“Quizás no éramos comedores emocionales, o quizás sí pero no lo sabíamos porque no nos habían puesto entre la espada y la pared; pero lo que hay que destacar es que la época que nos está tocando vivir ha desencadenado una pérdida del control sobre la alimentación en muchos pacientes”, detalla la experta Belén Fontán.
Madrid, 18 de diciembre (Europa Press).- La nutricionista del complejo hospitalario Ruber Juan Bravo, Belén Fontán, advierte de que las emociones vividas durante la pandemia están teniendo “una repercusión inmediata en la comida“, por lo que se ha producido un aumento de casos en las consultas de lo que se conoce como “comedor emocional“, sobre todo tras el confinamiento.
“Quizás no éramos comedores emocionales, o quizás sí pero no lo sabíamos porque no nos habían puesto entre la espada y la pared; pero lo que hay que destacar es que la época que nos está tocando vivir ha desencadenado una pérdida del control sobre la alimentación en muchos pacientes”, detalla la experta.
Tal y como explica, una vez en consulta, Belén Fontán pregunta al paciente por la alimentación durante el confinamiento, los cambios realizados a propósito del mismo, y si se ha aumentado el número y el tipo de comidas. “Las respuestas de los pacientes muestran lo vulnerables que somos ante una situación no rutinaria. Una gran parte han visto en la comida un refugio y un consuelo. En definitiva, han cambiado su actitud alimentaria”, informa.
“El concepto de actitud alimentaria tiene distintos matices en función de la persona, pero de manera general, engloba factores como la relación hacia el alimento, preocupación en ganancia de peso, comportamientos compensatorios y restrictivos, sentimientos en relación a la alimentación y el propio concepto de alimentación normal”, ahonda la nutricionista. En este sentido, el aumento de peso y la pérdida de hábitos alimenticios saludables, así como el abandono del ejercicio físico son algunas de las problemáticas más habituales.
Para muchos pacientes diabéticos, hipertensos, obesos o con nefropatías, entre otras patologías, esto supone también una pérdida de su calidad de vida y un progreso de su enfermedad. “Es muy importante retomar cuanto antes nuestros hábitos alimenticios y recuperar o crear una actitud alimentaria adecuada que deje de lado las malas costumbres adquiridas, y para ello es imprescindible conocer la relación entre la ingesta de alimentos y las emociones, esto nos permite personalizar la estrategia dietética en los pacientes”, señala Fontán.