La impronta de Ardern se ha dejado notar igualmente en la forma y el fondo de su salida, con una comparecencia en la que ha reconocido que carece de la “energía” suficiente para seguir en el cargo y negando cualquier trasfondo oculto y reivindicándose simplemente como “humana”.
MADRID, 19 Ene. (EUROPA PRESS).- Cuando Jacinda Ardern llegó al poder en Nueva Zelanda, en octubre de 2017, marcó un hito no tanto por su género -ya era la tercera mujer en ocupar la Jefatura de Gobierno- como por su juventud -entonces tenía 37 años. Más de cinco años después dice adiós, convertida ya en un símbolo político de escala mundial.
Ardern, exministra de Cultura, llevó de la mano en 2017 al Partido Laborista de sus peores cuotas de popularidad al poder, básicamente a golpe de un carisma que las encuestas le siguen respetando en líneas generales a día de hoy, a pesar del desgaste sufrido en los últimos meses por variable económicas como la inflación.
Los laboristas, que repitieron victoria en 2020, basaron su crecimiento exponencial en una líder que no dudó en reivindicarse como feminista, republicana y progresista y que se asemejaba a la nueva generación de dirigentes mundiales que, como el francés Emmanuel Macron o el canadiense Justin Trudeau, pedían paso en un escenario cambiante.
Crítica con la migración y partidaria de nueva regulaciones comerciales, Ardern vivió su gran desafío político con la pandemia de la COVID-19. Aplaudida primero por la capacidad de su Gobierno para reducir a prácticamente cero los casos, la estrategia se demostró inaplicable con la irrupción de variantes más contagiosas.
La pandemia también marcó en cierta medida su vida personal, ya que Ardern se vio obligada a cancelar su boda tras anunciar nuevas restricciones. “No soy diferente a otros miles de neozelandeses”, dijo en enero de 2022 la aún Primera Ministra, que sigue sin haber contraído matrimonio.
Comparte su vida con Clarke Gayford, con quien tuvo un hijo en 2018. De hecho, el nacimiento de este niño fue entonces otro hito, puesto que Ardern estaba ya en el cargo y decidió disfrutar de mes y medio de permiso, algo que sólo había hecho antes la paquistaní Benazir Bhutto.
Ardern acudió sólo tres meses después de dar a luz a la Asamblea General de la ONU, acompañada de su bebé y de su pareja, que ejerció de cuidador ante las cámaras de medios de todo el mundo.
REIVINDICACIONES FEMINISTAS
ONU Mujeres estima que sólo hay alrededor de una treintena de mujeres como jefas de Estado y de Gobierno en sus respectivos países. Ardern es una de ellas -lo seguirá siendo hasta el 7 de febrero, cuando abandone formalmente el cargo-, y durante su mandato no ha dudado incluir alegatos feministas.
En noviembre de 2022, recriminó a un periodista en una rueda de prensa junto a la Primera Ministra de Finlandia, Sanna Marin, que les preguntase por las supuestas “cosas en común” que tenían ambas por razones de edad de género. Advirtió de que nunca se había planteado algo así cuando quienes se reunían eran dos hombres, también de edades similares.
La impronta de Ardern se ha dejado notar igualmente en la forma y el fondo de su salida, con una comparecencia en la que ha reconocido que carece de la “energía” suficiente para seguir en el cargo y liderar de nuevo a los laboristas en las próximas elecciones, previstas para el 14 de octubre.
“He dado todo de mí para ser Primera Ministra, pero también me ha costado mucho”, ha admitido, negando cualquier trasfondo oculto y reivindicándose simplemente como “humana”. Para seguir gobernando, ha declarado, harán falta “un nuevo par de hombros” capaz de soportar la carga que conlleva el poder.
Los sondeos siguen reflejando que Ardern es la líder favorita de los neozelandeses para encabezar el Gobierno, pero también dibujan un desgaste del Partido Laborista de Nueva Zelanda. En diciembre, la formación gobernante figuraba cinco puntos por detrás del Partido Nacional en una encuesta de la televisión estatal.