El gigante asiático, después de llevar a cabo una política de cero tolerancia a la COVID-19, ha comenzado a valorar nuevas vías para sobrellevar la pandemia con un relajamiento gradual de las medidas sanitarias.
Por Dake Kang y Huizhong Wu
BEIJING, 18 de marzo (AP).— Incluso mientras las autoridades ordenan el cierre de ciudades en el peor brote de COVID-19 en China en dos años, también examinan la posibilidad de dejar atrás la que ha sido una estrategia de prevención exitosa, pero costosa.
Un estudio, entrevistas con personal de salud pública de China y mensajes públicos recientes de expertos afiliados al Gobierno indican que el país explora la manera de relajar gradualmente su postura de tolerancia cero, con énfasis en que debe hacerse poco a poco.
El indicio más reciente surgió el lunes en un ensayo publicado por Zhang Wenhong, un especialista en enfermedades infecciosas que forma parte del equipo de respuesta a la COVID-19 de Shanghái y es conocido como “el doctor Fauci” de China, por sus mensajes de salud pública durante la pandemia que hacen evocar los del experto del Gobierno estadounidense Anthony Fauci.
Zhang escribió en Caixin, un medio chino de noticias de negocios, que el público necesita saber que el virus se está volviendo menos letal si la población está vacunada y si su salud no está comprometida de antemano.
“Disipar el terror sobre esto es un paso que debemos tomar”, señaló en el ensayo.
“Debemos trazar un camino muy claro y no pasar todo nuestro tiempo debatiendo si debemos continuar con el plan ‘cero COVID’ o coexistir [con el virus]”, escribió.
El cambio no parece ser inminente, con más de 15 mil casos nuevos este mes por distintos brotes en varios puntos del país, así como uno mucho más grande que ha sacudido a Hong Kong. Por ahora, el gobierno está apegándose a su ya comprobada política de cierres, pruebas diagnósticas a gran escala a millones de personas y cuarentenas de al menos dos semanas para todos los que arriban del extranjero.
Una vez que llegue, cualquier cambio seguramente será gradual y con cautela. Una reapertura conlleva riesgos, y el éxito que ha tenido el país en proteger a su población de la COVID-19 significa que muchas personas no tienen los anticuerpos de infecciones previas para combatir al virus. Además, China sólo utiliza sus vacunas desarrolladas a nivel local, las cuales son menos efectivas que las de Pfizer y otras usadas a gran escala a nivel mundial.
“Dada la tasa de infección aún relativamente baja, la falta de inmunidad natural y también la ineficacia de las vacunas para prevenir las infecciones… esto garantiza una invitación a otra ola de ataques”, dijo Yanzhong Huang, experto en salud pública del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos.