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Óscar de la Borbolla

19/02/2024 - 12:03 am

El Oasis de la Insignificancia

«En las paradojas, los hechos exhiben que, contra lo que la razón indica, los eventos ocurren precisamente negándola».

«Nosotros, igual que el barco de Teseo, hemos ido cambiando los componentes de nuestro cuerpo con la alimentación y con la bipartición de nuestras células…» Foto: Especial

La paradoja de Teseo

Las paradojas constituyen un área donde podemos comprobar que la razón no es todopoderosa. En las paradojas, los hechos exhiben que, contra lo que la razón indica, los eventos ocurren precisamente negándola. Es el caso de la paradoja de Zenón que se conoce con el nombre de «Aquiles y la tortuga». Aquiles, consciente de su superioridad, da a la tortuga una ventaja: por ejemplo, si la distancia que habrán de correr es de 100 metros, la tortuga se situará 10 metros adelante de Aquiles. La razón nos dice que por muy rápido que Aquiles corra y por muy lento que vaya la tortuga, cuando Aquiles alcance el punto desde el que salió la tortuga, ésta ya habrá avanzado un poco y cuando Aquiles llegue al nuevo punto donde había llegado la tortuga, una vez más esta habrá avanzado otro poco y así hasta el infinito. De suerte que Aquiles nunca puede alcanzar a la tortuga, pues esta siempre estará un poco más adelante, y no obstante en la realidad el que sea más veloz alcanzará al otro.

Entre las paradojas hay una que cuenta Plutarco en su obra: Vidas paralelas: la del barco de Teseo. Este héroe, como es sabido, es el protagonista de una de las más bellas leyendas griegas: la del Minotauro, un monstruo al que periódicamente había que sacrificarle doncellas para que no asolara a los atenienses. Teseo consigue vencerlo gracias a la ayuda de Ariadna, quien le da un cordón para que no se pierda en el laberinto del Minotauro. Cuando Teseo regresa victorioso a Atenas, los atenienses deciden, como homenaje, conservar el barco en el que el héroe había viajado y con el pasar del tiempo, obviamente, el barco comenzó a pudrirse y tuvieron que ir siendo reemplazadas las tablas viejas por unas nuevas hasta que se llegó a un punto en el que todos los componentes del barco original habían sido reemplazados. La pregunta que se hizo Plutarco y también una buena parte de los filósofos griegos fue: ¿el barco de Teseo sigue siendo el barco de Teseo?

Esta pregunta nos atañe, pues todos nosotros, igual que el barco de Teseo, hemos ido cambiando los componentes de nuestro cuerpo con la alimentación y con la bipartición de nuestras células… y no solo nuestro cuerpo, sino también, de la infancia a la fecha, han cambiado nuestros pensamientos, ideas, sentimientos, deseos, preocupaciones, anhelos, gustos, amores, odios: en fin, todo lo que fuimos ha sido sustituido por otros componentes… ¿Seremos los mismos?, conste que no digo idénticos —obviamente no somos idénticos— digo: «mismos». ¿Qué es lo que nos hace ser los mismos, si es que somos los mismos?

Y lo pregunto en un par de problemas prácticos: ¿Hasta cuando tendría que cumplir un condenado a cadena perpetua su condena si con el transcurso de algunos años nada queda (corporal o mental) de aquel que cometió el delito?, o ¿hasta cuándo una promesa de amor puede mantenerse si con el paso de los años no queda nada de aquel enamorado que juró permanecer amando para siempre? ¿Sigue siendo culpable quien ha cambiado al cien por ciento en todos sus aspectos? ¿Sigue estando comprometido quien se vuelve completamente otro? ¿Somos los mismos que fuimos en nuestra adolescencia por más que mantengamos nuestros nombre y nuestro CURP?

Los filósofos griegos se preguntaban, no solo si el barco de Teseo, reemplazado en todas sus partes seguía siendo el mismo; también se preguntaban si con las partes viejas, en caso de integrarse, el barco armado de las antiguas podredumbres era el barco de Teseo. ¿Cuál de los dos o ninguno o ambos? Nosotros nos preguntamos simplemente: ¿nosotros somos los mismos?

Twitter @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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