Leticia Calderón Chelius
19/02/2021 - 12:02 am
La impunidad como principio
La violación sexual es una de las peores violencias que experimenta la humanidad porque ejerce la sexualidad contra la voluntad de una persona .
El caso del Senador Félix Salgado Macedonio podría ser el ejemplo perfecto para discutir múltiples problemáticas que llevan a explicar una de las muchas vías en que se permite la impunidad en un país como México. Se trata de un personaje político a todas luces popular entre sus seguidores y muy conocido por los años que lleva en la vida pública nacional. El punto es que el Senador en cuestión ha sido acusado ante instancias legales por actos de violación sexual desde hace más de 20 años y por más de un par de mujeres que se dicen agraviadas, no solo por el acto de violencia en su contra, sino porque la justicia ni siquiera ha dado seguimiento a sus denuncias.
La violación sexual es una de las peores violencias que experimenta la humanidad porque ejerce la sexualidad contra la voluntad de una persona (no solo mujeres, por cierto), y no busca la complacencia y gozo del agresor, sino, sobre todo, el sometimiento de quien es atacado. Es por tanto un acto de poder brutal, un ejercicio de dominación para denostar la personalidad de quien padece, de por vida, el trauma de una experiencia espantosa.
Cuando adicionalmente a la agresión sexual la justicia encargada de revisar el caso e imputar cargos de culpabilidad de acuerdo con las leyes simplemente no procede, el acto de violencia extrema que se pretende minimizar como un encuentro meramente carnal se vuelve a un más grave porque justamente, el propósito de control, dominación, sometimiento, logró su objetivo. Es por esto, que el caso del Senador Salgado Macedonio es aún más delicado, porque no solo no hay sentencia a denuncias hechas de tiempo atrás, sino que las víctimas han dado la cara y con esto, se les ha revictimizado y en su caso, incluso puesto en duda su palabra.
Si bien toda persona tiene un principio de inocencia que lo ampara, el hecho mismo de que los jueces no hayan dado una sentencia a cada una de las denuncias lo que muestra es la complicidad con el agresor y en su caso, el ejercicio de la violencia ya no solo personal, sino de manera estructural. El sistema de justicia al servicio del violador, los jueces avalando el acto de sometimiento al no proceder como es su obligación. Incluso, en un remoto caso de que el mencionado Senador fuera inocente de lo que se le acusa, el hecho mismo de que no haya sentencia lo que muestra es una complicidad inequívoca que no debe desviar la atención sobre lo más relevante: La violación sexual no solo es un acto físico sino un proceso de dominación sobre los cuerpos de quienes son ultrajados, avalado en la inmensa mayoría de los casos por el sistema de justicia en su conjunto.
Ignoro si el Senador Salgado Macedonio es culpable de violación sexual, pero sus víctimas lo sostienen y eso es suficiente para darles voz, escucharlas y tener comprensión, compasión y empatía por sus testimonios. El hecho mismo de que este caso haya sido evidenciado en un momento político no debería sorprender a nadie, y ni dudo que haya resultado un manjar delicioso para la oposición política contra él y su partido Morena, pero ahí no puede quedarse el centro del debate porque en realidad, si estas acusaciones se volvieron un boomerang político, lo son porque la justicia no funcionó (como en la mayoría de los casos), y al no hacerlo, lo único que se ha permitido es una impunidad hasta envalentonada, bravucona y desafiante.
Es por esto por lo que desde mi perspectiva no basta con hacer un llamado al Presidente a romper el pacto patriarcal como distintos colectivos feministas lo han hecho a través de redes sociales. Si bien se necesita atraer su atención, este llamado reduce un debate más amplio y estructural a la voluntad de un solo hombre, es decir, busca la respuesta a actos de violencia sexual a una postura personal desde el poder, cuando lo que estamos presenciado a través de este caso son las tuercas del sistema de justicia moviéndose para proteger el pacto patriarcal mismo. La realidad es que el poder judicial ha podido aventar tranquilamente la papa caliente que tiene entre sus manos porque nadie les exige que den cuentas en torno a las denuncias que simplemente pospusieron infinitum. Sin sentencia de parte de la autoridad judicial, se abre la puerta a un plan de fuga perfecto para que todo aquel que, aunque haya ejercido la violencia sexual como arma de control y dominación, busque salirse con la suya y hasta pretenda gobernar un estado. No somos iguales, dijo el clásico y aquí estamos para demostrarlo, replicó el coro.
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