Sandra Lorenzano
18/06/2023 - 12:03 am
Así es como entra la luz
¿Qué hacemos, entonces, con las ruinas? Reparamos, suturamos, zurcimos. Ponemos el cuerpo.
Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.
Alejandra Pizarnik
Hay una grieta en todo
así es como entra la luz.
Leonard Cohen
Parto de la herida, de esa herida fundamental de la que habla Pizarnik, herida fundacional, de esa desgarradura y de su vínculo con la creación. Si “reparar” es por un lado darse cuenta de algo, percibirlo y, por otro lado, arreglar, componer, podemos ver allí, como lo propone la poeta, el origen de la cultura. Crear es reparar, entonces, tanto en términos individuales, como sociales.
O dicho de otra manera: crear es suturar la herida. Quizás por eso me gusta tanto esta obra del grupo argentino Escombros.
Una obra realizada en una cantera abandonada cerca de la ciudad de La Plata, en el año 1989, en plena posdictadura, en una ciudad especialmente castigada por los militares. El título de la obra es precisamente Sutura.
Los vestigios como material de trabajo: un quiebre en el terreno (en la historia, en la lengua, en la sociedad). Una soga que intenta unir los pedazos. Lo que sobrevivió. El antes y el después. “Estética de lo roto”, dicen algunos. Una ética de lo roto. Una ética construida desde la fractura.
Crear desde las ruinas de una modernidad que nunca terminó de llegar, modernidad incompleta, desigual e injusta, modernidad excluyente, con la marca de lo colonial, lo racista, lo patriarcal, como es la modernidad de nuestros países.
Ruinas como las que ve, con mirada espantada, el ángel de Walter Benjamin en sus “Tesis sobre la historia”, esa obra que pertenece, como escribió Bolívar Echeverría, “a ese género escaso de los escritos de náufragos, borroneados para ser metidos en una botella y entregados al correo aleatorio del mar”.[1]
¿Qué hacemos con el ángel de la historia y su mirada espantada? Allí donde nosotros vemos como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única “que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado”.
La sutura entonces como opuesta a la catástrofe, como ejercicio de duelo y reparación.
Una joven mujer de teatro, Mariana Gándara -coordinadora de la cátedra Bergman de la UNAM- ante la pregunta “qué significa hoy ser una mujer latinoamericana vinculada a la cultura”, responde: “lamentablemente tiene mucho que ver con la herida. La cultura o la gestión cultural son entonces una opción política. Ponemos el cuerpo para que las cosas sucedan”.[2]
Retomo tres elementos de lo que plantea: primero la herida; segundo, el contexto, y finalmente, uniendo los dos anteriores: el cuerpo.
La cultura como sutura de esa herida, o como prefiero decir: “como zurcido”. El zurcido, más doméstico, más casero, más pobre, en tanto posicionamiento a la vez geográfico y político, ético y estético, individual y colectivo.
¿Qué hacemos, entonces, con las ruinas? Reparamos, suturamos, zurcimos. Ponemos el cuerpo.
Sólo desde ese lugar podemos pensar en una modernidad alternativa. “Si la historia la hiciesen las mujeres -escribe Margo Glantz- se registraría el descubrimiento de la aguja y del hilo como el inicio de la era moderna.”[3]
Desde ahí, desde esos saberes considerados “menores”, desde el margen, desde la precariedad, elegimos hacer una lectura de la cultura en clave poética. Una lectura desde los silencios y las cenizas. Algo hay que recuerda la danza butoh en todo esto, porque finalmente las cenizas que nos cubren, como cubren los cuerpos de los bailarines, son otro modo de hacer memoria.
Cientos de proyectos culturales comunitarios de mujeres nacen en el país como formas colectivas y amorosas del cuidado. Pienso en Las Patronas de Veracruz y su amparo a las personas migrantes, en las Madres Buscadoras y su angustiosa búsqueda, en los Bordados por la Paz que brotan en las plazas de todas nuestras ciudades para nombrar a quienes han sido desaparecidos o asesinados, en las jóvenes que han construido un espacio propio en la misógina escena del rap y el hip hop (Zara Monrroy, Mare Advertencia Lírika, Gloriel Villalobos Doma, Zahash, Sharaí, Batallones Femeninos), entre muchísimos otros de teatro, de performance, de fotografía, de fanzine. La creatividad ética de la lucha, “el hilo y la aguja” simbólicos, se vuelven poderosos en las manos de nuestras mujeres.
Recupero los versos del inicio, porque finalmente esa desgarradura del origen es en todos estos proyectos también la grieta por la que entra la luz.
[1] Bolívar Echeverría en http://www.bolivare.unam.mx/traducciones/tesis_sobre_la_historia_y_otros_fragmentos_benjamin_la_condicion_judia_y_la_politica
[2] Mariana Gándara en https://youtu.be/Rlxju02NHt0
[3] Margo Glantz, “La modernidad empieza con la aguja”, en
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