A las nueve de la noche los hombres son lienzos en blanco. Las capas de base neutral sobre la piel hace que sus rostros pierdan la sombra y de pronto puedan convertirse en Edith Márquez, Eugenia León o María José. Con el rostro neutro, hay espacio para delinear la nariz, las cejas, los ojos y los pómulos. Una vez que empieza el show los cambios tienen que hacerse a gran velocidad. Vestidos, tacones, medias y glúteos irán tornándose para arropar al personaje que interpretan.
Por Idalia Sautto
Ciudad de México, 18 abril (SinEmbargo/Vice.com).- “Yo era una típica jotita de cabello largo, de ceja súper depilada, pantalones entubados. Estudiaba belleza en un salón y ahí iban los primeros travestis que estuvieron aquí; se hacían corte de cabello, uñas y todo eso. Yo las veía, y una vez me invitaron a ver el show. Y vi tantas plumas y cuerpos y zapatillas… ‘Oye, tú tienes potencial para trabajar en el show’ y pues dije ‘de aquí soy'”.
Entramos al Demas Savage por la puerta principal, cruzamos el escenario, un piso con pantallas de luz de distintos colores, y pasamos directo tras bambalinas. El vestidor es un cuarto pequeño de tres por dos metros. Luces y espejo. Ahí nos presentan con ellos.
A las nueve de la noche los hombres son lienzos en blanco. Las capas de base neutral sobre la piel hace que sus rostros pierdan la sombra y de pronto puedan convertirse en Edith Márquez, Eugenia León o María José. Con el rostro neutro, hay espacio para delinear la nariz, las cejas, los ojos y los pómulos. Una vez que empieza el show los cambios tienen que hacerse a gran velocidad. Vestidos, tacones, medias y glúteos irán tornándose para arropar al personaje que interpretan.
Phoebe se coloca unas medias ajustadas, están raídas pero eso no importa ahora, coloca muslos de hule espuma en uno de sus glúteos, cubre estos nuevos muslos con otra media. Y sobre ésta coloca otro músculo. Los injertos que pone en las medias van dibujando unas caderas perfectas, nalgas bien paradas y cintura pequeña. Su torso desnudo tiene tatuajes y en su rostro comienza a aparecer el boceto de Lady Gaga.
“El espectáculo tiene otra visión del simple hecho de salgo y me paro y soy bonita y mi cabello largo espectacular… Aquí somos hombres que nos transformamos en mujeres: los hombres que ensayamos dos o tres meses para montar un show. Los hombres que terminando de trabajar nadie nos reconoce afuera porque somos otros. Lunes, martes, miércoles, tenemos bigote y barba. Se está poniendo de moda el show transexual, aquí no es eso. El show travesti es transformarse en mujer y salir al escenario, aunque en nuestras vidas cotidianas seguimos siendo hombres”.
Las medias son el principal protagonista de la noche. Las ocupan en las piernas pero también en el cabello para poder ajustar la peluca. La piel tonificada y firme la van logrando con capas y capas de medias. Se ajustan de pie, se sientan, hacen una sentadilla y la media se pega a la cintura. Hay que tener movilidad, bailar y cantar sin tropiezos. Mover el cuerpo con naturalidad. Piernas abiertas, cerradas; abajo y arriba. El porte en alto. Una de ellas se me queda viendo y me pregunta: “¿Quién eres tú? ¿Amandititita?”
Acapulco absorbe e intercambia. Los primeros travestis descendieron de los barcos y se combinaron con la cultura del puerto. Desde el siglo XIV llegaba la Nao China. En el salón principal se escucha “Perdona si te hago llorar, perdona si te hago sufrir”. Es sábado y hoy habrá espectáculo durante dos horas seguidas. “Ay niña, qué te digo, pobre Acapulco, la china poblana, no era poblana ni china: era acapulqueña e indonesia, como yo, veme bien los ojos”, me dice Mario. “Entré en un concurso y así fue como me descubrieron. Todo lo aprendí aquí. Mi hermana, que en paz descanse, siempre me dijo que sólo cuando me caracterizara como mujer descubriría quién soy. El show se aprende aquí. Pero en el transcurso vas aprendiendo cómo transformarte para crear tu propia esencia.”
No hay un ritual para salir. El espejo les va revelando quiénes son. Tenazas, plumas, cascos romanos, faldas, antifaces. Corrigen el maquillaje, el cabello y la línea de la nariz. Hay que tener paciencia para retirar el sudor con una pequeña esponja en forma de triángulo. Una y otra vez. Maquillaje y triángulo. No quitan la mirada del espejo ni un segundo. La mayoría comienza a transformar sus caderas y rostro. Hasta el último vienen los pechos artificiales, los tacones y el vestido.
“Tenía como 7 años y me ponía los zapatos de mi mamá, a escondidas, la toalla en el pelo, me amarraba la sábana como vestido y salía a cantar a la sala. Uno no despierta un día y se convierte. Hay un proceso largo.”
Jesús cepilla una peluca. Tiene el cabello corto, labios color carmín y minifalda negra:
“Nací en Acapulco en 1995. Me comían los nervios estar en un escenario y ser el centro de atención. Tengo tres años dedicándome al show. Todas las noches son diferentes. Aquí hay que imitar al personaje. Cambiar de un personaje a otro y ser diferente en cada uno. En una misma noche soy tres personajes. Mi familia me apoya al cien. Ellos me dicen que realice lo que quiero hacer. Que sea yo mismo. Y éste soy yo.”
Todos los vestidos están colgados en un mismo tubo. Pueden hurgar y elegir. Plumas, lentejuelas, piel, lycras, brasieres y fajas. Texturas y colores llenan el espacio completo. A pesar de que el vestidor tiene aire acondicionado, hace un calor insoportable. El puerto de Acapulco es húmedo. Las bocas se mueven como si quisieran besar el espejo. Más labial, más rubor y más rímel. El personaje se satura de color. Delinean una boca, unos ojos, una peluca rubia y ahora Mario es Adele. Un último retoque a la ceja y listo. Toma su micrófono y sale del vestidor.
“Mi personaje es Phoebe. Logra hacer todo lo que yo no soy capaz de hacer. Soy originario de Acapulco. He tomado clases de canto y danza folclórica. Una vez vine a ver el espectáculo a esta discoteca. Y me dieron ganas de ser parte. Entré a trabajar en 2009 y hasta la fecha. El personaje que más me ha marcado es el de Amy Winehouse. La foto que me tomaron fue seleccionada para ser la portada del libro. Hoy vi una película y se me quedó esta frase en la mente: “con el corazón roto las estrellas no pueden brillar”, así me siento hoy. No sé mañana.”
Al final de la noche todas eligen un vestido de gala y desfilan por el escenario como si se tratara de una pasarela. El público aplaude enloquecido. El lugar está a reventar.
—¿Te vas sola a casa?
—Claro, el que nada debe, nada teme. He salido a las cinco de la mañana y me voy caminando a Costa Azul.
Acapulco nunca duerme pero tampoco detiene su violencia. En medio de trajes y transformaciones allá afuera sigue la realidad. Durante el fin de semana santa que estuvimos con motivo de entrevistar uno de los shows travesti más importante de la bahía, ocurrieron 36 ejecuciones. El mundo aquí sigue funcionando dentro de una burbuja, hasta que un día todo explote.