39 VOCES | “En Nueva York, en Jalisco, cualquiera podría terminar sin abrazos, sin despedidas”

18/04/2020 - 12:00 am

TERCERA PARTE 

El amanecer del 16 de abril fue un golpe de realidad. Ya es algo que se esperaba, ya es algo que se sabía, pero pegó más cuando se volvió oficial. La Jornada Nacional de Sana Distancia se alargó. Será hasta el 17 de mayo para algunos; hasta el 30 para otros. Nos vemos entonces. 

Ciudad de México, 18 de abril (SinEmbargo).– Mínimo van a tener que pasar seis semanas más antes de que se vea el amanecer. No es raro. China, por ejemplo, se tardó meses en intentar volver a la normalidad, si es que se puede. Italia, España, Estados Unidos, Francia, algunos de los casos paradigmáticos del virus que azota al globo, siguen en aislamiento. Van a tener que pasar seis semanas en México, me repito. Hay que ir hora a hora, día a día, creo. Así será más fácil mantenernos fuertes. Un paso y luego otro.

En México han muerto 546 personas por el COVID-19. En total, en el país se han confirmado 6 mil 875 casos positivos; se estudian 13 mil 364 sospechosos, y se han descartado 28 mil 126. Más de 48 mil personas han sido estudiadas. Para aplanar la curva epidémica, insiste Hugo López-Gatell, tendremos que quedarnos en casa.

Gracias a todas las voces que participaron en estos textos. Nos vemos pronto. Nos vemos entonces.

El resguardo seguirá en mayo. Foto: Romina Gándara, SinEmbargo.

IVONNE:

Tener que enfrentar el duelo de la muerte de mi padre en medio de tanta muerte normalizada. Él murió unos días antes de que iniciara todo, murió solo sin que pudiera darle un abrazo cuando todavía podía abrazarlo, sin que una autoridad me lo impidiera, hoy los abrazos están prohibidos. Lo más difícil para mí es eso, la muerte de un solo hombre es para mí la muerte de todos los hombres, pero afuera la muerte se ha sistematizado, el mundo es una fábrica de muerte, donde cualquiera termina en una bolsa de cadáver apilado entre cientos. Donde las mortajas ya están disponibles en Mercado Libre y puedes comprar una a un precio más barato que un vestido de Zara. Y en el que la muerte simplemente ha dejado de ser ese dolor seco y agrio que yo siento, no es más que un producto en serie, una cifra que ves en las noticias a la siete, un cuadrito negro en un mapa que todo el mundo cuenta como si se tratara de un marcador de futbol. “Suman más de…” se vuelve tendencia en Twitter. Pero detrás de la frase estamos nosotros mismos, apilados en esas zanjas que muestran las noticias, que los gobiernos están cavando como termitas en todas partes, en Nueva York, en Jalisco, cualquiera podría terminar ahí, sin abrazos, sin despedidas. Es la soledad, el horror normalizados.

NANCY:

La recomendación principal que se ha hecho es quedarse en casa, justamente a partir de esto es que estoy tomando conciencia del tiempo que pasaba fuera de casa, parte de mi trabajo era salir mucho, además de salir para hacer ejercicio, ir algunas veces a la escuela para hacer trámites o aclarar algunas dudas; ahora todas mis actividades son desde casa y aunque sé que es por el bien de todos no es fácil, a veces despierto como enojada, otras me siento triste, supongo que es parte del encierro. Sin embargo, lo más complicado para mí es que no puedo ver a mis abuelos, desde hace casi un mes he evitado verlos y sólo les llamo por teléfono, me causa mucha preocupación que yo pueda contagiarlos si es que tuviera algo.

A eso se suma el panorama económico que no se ve nada alentador.

SALVADOR:

Hace unos días, en pleno confinamiento por el coronavirus, fui objeto de un robo. Se metieron a mi casa y se llevaron lo poco mucho que, al cabo de los años, he logrado obtener con esfuerzo y muchos sacrificios. Entonces me convertí en una víctima más del COVID-19; no tuve fiebres superiores a los 39 grados centígrados, o dificultad para respirar, no presenté síntomas del nuevo SARS-II, más bien mi situación es un producto de los daños colaterales que ha dejado la pandemia: todo cerrado. Resulta que en el Ministerio Público de San Agustín, en Ecatepec, Estado de México, hubo quién tomara mi declaración de hechos; pero no quién abriera la carpeta de investigación. “Hasta que se levante la cuarentena, señor”, me dijo la practicante que me atendió.

RITA:

El encierro puede ser estresante, pero lo ha sido más la incertidumbre sobre lo que viene en las siguientes semanas para las familias en México. Mantenerse ocupado, con el trabajo a distancia, por ejemplo, ha sido bueno para llevar el desasosiego. Hacerlo, como si fuera un día normal en la oficina, ayuda incluso a no romper la disciplina. Pero dado que nuestro trabajo es dar noticias y por el cúmulo de información que hay sobre el COVID-19, sobre sus amenazas y desgracias, también se vuelve difícil de manejar en términos de la tensión.

Sin embargo, el aislamiento también nos ha permitido a muchos reflexionar sobre lo que hemos estado haciendo bien o mal en lo individual y en lo colectivo. También hemos aprendido a reorganizar nuestra vidas en lo personal y en lo laboral, y dar más importancia a la vida, a la salud y a las personas que queremos.

Luego de esta experiencia, creo, no podremos ver las cosas de la misma forma, porque el COVID-19 nos ha mostrado también que es un virus que no tiene color ni nacionalidad, ni sabe de ricos ni pobres: enferma y mata a todos por igual.

El aislamiento nos ha provocado sensaciones de inseguridad, de tensión, de incertidumbre, pero también considero que muchos saldremos de la cuarentena obligatoria con más sensibilidad ante estos problemas, con más deseos también de que las cosas cambien y de exigir al Estado mejores resultados, particularmente en los temas que tienen que ver con la igualdad, con nivelar la cancha para todos, y con dar prioridad a los derechos humanos.

Mínimo van a tener que pasar seis semanas más antes de que se vea el amanecer. Foto: Sugeyry Romina Gándara, SinEmbargo.

DANIELA:

Mirar a la ventana es difícil. Desde donde paso el resguardo puedo ver al asomarme a las dos señoras que venden quesadillas a diario; a veces tienen gente, a ratos no. Veo también al señor que vende fruta con chile y limón que junto com un viene viene, platican por horas.

Y aunque de la Ciudad de México siempre me ha gustado que de repente suena música en las calles (trompetas, marimbas, lo que sea) porque parecen serenatas espontáneas para quien guste atribuírselas, cuando suenan estos días no puedo no atribuirles un tono melancólico, no sé si fúnebre, pero me hace pensar en quien la toca para poder vivir y en quienes la escuchamos, queriendo vivir después de todo esto.

EFRÉN:

Para mí, lo más complicado en estos días de pandemia es la dificultad para dar apoyo emocional a familiares y amigos que a pesar de las pláticas en línea no dejan de sentirse recluidos, aislados y en soledad. En esta situación, la incertidumbre y el miedo son una moneda de doble cara. Por un lado, es un mecanismo social de sana distancia; pero por el otro, implica la ausencia de interacciones que nos confortan como seres humanos.

LUPITA:

Quedarse en casa, lo que para algunos podría resultar difícil, para mí no lo es (al menos por el momento). En cuestión de trabajo me organizo y, aunque siento que trabajo más desde casa, ahorrarme esas casi 4 horas de transporte ida y vuelta del trabajo a la casa lo agradezco. En cuestión personal también lo estoy aprovechando, en mi casa todos trabajan y casi no nos vemos y ahora estamos aprovechando para convivir, y a mi familia que vive lejos trato de llamarles una vez cada tercer día (ahora ya tengo tiempo). Además, he vuelto hacer algo que por el trabajo deje de hacer: acercarme a Dios. Antes por la distancia y tiempo iba cada semana a mi iglesia y ahora los servicios de alabanzas están en línea. Basta con encender el canal de YouTube. Creo que en estos tiempos de pandemia tener fe y creer en Dios nos dará fuerzas.

MARIANA:

A pesar de la situación -y evidentemente de las discusiones-, algo que puedo rescatar de la cuarentena es poder pasar tiempo con mi familia. Por las responsabilidades y compromisos de cada uno, nos era imposible si quiera comer juntos una vez. Claro que no somos la familia perfecta pero me quedo con los buenos momentos, que son más. Sin duda, algunas cosas se complican pero tratamos de organizarnos y de mantenernos positivos.

Hay que ir hora a hora, día a día, creo. Foto: Sugeyry Romina Gándara, SinEmbargo.

ERICK:

Pues para mí, lo más complicado en estos días de pandemia ha sido lidiar con un poco de ansiedad que me ha provocado toda la oleada de información sobre el tema y su manejo en redes sociales.

ALEXIS:

Un miembro de mi familia tuvo durante el fin de semana pasado una cirugía delicada. Con la pandemia, hemos tenido que extremar medidas precautorias para proteger su salud. Incluso cuando vienen visitas a verla, debemos pedir que adopten precauciones también, porque, en nuestra experiencia, todavía hay cierta incredulidad acerca de la situación sanitaria actual.

ROMINA:

Una de las cosas más difíciles es el pensar cómo documentar el momento desde el aislamiento, sin salir tanto a la calle. Buscar las alternativas, las formas. El periodismo está ahí para contar y documentar los momentos, pero no todos pueden o están en las condiciones, además de que tenemos la valiosa oportunidad de buscar alternativas para contarlo y documentarlo desde casa, pero justo ahí radica el reto e incluso nuestros diálogos internos o planteamientos que nos hacemos a diario.

Otra cosa son los aspectos que van saliendo poco a poco a raíz del confinamiento, por ejemplo, no poder acudir a actividades que nos servían de contención y tener que cambiarlas por otras que quizá no nos satisfacen tanto. Se trata de recordaran, reinventar, y buscar, pensar pensar en alternativas, pero siempre los cambios son difíciles.

ARTURO:

Para mí, lo más complicado durante está cuarentena es intentar no pensar en las cosas que suceden. Me es muy complicado estar sobre-saturado de información por todos lados (TV, Internet) y sentirme “inútil” de no poder apoyar. El simple hecho de no salir es ayuda, pero me gustaría poder brindar apoyo a más personas.

Pero definitivamente no pensar en las consecuencias que tendrá la pandemia y tener salud mental es lo que más me está costando trabajo.

STEPHANIE: 

Hay ciertos elementos en estos días que combinados parecen un sueño o sacados de una película Apocalíptica. No es el fin del mundo, me dicen, sin embargo para mí es como un comienzo. Hace un año me encontraba en la tranquilidad de realizar mis actividades como lo había estado haciendo desde hace años, trabajar, salir de viaje, etcétera, pero hoy es casi imposible, lo que nos toca es quedarnos en casa. Algunos dicen que el coronavirus llegó para quedarse.

Esta mañana salí de mi departamento para comprar agua a los vendedores que, como cada semana, llegan a surtir el producto (solo que en estas dos semanas no habían aparecido por acá).

-Hola, ya no habían venido

-Sí, es que se nos está dificultando surtir porque casi no hay agua y tenemos que arreglarnos para repartir a todos con lo poco que nos cargan en el camión, pero esperamos estar viniendo cada lunes como siempre.

Por un momento se me olvidó el COVID-19, saludé a mis vecinos que entraban a su casa como si nada; el miedo a contagiarse y contagiar a mi familia desapareció. Por unos cuantos minutos la incertidumbre no estaba en mi mente, es curioso, no sabes en qué momento puedes dejar de vivir tu vida como antes lo habías estado haciendo. Todo esto es tan surreal para mí, llevar protección a donde quiera que vaya, porque ahora no basta con la inseguridad de la ciudad, todavía tenemos que estar al tanto para mantener la sana distancia para no contagiar ni ser contagiados. El no poder salir como antes es difícil, pero el no ver a la gente con la que convives normalmente, y saber que miles de personas tienen el riesgo de quedarse sin trabajo o que miles de familias pueden perder a un ser querido, eso, es lo más duro de la pandemia.

Carlos Vargas Sepúlveda
Periodista hecho en Polakas. Autor del libro Rostros en la oscuridad: El caso Ayotzinapa. Hace crónica del México violento de hoy. Ya concluyó siete maratones.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas