Mi vecino Totoro, más allá de su valor cinematográfico, tiene un gran peso en la industria por lo que el filme representa, puesto que muestra un repertorio de los temas que vinculan la vasta obra de su creador.
Se trata de la cinta que catapultó al Studio Ghibli como uno de los grandes en la industria de la animación. Totoro es un símbolo, no sólo del estudio, sino del impacto cultural de las cintas del estudio nipón.
Ahora esta cinta se encuentra disponible en el catálogo de Netflix.
Ciudad de México, 19 de febrero (SinEmbargo).- Hayao Miyazaki es uno de los grandes en la industria de la animación, y no es para menos, junto a Isao Takahata y Toshio Suzuki comenzó un proyecto llamado Studio Ghibli, la compañía nipona que, cual Disney en occidente, marcó la infancia de generaciones en el país del sol naciente.
Su legado es innegable, puesto que varias de sus producciones sirvieron de inspiración a otros pilares de la industria, como John Lasseter, uno de los fundadores del reconocido estudio Pixar o Makoto Shinkai, el japonés detrás de la multipremiada Kimi no Nawa, mejor conocida como Your Name, filme que lo catapultó al reconocimiento internacional y que le valió ser considerado en su país natal como el “próximo Miyazaki”.
“Estoy feliz de que me nombren junto a Miyazaki en la misma frase. Es como un sueño, pero sé que están exagerando porque no estoy ni de casualidad al nivel de Miyazaki”, mencionó a The Japan Times, cuestionado por el nuevo sobrenombre con el que le vinculan al longevo creador.
Pero la importancia de Miyazaki no se puede entender sin su filmografía, repleta de temas tan necesarios como actuales. Y la historia cinematográfica de este creativo no se comprende sin una de sus obras más reconocidas internacionalmente: Mi vecino Totoro.
Además de ser una de sus producciones más recordadas, luego de su estreno en 1988, este filme salvó a su estudio de la quiebra pues, pese a no contar con un gran éxito de taquilla, con la venta de la imagen de Totoro en una serie de productos y peluches para niños, Ghibli fue capaz de financiar sus próximos proyectos. Aspecto que finalmente derivó en la figura de Totoro como sello de la compañía.
Esta cinta del director (la cuarta del Studio Ghibli si se considera a Nausicaa del valle del viento) muestra la dulce historia de dos hermanas y su encuentro con el espíritu del bosque, a quien la más pequeña nombra Totoro, en alusión al término noruego “Troll”.
Satsuki y Mei se adentran en un mundo de fantasía conectado con el mundo terrenal, donde los seres más curiosos sólo pueden ser vistos por niños.
De la imaginación de Miyazaki surgen los susuwatari, pequeñas criaturas de hollín que invaden hogares abandonados en espera de que alguien los habite para retirarse en busca de un nuevo destino. Estos personajes volverán a aparecer en otro de los estandartes de la empresa: El viaje de Chihiro.
Únicamente Satsuki y su pequeña hermana pueden ver a los susuwatari cuando llegan a esta casa, donde pasarán el tiempo hasta que su madre, enferma, se recupere.
Este largometraje, ubicado en un espacio rural, es un parteaguas para la filmografía de Miyazaki, repleta de mensajes sobre la relación entre el humano y la naturaleza, su sello distintivo, al igual que el rol de sus personajes predominantemente femeninos.
Ante esto, el cineasta ha declarado que “muchas de mis películas tienen protagonistas femeninas fuertes, valientes, niñas autosuficientes que no se lo piensan dos veces antes de luchar por lo que creen con todo su corazón. Necesitarán un amigo, o un partidario, pero nunca un salvador. Cualquier mujer es capaz de ser una heroína tanto como un hombre”.
Mi vecino Totoro basa su relato en dos niñas, sus relaciones familiares y su tierna inocencia. Esa es la principal razón por la que las protagonistas entran en contacto con Totoro y otros seres fantásticos. No les temen, confían en ellos.
Totoro será su guía en este entorno repleto de vegetación, donde los más entusiastas hacen surgir brotes de árboles al levantar las manos, se dirigen a su destino en un gato que ha decidido adquirir la forma de un autobús, trepan arbustos enormes para tocar a la luz de la luna y se aferran al espíritu del bosque para dar un paseo en las alturas.
Este filme en 2D nos invita a soñar, imaginar y reír en una trama con un aire de sencillez mientras sus verdes paisajes, inspirados en la tierna infancia del director, envuelven cada uno de los fotogramas.
Si bien no se trata de la cinta más fantástica o compleja del estudio, dentro de su naturaleza despreocupada y contemplativa, esconde una delicada pureza que por momentos remite a la singularidad de la niñez y su simplicidad.
Mi vecino Totoro refleja, a su vez, ese mundo mágico que la filmografía del estudio nipón pretende en sus obras: “Me gusta la expresión ‘posibilidades perdidas’. Nacer significa estar obligado a elegir una época, un lugar y una vida. Existir aquí, ahora, significa perder la posibilidad de ser una infinidad de otros potenciales seres (…) Y creo que es precisamente por eso que los mundos de fantasía de las películas de dibujos animados representan tan fuertemente nuestras esperanzas y anhelos. Ilustran un mundo de posibilidades perdidas para nosotros”, explicó Miyazaki en 2011, durante una conferencia de prensa en París.
La cinta, junto a otras obras del Studio Ghibli, se encuentra disponible en la plataforma de Netflix.