Gustavo de Hoyos Walther
18/07/2023 - 12:04 am
¿Jefe de Estado o jefe de campaña?
Pues bien, 17 años más tarde, el mismo López Obrador, ahora como Presidente de la República, se está inmiscuyendo en una elección presidencial en la que él no es candidato. Y lo está haciendo en una dimensión mucho más grande que la de Fox.
A un buen gobernante se le reconoce por varios atributos. Uno muy importante es la consistencia, tanto en su palabra como en sus acciones. Sus juicios deben ser de aplicación general y no particular. Así, por ejemplo, cuando el entonces candidato presidencial, López Obrador, criticaba al Presidente Vicente Fox por inmiscuirse en la campaña del 2006, lo hacía supuestamente porque pensaba que el acto realizado no era ético. Esa censura moral no se refería en particular a Fox, sino a un acto que ninguna persona debería realizar.
Pues bien, 17 años más tarde, el mismo López Obrador, ahora como Presidente de la República, se está inmiscuyendo en una elección presidencial en la que él no es candidato. Y lo está haciendo en una dimensión mucho más grande que la de Fox.
Su prescripción moral, entonces, no tenía aplicación general, pues no lo incluía a él. La cultura popular tiene una frase que resume esto: “hágase la justicia en los bueyes de mi compadre”. Esta falta de consistencia pone al Presidente ante una luz nada favorable.
Hace poco, el periódico El País dio a conocer que el Presidente escribió, con su puño y letra, los términos en que se realizaría el nombramiento del candidato o candidata de su movimiento. No es casual que las llamadas “corcholatas” no estén haciendo campaña para ganarse el voto de la ciudadanía o, incluso, de los simpatizantes del obradorismo, sino que saben que hay un sólo elector al que tienen que complacer.
Violando su propio principio moral, López Obrador no se ha cansado de promocionar a sus candidatos a la Presidencia desde sus “mañaneras”. Solamente, los más ingenuos ignoran -o pretenden ignorar- que el candidato presidencial del oficialismo no será el que quiera el Presidente. En realidad, las supuestas campañas de los candidatos obradoristas son una gran simulación.
Pero López Obrador no se ha conformado con promover a sus candidatos -algo que en sí mismo es censurable-, sino que desde hace tiempo no ha dejado de fustigar a los posibles candidatos de la oposición.
Con una soltura digna de mejor causa, el Presidente se ha dedicado a realizar un ejercicio de descrédito a quienes se le oponen y, en particular, a quienes buscan reemplazarlo en la silla presidencial. Muchos de sus comentarios son en realidad calumnias sin ningún sustento o verdades a medias a las que él despoja, convenientemente, del contexto que las explicaría.
Pero hay algo todavía más peligroso en esta conducta censurable por parte del Jefe del Ejecutivo: que sus denuestos e injurias tienen un eco en personas que podrían recurrir a ejercer la violencia contra quienes critica el Presidente. Ya es hora de que él se dé cuenta de que sus palabras no son inocentes y que pueden dar lugar a acciones criminales.
Esperemos lo entienda pronto. Nada menos que la democracia mexicana está en juego.
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