El Ascenso de Skywalker presenta una interminable lista de argumentos apiñados y una conclusión animosa, frenética y poco memorable de la saga que comenzó hace 42 años. A pesar de los tropiezos, la cinta también tuvo buenos momentos, el duelo de un Wookie, el nuevo casco negro de Kylo Ren, con grietas color rojo sangre, una pelea con sables de luz en los escombros de una Estrella de la Muerte en medio del mar, intensificada por la grandeza del agua y la esperada pelea entre Ren y Rey.
Por Jake Coyle
Los Ángeles, 18 de diciembre (AP).- Pocas cosas han causado tanto alboroto en la galaxia de Star Wars” como The Last Jedi (Los últimos Jedi) de Rian Johnson, una película errática pero electrizante que independientemente de los sentimientos que provocó, fue digna de comentar. No se puede decir lo mismo de The Rise of Skywalker (El ascenso de Skywalker) de J.J. Abrams, un final que en su avidez por complacer a los fans refrita tantos elementos de las cintas anteriores y de manera tan dispersa y apresurada, que da la impresión de que alguien que buscaba el botón de hiperespacio apretó por error el del ciclo de centrifugado.
The Rise of Skywalker presenta una lista interminable de argumentos apiñados como un campo de asteroides, y es una conclusión animosa, frenética y poco memorable a la saga de Skywalker que comenzó George Lucas hace 42 años.
En realidad, también era mucho pedir. Abrams, quien ya había resucitado hábilmente la ópera espacial de Lucas con la mucho menos abarrotada The Force Awakens (El despertar de la fuerza), fue traído de vuelta (como todos en Star Wars, vivos o muertos) no sólo con la tarea de terminar una trilogía, sino de reparar las divisiones ocasionadas por The Last Jedi y estabilizar la puerta giratoria de directores de la franquicia. Abrams reemplazó al despedido Colin Trevorrow, quien mantuvo un crédito como coescritor de la historia.
Más aún, The Last Jedi debía resolver una crisis existencial subyacente en Star Wars, una franquicia en busca de una razón más allá de la nostalgia (y de los millones de dólares que genera) para continuar. El filme, de seguro, trata lo más posible de inventarse algo. Es una cinta atareada y laboriosa. Pero si algo han demostrado los muchos intentos por recuperar la magia de la trilogía original, es que la aleación cósmica de Flash Gordon y Akira Kurosawa realizada por Lucas no es tan fácil de reproducir.
Como tercer acto de la trilogía, The Rise of Skywalker toma la estructura general de Return of the Jedi (El regreso del Jedi), resucitando incluso a su villano: el emperador Palpatine (con el espeluznante Ian McDiarmid ahora como un cúmulo vago de efectos computarizados). La última vez que fue visto explotó en un conducto de aire de la Estrella de la Muerte, arrojado a su aparente deceso por Darth Vader. Pero al ingresar Star Wars en su quinta década, las exigencias de un fenómeno de la cultura popular generador de ganancias empresarias ha llevado a algunas resurrecciones desconcertantes.
Esta tercera trilogía de Star Wars comenzó con un plan: la primera película le pertenecería a Han Solo (Harrison Ford), la segunda a Luke Skywalker (Mark Hamill) y la tercera a la princesa Leia (Carrie Fisher). Pero el destino se interpuso. Fisher, quien junto con Ford hizo más por avivar la trilogía original que cualquier efecto especial, murió de un ataque cardiaco en 2016. Y ella, también, ha sido traída de regreso para Rise of the Jedi en forma de pedazos de viejas filmaciones. Para una actriz con tanto brío, el resultado —un puñado de diálogos y miradas breves— es una vacuidad interpretativa.
Palpatine, quien reside en una oscura madriguera de los Sith, esencialmente pone la mesa. Cita a Kylo Ren (Adam Driver) con la orden de “matar a la chica” (Rey, interpretada por Daisy Ridley) y de ese modo heredar el trono. Con el solo gesto de su mano, exhuma toda una flota de Destructores Estelares que emergen de las profundidades como un nuevo ejército de muerte para la Primera Orden.
Pero esto es sólo una parte del frenético comienzo. Abrams, quien escribió el guión con Chris Terrio (Argo, Justice League), recluta apresuradamente a los muchos personajes de la Resistencia, entre ellos Leia, Finn (John Boyega), Poe (Oscar Isaac), Rose (Kelly Marie Tran), Chewbacca (Joonas Suotamo) y C-3PO (Anthony Daniels). Desde el principio hay un apuro por contar a toda velocidad la compleja trama que envía un atestado Halcón Milenario en busca de la base oculta de los Sith, una tarea con una serie de MacGuffins que incluyen —como una reliquia de una aventura más terrenal— una daga secreta.
A Star Wars nunca le ha faltado velocidad, pero el ritmo aquí es esquizofrénico. La película no puede quedarse quieta. Todo el mundo grita y las escenas de humor son en su mayoría deficientes. Parte del apuro, parece, es desmantelar parte del trabajo de base de Johnson y reenfocar el núcleo de la historia en el destino de Rey y su complicada relación con Ren. Sea o no un gesto de fanatismo tóxico desatado por Last Jedi, algunos personajes se ven afectados. Rose, destacada en The Last Jedi y que realineó de manera emocionante la dinámica de poder tradicional de Star Wars, queda notable y lastimosamente marginada de gran parte de la acción.
Algunos de los tropos que Johnson deconstruyó han sido reensamblados. Poe, el aparente heredero de Han Solo, es otra vez una figura central. Nuevos mundos traen nuevos amigos —una Stormtrooper convertida en rebelde interpretada por Naomi Ackie; una antigua rival de Poe llamada Zorii Bliss (Keri Russell); una tierna criatura tipo Muppet llamada Babu Frik— y también viejos (Lando, interpretado por Billy Dee Williams). Muchos de ellos causan buena impresión, pero los encuentros se producen de manera previsible.
Entrar mucho en la narrativa de The Rise of Skywalker no es necesario y, además, no estoy seguro siquiera de poder explicarlo todo. Eso, de por sí, es uno de los aspectos más decepcionantes de la cinta: trata con demasía. Lo que ha demostrado la serie de streaming derivada The Mandalorian (además de que la gente se volverá completamente loca por un maestro Jedi bebé) es que la simplicidad de la historia da buenos resultados con Star Wars. The Rise of Skywalker aspira a la brillante acción paralela de Return of the Jedi pero termina con la carga de unas criaturas similares a caballos en el ala de un Destructor Estelar. En algún lugar, Jar Jar Binks está celebrando: ya no será él lo menos apropiado en una galaxia muy, muy lejana, después de todo.
Pero aún cuando Rise of Skywalker tiene su cuota justa de tropiezos, también tiene sus cosas buenas. El duelo de un Wookie, por ejemplo. El nuevo casco negro de Kylo Ren, con grietas color rojo sangre. Una pelea con sables de luz en los escombros de una Estrella de la Muerte en medio del mar, intensificada por la grandeza del agua. Y más que nada, el angustioso duelo entre Rey y Ren, que finalmente toma las dimensiones míticas en el juego de Star Wars entre el bien y el mal.
Para una película fundamentada en satisfacer a los fans, The Rise of Skywalker es una conclusión inequívocamente insatisfactoria para lo que ha sido una serie de cintas imperfectas pero en su mayoría buenas. Pero la esperanza fluye eternamente entre los fans de Star Wars. Algunos probablemente salgan de esta última entrega parafraseando a Leia: “Ayúdanos, bebé Yoda. Tú eres nuestra única esperanza”.
Star Wars: The Rise of Skywalker, un estreno de Walt Disney Co., tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por escenas de ciencia ficción violentas y de acción. Duración: 142 minutos. Dos estrellas de cuatro.