Víctimas de violencia institucional, por muchas veces carecer de servicios de salud, educación y trabajo; además de la constante discriminación de una sociedad "heteronormada", pone a estas mujeres en situación vulnerable, de acuerdo con el maestro David Gutiérrez, de El Colegio de la Frontera Sur.
Ciudad de México, 19 de febrero (SinEmbargo/AgenciaConacyt).– David Ismael Gutiérrez Gamboa, egresado de la Maestría en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), en su tesis de maestría titulada “Violencia hacia mujeres transgénero trabajadoras sexuales en el estado de Chiapas”, destaca que las mujeres transgénero son un grupo expuesto a diversas expresiones de violencia por transgredir la heteronormatividad a través de características, comportamientos y prácticas sexuales no correspondientes a su sexo biológico, pues en la sociedad las prácticas sexuales que se consideran correctas son las heterosexuales.
En un comunicado del Ecosur, explica que las mujeres transgénero —hombres que se identifican con el género femenino— en algún momento de su vida sienten cierto rechazo a las normatividades sexuales al no identificarse con las características y comportamientos atribuidos a su sexo biológico, así inician el proceso de construcción de identidad de género.
El egresado de Ecosur destaca que “la naturalización de la violencia es algo muy cotidiano, pues debido a que todas las personas han interiorizado las normas sexuales y de género, cuando ven algo diferente a lo establecido tienden a violentarla, tal es el caso de las mujeres transgénero, quienes son víctimas de violencia estructural, directa e institucional, situación que las condiciona a una vida precaria”.
El autor retoma el concepto de vida precaria propuesto por Butler (2006), para señalar la exclusión social que viven las mujeres transgénero. Afirma que todas las personas son vulnerables a cualquier daño físico, pero que algunas están en una situación de vulnerabilidad maximizada debido al abandono del Estado, tal es el caso de este grupo poblacional.
En su tesis, define la violencia institucional como aquella que provoca daños en la satisfacción básica de las necesidades, como son la salud, educación y trabajo. Es decir, aquella que se da dentro de las instituciones públicas y afecta los derechos de las personas. Mientras que la violencia directa es aquella que se da en las relaciones cara a cara, en la que puede llegar a existir violencia psicológica o sexual.
ÁMBITOS FAMILIAR, ESCOLAR Y LABORAL
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Las primeras experiencias de violencia directa que sufren las mujeres transgénero ocurren generalmente dentro del ámbito familiar. En un segundo momento son víctimas de violencia institucional dentro de la escuela, no solamente al ser discriminadas por parte de sus compañeros sino también por parte de los directivos al no garantizarles un espacio libre de estigmas y discriminación.
Esta situación ha sido una de las principales causas por las que las mujeres transgénero han desertado de la escuela, hecho que les ha impedido posteriormente el acceso a determinados empleos. Asimismo, quienes logran tener empleos formales son discriminadas e inclusive rechazadas, por la no concordancia entre sus documentos oficiales y su apariencia física.
“En Chiapas no existe la posibilidad para que ellas puedan modificar su identidad. Esta situación ha orillado a muchas de ellas a ciertas actividades feminizadas, relegadas al campo de lo privado, como es la estética, el trabajo doméstico y en el último de los casos el trabajo sexual, situación que maximiza la violencia que viven las mujeres transgénero”, afirma Gutiérrez Gamboa.
TRABAJO SEXUAL
Explica que en Chiapas solo existe la regularización del trabajo sexual para mujeres biológicas, quienes ejercen dicha actividad dentro de las zonas de tolerancia -espacios a las afueras de las zonas urbanas-, mientras que las mujeres transgénero –al no tener esta regularización- lo hacen poniendo anuncios en páginas de internet, WhatsApp y espacios callejeros, así como en la modalidad del fichaje, que consiste en acudir a bares donde no está permitido el trabajo sexual, en un primer momento, ofrecen a los clientes sus servicios de compañía y posteriormente brindan el servicio sexual en hoteles, moteles, cuartos rentados, coches o en el último de los casos en espacios callejeros.
Menciona, que esta situación las expone a la violencia directa por compañeras de trabajo, clientes y personas transfóbicas, pero también a la violencia institucional al negarles los servicios básicos de salud y seguridad por su identidad de género, la cual asociada con los estigmas que recaen en el trabajo sexual maximiza la vulnerabilidad de este grupo.
“Creemos que la reafirmación de la identidad como mujer trangénero es un elemento que particulariza e inclusive maximiza la violencia hacia este grupo. Ellas se encuentran en una dicotomía, pues al estar en contacto con el otro, constantemente tratan de reafirmar su identidad como mujer transgénero, pero al momento de estar expuestas a la violencia tienen que recurrir a los rasgos masculinos para protegerse, como el uso de la violencia. Por esta razón, para ellas es importante transformar el cuerpo, pues además de permitirles concordar su identidad de género con su apariencia física, en gran medida dicho proceso las hace pasar desapercibidas y talvez vivir menos episodios de violencia”, asevera.
PROPUESTAS
David Ismael Gutiérrez Gamboa señala que si bien el sistema sexo-género es una estructura bastante sólida difícil de romper, no es imposible fracturarla, ya que se pueden generar cambios a través de un proceso constante e individual en el que cada persona reflexione y evite seguir reproduciendo esta lógica excluyente, y en la medida de lo posible hacer reflexionar a personas cercanas.
Asimismo sugiere realizar acciones institucionales para evitar la discriminación en espacios educativos, además de cambios en las normatividades escolares de tal manera que no se continúe reproduciendo esta lógica binaria hombre-mujer, entre ellas: impartir asignaturas de género desde edades tempranas, cursos constantes al personal administrativo y académico, acciones legales para facilitar y economizar la modificación de nombres, financiamiento y/o asesoría para transformar el cuerpo —ya sea a través de hormonas o por reasignación sexual—, y una regularización en el trabajo sexual con base en las particularidades de las mujeres transgénero.
Por último, menciona que son necesarios cursos de género e inclusive imponer sanciones dentro de las instituciones de salud y de seguridad pública para aquellos que no cumplen con sus obligaciones y violenten a las personas por su identidad de género.