Gisela Pérez de Acha
19/01/2014 - 12:00 am
Crónica #ToplessXMéxico
No es fácil quitarse la ropa en público. Mucho menos siendo mujer, y aún menos cuando se trata de protestar en una ciudad en donde el riesgo de ser encapsulada, arrestada o sentenciada a seis años por perturbación del orden público es bastante plausible. De eso platicaba con Paloma Escoto, la michoacana convocante de #ToplessXMexico, […]
No es fácil quitarse la ropa en público. Mucho menos siendo mujer, y aún menos cuando se trata de protestar en una ciudad en donde el riesgo de ser encapsulada, arrestada o sentenciada a seis años por perturbación del orden público es bastante plausible.
De eso platicaba con Paloma Escoto, la michoacana convocante de #ToplessXMexico, el viernes por la noche mientras tomábamos mezcal. Nos conocimos por Twitter, y era la primera vez que nos veíamos en persona para hacer los preparativos para la una de la tarde del día siguiente.
“No entiendo porqué la gente me dice que esta convocatoria es degradante si ven chichis en todos lados, pero cuando es una protesta la gente se saca de onda”, me decía Paloma. “A mí este es un tema que me confunde mucho”, le respondí. “Es como si el cuerpo -y sobre todo el de la mujer- se interpretara siempre desde el punto de vista del hombre.” El cuerpo y las tetas son algo erótico en sí mismo, y por eso el cuerpo desnudo se vale únicamente cuando el hombre lo decide. Fuera del momento en el que un hombre busca excitarse, el cuerpo desnudo es incómodo, y aún más cuando el mismo carga un mensaje político de disenso, como lo haríamos en Bellas Artes el propio sábado.
Empezamos a pensar en consignas. Entre risas y naranjas con sal de gusano, a mí de inmediato se me ocurrió: “El Estado es un falo gigante.” Porque así es, porque en la historia mundial el gobierno siempre ha sido dominado por hombres y porque las leyes están cargadas siempre de un sesgo de género. Claro, en nuestro caso es el PRI el que se comporta como un macho autoritario sin remedio que no admite la crítica ni el disenso. La lluvia de ideas seguía, hasta que llegamos a la segunda: “PRI violador”, propuso Paloma. Porque la desnudez es una metáfora del despojo, de la perpetración, de la violencia, del arrebatamiento de lo íntimo… de la situación en Michoacán.
Los mezcales siguieron y la noche también, hasta que fue hora de regresar a casa. Yo apenas pude dormir. En mis sueños aparecían granaderos y hacía mucho frío. Estaba emocionada, nerviosa, esperanzada y dudosa.
Me despertó el sonido de la alarma del reloj a las 9.30 de la mañana. Bring it on. Desayuno de campeones, té verde, botas de protesta, lipstick, suéter y jeans. Nos quedamos muy cerca del Monumento a la Revolución para pintarnos. Paloma traía un rebozo amarrado de la cintura, y su pelo color negro le colgaba de la espalda. “¿Estás nerviosa?”, le pregunté mientras se quitaba la playera. “Sí. Pero contenta. Es la primera vez que hago esto.” Abrí la pintura de Comex que antes habíamos pasado a comprar, tomé el pincel y calculé el espacio de su vientre. Era hora de empezar a pintar. Este es uno de mis momentos favoritos de la protesta: el cuerpo desnudo se convierte en un lienzo político. El momento donde dos cuerpos, dos mujeres, se reconocen desnudas y se arman de consignas. El pincel recorría los senos y el estómago de Paloma. Cuando terminé era mi turno. Siempre entre nosotros, esa fuerza, ese contacto y esa complicidad en los ojos de dos personas a punto de desnudarse públicamente.
Después de las cartulinas todo estaba listo. Salimos del estudio y caminamos hacia Bellas Artes con las dos fotógrafas que nos iban acompañando. Me empezó a palpitar el corazón. Cerré los puños. Apreté los dientes. No sabía qué esperar. Cruzamos Reforma por el Caballito, las botas me pesaban, el frío empezó a apretar. Era hora. Pasando la Alameda, la explanada de mármol blanco, el fotogénico Palacio y las arañas de Louis Bourgoise nos dieron la bienvenida. Había más de 10 fotorreporteros y 5 cadenas de televisión. Y es que el desnudo “hackea” el discurso de medios, es un caballo de Troya que se aprovecha de un público sensacionalista para colocar un discurso de protesta. No había tiempo de pensarlo: nos quitamos la playera, nos pusimos la corona de flores de Femen, y comenzamos la protesta.
Las cámaras eran muchas y los espectadores morbosos también, pero no me incomodaba. De alguna manera con las consignas en el cuerpo una no se siente tan desnuda. Como si sirvieran de vestido. “Que chingón protestar así en Bellas Artes”, pensaba mientras gritábamos consignas hacia el PRI violador. Dos amigos míos se unieron también a la acción, quedándose en calzones. Acto seguido empezó a desnudarse más gente, la mayoría hombres, de entre los cuales dos traían una bandera de México gigante. ¿Dónde estaban los demás? Habían confirmado cerca de 150 personas, ¿será que no llegaron? ¿Será que las cámaras intimidan a cualquiera que tenga la cosquilla del desnudo? ¿Faltó difusión? ¿Tenemos miedo a protestar? ¿Le tenemos miedo al cuerpo desnudo?
No sentía frío, pero el sol me encandilaba los ojos. No había más que hacer, dimos las gracias, tomamos nuestra ropa y nos vestimos. Justo en eso, una chava travesti llegó a protestar desnuda, en tacones, medias, una falda corta y una mochila de Hello Kitty. Entró como ráfaga frente a los medios. Sin pena. Se veía guapísima. Y es que el desnudo también es una gran manera de confrontar a un régimen moral autoritario. Así se percibe el gobierno: la moral es una gran manera de manipular para mantenernos a todos callados. Me dieron ganas de volver a desvestirme con ella, pero en cuanto lo iba a hacer, la chava salió del foco mediático, me dio un abrazo, las gracias y así sin ropa, se fue.
Duró poco la protesta y a pesar de que había policías no hubo encapsulamientos ni arrestos. No había manera de hacerlo rodeados de tanta prensa. El escrutinio público sería fatal. Al final quienes protegen a los disidentes en el espacio público, son los medios de comunicación, y por eso la importancia de que los mismos cubran las protestas.
En cuanto los medios se empezaron a dispersar, más policías se acercaron a la zona. Me empecé a poner nerviosa, era hora de salir. Mientras caminábamos hacia el estacionamiento, nos empezamos a dar cuenta que dos hombres vestidos de jeans, camisa y con walkie talkies nos venían siguiendo. Ya tenían más de media hora con nosotros y no pretendían disimular. Para perderlos, cruzamos la calle, y le dimos la vuelta a la manzana. Creímos haber tenido éxito, pero sólo cambiaron de personajes. Ya al final había cuatro hombres del mismo estilo, todos con radio, siguiendo nuestra ruta.
¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? ¿Por qué seguir a un grupo que viene de protestar? ¿Quién intenta mandar un mensaje? La protesta desnuda es pacífica y vulnerable. No hay nada que esconder. La mediatización de la misma, además de colocar un mensaje de protesta, nos sirve para como sociedad empezar a discutir un tema que por nuestra tradición católica aún es bastante tabú: ¿Qué significa protestar desnudo? ¿Qué impacto tiene? ¿Qué podemos criticar?
Las reacciones han sido en su mayor parte descalificatorias y pudorosas. Pero todo cuerpo desnudo así lo detona. Habrá que ver lo que va a pasar en el siguiente experimento: ¿quién se anima a desnudarse?
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