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Alejandro Páez Varela

19/02/2024 - 12:05 am

Días de marchar

Este domingo, según entendí, marcharon contra “López” y contra Claudia Sheinbaum. Y contra la curiosa dictadura que permite que todos marchen. Y contra “la destrucción de las instituciones”, según leí. Y contra el comunismo, de acuerdo con lo que escuché. Y contra las reformas a la Constitución que buscan quitarle su casa a los ciudadanos, como dicen los mensajes que circulan en WhatsApp. Y contra el tirano que ayer se atrevió a quitarle la Bandera al asta del Zócalo, según leí, para que no pudieran tomarse fotos con ella los que marcharon. Y contra el dictador que el sábado ordenó que sonara la alerta sísmica para desalentar la movilización del domingo. Y contra el fraude electoral que, según vi, se prepara “desde el poder”. Qué bueno que marcharon y lo aplaudo, sobre todo para los que nunca habían sentido el poder de hacerlo. ¿Pero lo les gustaría marchar por causas de verdad?

Hay razones para celebrar. Muchos de los que salieron a las calles este domingo 18 de febrero nunca antes lo habían hecho por causa alguna. En el Zócalo de la capital había gente de todos los estratos sociales y eso está muy bien: es gente decidida a enfrentarse al otro proyecto que no les gusta. Antes no se manifestaron porque estaban a gusto con el PRI y con el PAN. Ahora han decidido decirle a la izquierda que están dispuestos a pelear su lugar. Las democracias se marchitan sin competencia: venga, todos a marchar, hombro con hombro.

Millones de mexicanos hemos marchado en las últimas décadas contra el fraude, contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, contra la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, contra la violencia desatada por Felipe Calderón o a favor del petróleo, a favor de los zapatistas, a favor de los jóvenes del Yo Soy 132 o a favor de elecciones limpias. Que otro grupo de mexicanos que no se movilizaba salga a las calles debe ser motivo de celebración. Se había tardado. Los que duraron décadas en sus casas, a gusto; los que simpatizaron con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto y no sentían el deseo de conocer el Zócalo o los centros históricos de sus ciudades (algunos feos-feos, con olores fuertes) sean bienvenidos. Todos los que no sabían lo vigoroso que se siente uno cantando a todo pulmón el Himno Nacional junto a otros que son desconocidos pero son tus hermanas, se estaban perdiendo esa experiencia maravillosa. Bienvenidos. La Nación les agradece.

Por las redes vi que el exdirector de un periódico capitalino salió de su entumida existencia a marchar. ¡A marchar, sí, a marchar! Dudo que haya marchado en su vida y ahora, hombro con hombro junto a señores de sombrero Panamá; junto a hombros que, como los suyos, nunca antes se han quemado, salvo en vacaciones. Son momentos inéditos. Son días de marchar y celebrar.

Años atrás, recuerdo, en una mesa nos preguntábamos por qué ese periódico capitalino no consideraba importante el asesinato de periodistas. Mataban a tantos colegas, recuerdo, y estábamos tan preocupados. Ese medio, poderoso, no publicó una línea mientras ese señor fue director. ¿Por qué? Alguien, articulista entonces, se comprometió a escribirle al director pero nos advirtió que muy probablemente no serviría de nada. Y en efecto, no sirvió de nada. No recuerdo, pero creo que ni asesinatos famosos como el de Miroslava Breach o Javier Valdez tocaron la portada. Pero ahora, Dios bendito, cambió. Ahora que dejó el periódico, este hombre no desaprovecha la oportunidad de tuitear todos los asesinatos y no se diga los de los periodistas. Y ahora hasta marcha. Lo celebro. No me importa la hipocresía: bienvenido. Bloqueador solar y a marchar.

“La marcha de la sal” que inició Gandhi el 12 de marzo de 1930 llevó a la India a su independencia. La marcha de Martin Luther King del 28 de agosto de 1963 dio un empujón de siglos a la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y en el mundo. El mayo de 1968, cuando estudiantes y obreros pedían un cambio de régimen en Francia y marcharon, despertó los campus y las fábricas por todo el mundo. Las movilizaciones estudiantiles de México por esos mismos años tambalearon al régimen y las primaveras europeas y árabes de las últimas décadas movieron continentes completos. Marchar vigoriza la identidad ciudadana, y transforma: qué bueno que se sientan parte de algo y se movilicen.

Este domingo, según entendí, marcharon contra “López” y contra Claudia Sheinbaum. Y contra la curiosa dictadura que permite que todos marchen. Y contra “la destrucción de las instituciones”, según leí. Y contra el comunismo, de acuerdo con lo que escuché. Y contra las reformas a la Constitución que buscan quitarle su casa a los ciudadanos, como dicen los mensajes que circulan en WhatsApp. Y contra el tirano que ayer se atrevió a quitarle la Bandera al asta del Zócalo, según leí, para que no pudieran tomarse fotos con ella los que marcharon. Y contra el dictador que el sábado ordenó que sonara la alerta sísmica para desalentar la movilización del domingo. Y contra el fraude electoral que, según vi, se prepara “desde el poder”. Qué bueno que marcharon y lo aplaudo, sobre todo para los que nunca habían sentido el poder de hacerlo. ¿Pero no les gustaría marchar por causas de verdad? ¿No les parece raro que los convocantes sean del PAN, del PRI y del PRD y lo hacen para apuntalar a Xóchitl Gálvez, pero no usan esas consignas o sus colores, sino los del INE? ¿Eso no es fraude o, mejor dicho, autoengaño?

Supongamos que no les importa quién convocó, pues. Simplemente no quieren a López, aborrecen a Claudia; les molestan sus discursos y todo lo que los rodea; no les gusta la izquierda, le tienen miedo o coraje por lo que les han dicho o por lo que han visto por allí, en algún video de TikTok o en WhatsApp. Pero, ¿y no sería bueno buscarse una causa real que no sea el odio? Es sugerencia. ¿No les sabrá mejor? Porque protestar con membretes que parecen más falsos que un billete de 60 pesos es autoengaño, ¿no? Ir convocados por Lorenzo Córdova, que ahora encabeza movilizaciones para fortalecer a Xóchitl Gálvez cuando supuestamente era neutral. ¿Se sienten bien con ese engaño? ¿No les da algún tipo de remordimiento?

O marchar convocados por Roberto Madrazo para, para, ¿para defender a las instituciones? ¿No se sienten engañados por él y por los otros como él que se han pasado por el arco del triunfo las instituciones y han defraudado a los ciudadanos? ¿De verdad consideran a esos gente de bien? Ese Claudio X. González, padre como de cien organizaciones que se dicen “de la sociedad civil”, ¿no les gustaría que se identificara como lo que realmente es: un priista, un panista, un prianista?

En fin. No quisiera meterles dudas. Quisiera abrazarlos porque marcharon ayer e insisto: hay razones para celebrar. No creo en las razones de su marcha pero qué bueno que dejaron la casa en un domingo de carne asada, junto a su alberca (para los que tengan alberca). Sólo quería decirles que ninguno de los corruptos con los que marcharon se hicieron corruptos cuando estaban en el poder: eran corruptos. Y si les devuelven el poder volverán ser corruptos. ¿De verdad eso es lo que quieren? ¿Quieren a un Manlio Fabio Beltrones en gobierno? ¿O a un Francisco Javier García Cabeza de Vaca, un Alejandro Moreno, un Marko Cortés y un Ricardo Anaya? ¿Extrañan a Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto? ¿Eso es lo que quieren? ¿Por qué no lo aceptan y lo piden así? ¿O les da vergüenza lo que realmente desean?

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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