Gómez Leyva denuncia amenazas a su teléfono; Aguilar Camín culpa a López Obrador

18/07/2012 - 10:15 am

En su columna de ayer, el periodista Ciro Gómez Leyva, director editorial de Grupo Milenio y conductor estelar de Milenio Televisión, denuncia:

Lo notable en el horrible verano-otoño de 2006 no eran los arteros adjetivos ni las mentiras esperpénticas, sino el odio que había en aquellos mensajes. El mal que deseaban.

Así lo referí en La historia en breve del 25 de agosto de aquel año: estaba recibiendo una cantidad inusual de correos electrónicos y anónimos, cargados de odio, sobre mi desempeño periodístico en el conflicto poselectoral.

Quizá el tiempo haya suavizado el recuerdo, pero el odio de entonces parece poca cosa comparado con el de hoy. “Ciro, chingas a tu puta madre, te va a cargar la verga, cabrón”, escuché en el buzón de voz de mi celular de MILENIO el otro día. “Nunca vas a poder dormir con trankilidad traidor farsante nunca dormirás bien”, me dejó en SMS otra persona. Y hay cosas más rudas.

Los insultos vienen con amenazas esta vez. A diferencia de las generalidades y lugares comunes de 2006, hoy tienen un punto concreto del que agarrarse: la encuesta de seguimiento diario MILENIO-GEA/ISA. En ese submundo de la agresión y la siembra de miedo, no existe la posibilidad del error, la falla profesional.

En su columna de hoy, Héctor Aguilar Camín retoma el texto de Gómez Leyva y señala:

Cada quien vive este acoso como una cuenta de improperios personalizados, pero en realidad es un acoso colectivo, una maquinaria bien aceitada de agresión, difamación y persecución moral.

Creo que Ciro fecha bien el inicio de esta semilla en el revulsivo poselectoral de 2006. Creo que mide bien cuando dice que el odio de hoy es más intenso y el fanatismo más impermeable que nunca.

Estamos frente a una máquina de amedrentar que tiene beneficiario político y responsable intelectual: se llama Andrés Manuel López Obrador. No todos los engranes de la máquina responden a su mando, pero casi todos son frutos del árbol de la descalificación moral inherente a su discurso de estos años.

en Sinembargo al Aire

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