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Javier Solórzano

18/06/2012 - 12:01 am

15 minutos antes

La tensión era inevitable. No paso nada fuera de lo común. El formato del debate era complicado y quizá aún más complicado explicarlo. Al final, lo mejor fue aplicarlo más que seguir intentando contarlo. La cara de duda y confusión de la y los candidatos era la mejor prueba de ello, si las cámaras de […]

La tensión era inevitable. No paso nada fuera de lo común. El formato del debate era complicado y quizá aún más complicado explicarlo. Al final, lo mejor fue aplicarlo más que seguir intentando contarlo. La cara de duda y confusión de la y los candidatos era la mejor prueba de ello, si las cámaras de televisión los hubiera captado, las evidencias habrían provocado que esbozara una que otra sarcástica sonrisa.

La y los candidatos llegaron 15 minutos antes del inicio del debate. Cuando lo hizo, Josefina se dirigió a cada uno de los atriles para saludar a sus adversarios de mano; los otros medio se saludaron. Los cuatro llegaron un poco antes al estudio en la Expo Guadalajara de lo que lo hicieron en el pasado debate. El motivo, querían ver qué podían sumar a su desigual conocimiento de las reglas. A esas alturas y en medio de la tensión propia del inicio no había mucho que hacer. Los 15 minutos comenzaron a hacerse eternos. Tratamos de darles pistas sobre cómo hacerle, la necesidad de administrar sus tiempos acumulados, y hasta por donde debían de salir del atril para dirigirse a las urnas del sorteo. Si algo se tenía que hacer era dejar atrás el trauma del escote.

Si bien no se hablaban entre ellos, dos o tres cosas sobre el formato del debate entre Quadri y Peña Nieto y una especie de cuchicheo de Josefina al candidato del PRI, el clima fue de civilidad. Faltando 7 minutos, quedamos solos en el estudio los candidatos y el moderador. Pregunté si había alguna duda y ya nadie dijo nada. Les insistí en que tenían que levantar la mano para que yo pudiera otorgarles la palabra en los bloques temáticos y que el turno se daría en función de quien yo viera primero. Todo parecía claro menos las reglas en los bloques temáticos. Aposté a que la lectura de las mismas aclararía todo, pero como ya lo sabe no fue así.

Revisaron cerca de las 20:00 horas cómo colocar los documentos que traían a un lado de sus atriles y que eventualmente darían a conocer. Eran los ajustes finales mientras el reloj se movía rumbo a las 20:00 horas en cuenta regresiva. Peña Nieto lo voltea a ver y le dice a Josefina y al moderador algo así como que el reloj va muy lento. Andrés Manuel estaba viendo sus papeles con calma, no alza la vista de no ser para ver el reloj. Le señalo cómo sería más fácil colocar a un lado del atril sus documentos para que lo captara la cámara. Estaba particularmente serio.

A dos minutos del inicio, me permito agradecerles en nombre de todo el equipo de producción a cargo de la trasmisión y les ofrezco la certeza de su imparcialidad, profesionalismo y seriedad. Les pido que a pesar de la aparente complejidad de las reglas tengan la certidumbre de que ante cualquier duda de inmediato la atendería y que confiaran en que yo sabría el orden y a quien le estaría tocando el uso de la palabra. El problema cerca de las 20:00 para mí sigue siendo la explicación del formato. Decidí en ese momento que si a la mitad de la explicación no fluye y más bien confunde, cortaré la lectura, y aplicaré las reglas más que seguir explicándolas.

Los invito cerca de la hora a que pongan atención en la cortinilla de entrada la cual ya había visto y me parecía que sería grata para ella y ellos y los televidentes. Algo había que hacer para que le silencio no genere más tensión. Faltan treinta segundos y el jefe de piso empieza con el conteo regresivo oficial. Ahora sí damos paso al silencio total que ayuda a la concentración, haya tensión o no. Viene el inevitable 5, 4, 3, 2…..; el resto usted lo vio en su casita.

Javier Solórzano
Es periodista. Conductor de radio y televisión.

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