Este espacio verde binacional, conocido como “Friendship Park” en San Diego y situado en la costa del océano Pacífico, ofrecía desde hace años la posibilidad de encontrarse a quienes viven separados por la frontera, aunque sea a través de una valla de varios metros de altura.
San Diego, Estados Unidos, 18 de noviembre (EFE).- Lejos del bullicio habitual de los fines de semana, el Parque de la Amistad, un punto de encuentro habitual para quienes viven separados por la frontera entre Estados Unidos y México, presenta hoy un aspecto casi fantasmal después de que las autoridades estadounidenses decidieran cerrarlo unos días.
Este espacio verde binacional, conocido como Friendship Park en San Diego (California, Estados Unidos) y situado en la costa del océano Pacífico, ofrece desde hace años la posibilidad de encontrarse a quienes viven separados por la frontera, aunque sea a través de una valla de varios metros de altura.
Sin embargo, las autoridades estadounidenses decidieron clausurarlo durante el fin de semana después de que hace unos días un grupo de personas hiciera un amago de entrar al país ilegalmente a través del mar, aunque finalmente optaron por darse la vuelta y volver al territorio mexicano.
“No parecen problemáticos en general, solo quieren que se escuche su mensaje. Podrían cruzar a nado si quisieran”, comentó hoy a Efe Phillip Herczech, un sandieguino que actualmente reside en Europa y que este domingo se acercó al parque a mostrar su apoyo a quienes aguardan al otro lado para poder cruzar la frontera.
Mientras que al otro lado de la valla que separa ambos países se podía ver hoy a numerosas personas; por el lado estadounidense apenas algunos curiosos, agentes fronterizos y periodistas se acercaron al parque.
En general, los inmigrantes que residen en esta ciudad californiana, conscientes de la clausura, han desistido de acercarse al parque desde el sábado.
Sin embargo, había algunas familias que, al no conocer la situación, se acercaron al lugar este domingo con la esperanza de poder ver a sus seres queridos.
“No sabía que estaba cerrado, si no, no vengo a verlos”, lamentó en declaraciones a Efe Cruz Gutiérrez Corona, una inmigrante de origen mexicano que reside desde hace trece años en Estados Unidos.
Finalmente, la tecnología ayudó a esta mujer que tuvo que pedir un día libre en el trabajo para intentar ver a su hijo, puesto que a pesar de la distancia, Gutiérrez Corona, logró coordinarse con él y con su nuera y verlos, a través de la valla, desde varios metros de distancia.