidencian el horror. La tierra supura sangre. El tufo revela furia, dolor y muerte. En 71 días sacaron de ahí a 41 personas que estaban enterradas de forma clandestina.

La ciudad se divide en dos: la zona donde hay decenas de hoteles, ocurren las fiestas, la gente se broncea en la playa, hay un constante movimiento inmobiliario y el Gobierno de Sinaloa se regodea para presumir que en Sinaloa no hay violencia.

Geográficamente se divide con la carretera internacional México 15.

La otra zona es donde está instalada toda la gente que atiende todos esos negocios. Es la gente de a pie, los que no disfrutan, sino que atienden. Son los meseros, camareros, baristas, bailarines, mostradores. Son los que, de acuerdo con el INEGI, ganan menos dinero registrado ante el Seguro Social. Dependen de las propinas.

Esa zona también es la misma en la que se concentra la pobreza extrema y la marginación que el Coneval asegura que sí hay en el Puerto. Es la misma zona donde ocurre la violencia, los asesinatos, los robos, las desapariciones y la que tiene los caminos hacia los campos de exterminio.

No hay otra forma de describir el horror.

Miravalle, el pantano de lodo y sangre. Foto: Río Doce

“Nosotros nos guiamos por la tierra, la tierra nos lo señala…”

—¿Cómo se lo señala la tierra?

—¿Ya viste cómo estaba la tierra allá?, suelta. Así, así es como nosotros buscamos. Entonces nos quedó un lugar que no habíamos buscado. Regresamos a este lugar porque se nos había escapado, que es esta parte y la parte de enfrente por la tierra removida.

—¿Cuántos cuerpos han encontrado ustedes?

—Aquí, pues fueron 13, los de la vez pasada fueron 9, y dos que sacamos en Santa Fe.

—¿Por qué este lugar?

—Porque está alejado de la ciudad. ¿Qué te diré?, es callado, se presta, no hay gente aquí que pase seguido y menos en la noche…

Irma Arellanes es de Mazatlán, vive en la zona que no es turística. Ella perdió a su hijo que estudiaba para ser Policía Federal. Fue en 2017, el 7 de junio. Pasaron 20 días para encontrarlo, y otros 6 meses para que se lo entregaran.

En ese tiempo conoció a decenas de mujeres y hombres que también buscan a sus familiares. Se organizó con ellos, fundaron el grupo Tesoros Perdidos Hasta Encontrarlos y a la fecha han localizado 70 cadáveres. El trabajo que hacen es rudimentario, pero efectivo. Usan varillas y palas para rastrear en áreas agrestes, porque aprendieron que en esos lugares asesinan y entierran a personas en fosas clandestinas. Se abandonaron a ellas mismas en el intento de encontrarse con gente viva. Nadie quiere excavar y encontrarse con sus hijos, padres y hermanos.

¿POR QUÉ SON ELLAS QUIENES BUSCAN?

“Al principio no sabíamos que era una fosa, sino porque así como andamos picando aquí, así andábamos picando ahí. Sino que nos guiamos por la mancha de aceite, por eso nos guiamos, porque fuimos y checamos las otras fosas, porque pues en las otras fosas apareció el hijo de una compañera. Entonces la señora quería ver, fuimos y nos dimos cuenta de las manchas de aceite”.

—¿Es grasa humana?

—No, es aceite de la máquina. Así fue como nos dimos cuenta. Entonces dijimos ‘no, aquí hay esto’, así es como hicimos las búsquedas: seguimos las manchas y así, no sé si te das cuenta.

En 2019 se tienen documentado 35 cuerpos humanos exhumados de fosas clandestinas en Mazatlán. De esos, 34 se sacaron de Miravalle, el pueblo que se convirtió en la fosa más grande de Sinaloa. Es un lugar solitario, polvoriento, que se encuentra en medio del camino que conecta al puerto con la zona serrana de ese municipio. El área está desolada. Ahí se han suscitado enfrentamientos que se recuerdan con las marcas de balas en casas que ahora están vacías.

Para encontrar los cuerpos, las familias han encontrado como patrón que sobre cada fosa hay marcas de aceite en la tierra, pues las fosas fueron hechas con máquinas retroexcavadoras. Hay otra pista: las fosas tienen la tierra blanda y con marcas de rasgadura.

Los cuerpos fueron apilados en hoyos de 2 ó 4 metros de profundidad. De estos salen olores putrefactos y moscas. Hay moscas en todos lados. Zumban los oídos, se paran en los brazos para descansar de tanto que rascan en la tierra. Parece que se alimentan del olor. Esos hoyos se hicieron junto a los árboles que están en los costados del camino que va a la sierra, entre cerros y maleza.

Ahí mismo hay otra imagen de horror. Hay un pantano de lodo y sangre. Sí, sangre. La tierra en Miravalle supura sangre, como si fuera pus. La expulsa y se ve entre los charcos de ese pantano pequeño que está a unos 50 metros de la carretera y de las fosas. Apesta y causa una sensación de miedo.

No hay prisa, ahí hay cuerpos que deben sacarse, pero hasta que se seque o hasta que puedan conseguir una máquina especial. Foto: Río Doce

¿QUIÉN PUEDE TENER TANTO ODIO?

El pantano está ahí, como en un lugar inventado, donde pasaron máquinas retroexcavadoras y formaron un cráter en el que quedó lodo y que ahora también supura sangre, hedor y tiene moscas por doquier. Solo hay dos sonidos: el zumbido de las moscas y el de las burbujas que salen del lodo chicloso.

“¿Y ahora qué hacemos?”, pregunta Irma Arellanes a una agente de la Policía de Investigación.

La cara de la agente es de pánico. Esa imagen es, quizás, única.

De ahí sacaron con un gancho una bolsa negra con piedras y una camisa de rayas negras, rojas y blancas teñidas con sangre. Volvieron a echar el gancho, pero no sacaron nada, solo maleza y lodo. Una vez más, pero pasó lo mismo.

“Hay que meter una retro”, dijo uno de los hombres que tiraban del gancho.

No hay prisa, ahí hay cuerpos que deben sacarse, pero hasta que se seque o hasta que puedan conseguir una máquina especial.

“Necesitamos una máquina, que nos presten los perros y que vengan a apoyarnos. Tú ves cómo estamos trabajando, tenemos muy poquito apoyo”, dijo Irma Arellanes.

Tesoros Perdidos Hasta Encontrarlos es uno de los dos grupos que se han creado por familiares de personas desaparecidas, como reacción a la falta de agentes de investigación, ministerios públicos —hay ocho para investigar las más de 8 mil privaciones ilegales de la libertad que han ocurrido desde 2001 a la fecha, según la Fiscalía— y la incapacidad que han mostrado para la solución de los casos. Solo el 1 por ciento de todos los casos han sido judicializados.

¿SE PUEDEN RESOLVER LAS DESAPARICIONES?

Los grupos saben que no pasará. Reconocen que las desapariciones son un tema inacabado y que tienen una tendencia a la alza. La estadística de la Fiscalía General del Estado establece que en promedio desaparecen tres personas diariamente. Más de mil al año. No todas esas personas regresan. De 2018 más de 700 siguen desaparecidas.

Los familiares son los que buscan, como también pasa en San Ignacio, Culiacán, Navolato, Guasave, Ahome, El Fuerte y Choix, donde trabajan colectivos desde 2009.

La búsqueda pasó de buscar en el Servicio Médico Forense a escarbar en fosas o buscar en penales, centros de rehabilitación y hospitales. Se convirtieron en peritos y médicos forenses sin título. Toman cursos para aprenderse los nombres de los huesos, reanimación de cadáveres, tipos de piel, grafoscopía, topografía, y saben, por pura experiencia, cuál es el olor de las personas muertas y cómo distinguirlas de los animales.

En medio de la guerra surgieron los buscadores para reclamar la paz. El trabajo de los buscadores ya aturde en todos lados. En San Fernando, Tamaulipas, desaparecieron, otra vez, 40 personas identificadas como migrantes. En Jalisco encontraron 19 cuerpos dentro de bolsas negras que fueron tirados en un río.

Aquí suman ya 49 cuerpos reconocidos por la Fiscalía General del Estado que fueron exhumados de fosas clandestinas por los grupos de búsqueda. Eso fue lo que cimbró en una sola semana, en la misma que se dio a conocer por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal publicó el ranking internacional de las 50 ciudades más violentas del mundo, en el que se excluyó a Mazatlán. El estudio cuenta solamente el número de personas asesinadas, no las que son encontradas en fosas clandestinas.

Esas, de acuerdo con la Fiscalía General, no pueden ser clasificadas en los registros de homicidios dolosos, sino que están a la espera de que el Ministerio Público reciba los resultados del Servicio Médico Forense, para después acomodarlos en los casos de homicidio o privación ilegal de la libertad.

La búsqueda pasó de buscar en el Servicio Médico Forense a escarbar en fosas o buscar en penales, centros de rehabilitación y hospitales. Se convirtieron en peritos y médicos forenses sin título. Foto: Río Doce

EL PUERTO, UN LUGAR PELIGROSO

Apenas un día después de la publicación del ranking, el grupo Una Luz de Esperanza, también de Mazatlán, anunció que dejará de buscar a personas desaparecidas, luego de que unos hombres agredieron a uno de los integrantes de la organización. El mensaje, se le dijo, es que dejaran de buscar en Palmillas, donde el 12 de marzo encontraron tres cuerpos en una fosa clandestina, y en la que se presumió que hay más cadáveres.

La Secretaría General de Gobierno atendió el caso, luego de que se diera a conocer que el grupo anunció el detener las búsquedas. Al mismo tiempo, la Comisión Estatal de Derechos Humanos comenzó una investigación para determinar medidas cautelares.

Nadie sabe quién fue, como nadie sabe quién escondió los cuerpos en las fosas clandestinas de Mazatlán.

SINALOA, UNA FOSA GIGANTE

3 de enero: Encuentran mil 21 fragmentos de restos humanos en un predio agrícola al norte de la ciudad de Culiacán.

23 de enero: Se encontraron 48 fragmentos de restos humanos y cuatro casquillos de bala en San Pedro, Navolato.

8 de enero: En el Teroque, El Fuerte, encuentran tres cuerpos en fosas clandestinas.

29 de enero: Se localizan restos que se presume que sean humanos en los límites de Ahome y El Fuerte.

7 de febrero: Se exhumaron 11 cuerpos en Mazatlán, 9 de esos en Miravalle y 2 más en el fraccionamiento Santa Fe.

10 de febrero: Se localiza el cuerpo de un hombre en El Ranchito, Culiacán, en una fosa clandestina.

Del 6 al 12 marzo: Se encontraron 24 cuerpos en fosas clandestinas, 21 de ellos en Miravalle y 3 en Palmillas, poblados ubicados en Mazatlán.

Del 7 al 8 de marzo: Se localizaron tres cuerpos en el fraccionamiento Las Canteras, en Los Mochis, Ahome.

8 de marzo: Localizan dos cuerpos en fosas clandestinas en La Platanera, Culiacán.

Fuentes: Fiscalía General del Estado, Colectivo Sabuesos Guerreras, Colectivo Tesoros Perdidos Hasta Encontrarlos, Colectivo Rastreadoras por la Paz.

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