El sociólogo Bernhard Kittel cree que aún es posible convencer con argumentos a una parte de quienes aún no se han vacunado, pero que quedará al menos un 30 por ciento de irreductibles. “A los antivacunas radicales el confinamiento los ha reforzado en su oposición”, advierte a EFE Kittel, director del Austrian Corona Panel Project de la Universidad de Viena, un equipo de científicos que analiza cómo la sociedad austríaca reacciona ante la pandemia.
Por Antonio Sánchez Solís
Viena, 18 nov (EFE).– Con la incidencia de casos de COVID-19 marcando récords y la de mortalidad subiendo, varios países de Europa Central están aprobando duras restricciones, hasta el punto de que Austria, por ejemplo, debate ya incluso entre inmunización obligatoria o volver a confinar a toda la población.
Países como Austria o República Checa, que en la primavera de 2020 pasaron la primera oleada con cifras de contagios y muertos muy bajas respecto a Italia o España, se ven más de un año después obligados a restringir la libertad de movimientos, con el denominador común de tasas de vacunación por debajo de la media de la Unión Europea.
LA VACUNACIÓN NO ACELERA
Tras meses de inacción ante el bajo nivel de inmunización contra la COVID-19, un 65 por ciento, que el propio Gobierno ha calificado de “vergonzoso”, las autoridades austríacas llevan dos semanas aumentado la presión a los reacios a vacunarse.
Primero, prohibiendo a quien no esté vacunado o sanado ir a locales de gastronomía, ocio o estética. Luego, desde el pasado lunes, con un confinamiento sólo para no inmunizados.
En las dos semanas que llevan aplicándose las restricciones a no vacunados, el número de primeras dosis ha crecido un 3.4 por ciento, duplicando el ritmo de las dos semanas anteriores.
Sin embargo, la cifra de nuevos vacunados es ridícula si se compara con la de ciudadanos que se están poniendo ya la tercera.
En los dos últimos días, por ejemplo, el 65 por ciento de todas las vacunas inyectadas fueron terceras dosis, frente al 21 por ciento de primeras y el 13 por ciento de segundas.
Con este panorama, el Gobierno austriaco decidirá probablemente mañana extender el confinamiento a toda la población, una medida que ya han anunciado Salzburgo y Alta Austria, las dos regiones donde menor es el índice de vacunación y donde mayor es la incidencia de contagios y el riesgo de colapso del sistema sanitario.
DEMASIADO TARDE
En cualquier caso, los expertos creen que todas estas reacciones llegan demasiado tarde.
“Deberíamos haber tomado hace una semana y media todas las medidas que se pueden tomar antes de un confinamiento, lo que significa que también los vacunados deberían soportar algunas restricciones”, señala Thomas Czypionka, analista de políticas sanitarias del Instituto de Estudios Avanzados.
Según este experto, sería necesario reducir rápidamente los contactos en un 30 por ciento, pero la indecisión a la hora de qué medidas tomar “hace que un confinamiento sea cada vez más probable”.
Cuanto más se tarde, advierte, más aumentará la presión hospitalaria y el número de infecciones y, por tanto, más largo y estricto tendrá que ser el confinamiento.
“Renovar constantemente el confinamiento agota la obediencia de la gente y hace que todas las medidas sean menos eficaces”, opina Czypionka.
VACUNA OBLIGATORIA
Respecto a la otra estrategia que se debate, la de imponer la obligatoriedad de la vacunación, tanto Czypionka como Kittel dudan de su eficacia.
El primero opina que, aparte de dividir a la sociedad, tardará meses en aumentar el porcentaje de población con la pauta completa.
Y Kittel cree que aunque esa medida podría elevar en un par de puntos porcentuales la tasa de vacunación, “hay mucha gente que preferirá pagar una multa”.
Numerosos juristas han coincidido de que esa medida no violaría la Constitución.
De momento, tras meses de especulación, el Gobierno ha anunciado que el personal sanitario estará obligado a vacunarse.
En el resto de la región centroeuropea, República Checa sólo permitirá a partir del próximo lunes a personas vacunadas y sanadas de la COVID-19 acceder a bares, restaurantes o reuniones, y estudia reimponer que todas las empresas hagan test a sus empleados.
En Eslovaquia, el Gobierno ha ido más lejos e impondrá que los empleados que no estén vacunados ni hayan pasado la enfermedad tengan que acogerse a vacaciones sin sueldo o, si la empresa lo permite, trabajar desde casa.
En Hungría, el Ejecutivo ha anunciado que pronto obligará a todos los trabajadores públicos a vacunarse, mientras que el Colegio de Médicos ha pedido que se prohíba entrar a restaurantes o cines a quien no tenga certificado COVID.