Ciudad de México, 18 de marzo (SinEmbargo).- De ella se ha dicho que “necesita al público como el aire para respirar” y ella ha dicho de ella querer “ser reconocida como una forma de arte antes de morir”.
Marina Abramovic, nacida en 1946 en Belgrado, es sin duda una de los artistas seminales de nuestro tiempo. Desde el comienzo de su carrera en Yugoslavia durante la década de 1970, donde asistió a la Academia de Bellas Artes, el performance ha sido su lenguaje primordial y un género en donde es vista como una verdadera pionera.
Resistiendo el dolor y el peligro, buscando siempre seducir y conseguir la atención plena de los espectadores, ha explorado sus propios límites físicos y mentales, propiciando la transformación física y espiritual en trabajos difíciles de olvidar.
Como cuando en 2010, en el MoMA de Nueva York, se reencontró con su amor 23 años después. Él, un artista alemán llamado Ulay, se sentó frente a ella durante la performance titulada “El artista está presente” y el resultado fue tan conmovedor que el video respectivo se hizo viral en las redes.
Preocupada por ritualizar acciones simples de la vida cotidiana como el dormir, soñar y pensar, Abramovic dista mucho de ser una artista banal, aun cuando su fama haya atraído el interés de artistas de Hollywood como el joven actor James Franco, de quien es muy amiga.
En 2013, cuando se cumplieron 150 años del nacimiento del pintor y grabador noruego Edvard Munch -nacido en Loten en 1873 y muerto en Ekely, cerca de Oslo, en 1944-, conocido por la obra “El grito”, que le ha otorgado inmortalidad y celebridad mundial, Marina combinó los gritos de los noruegos con una escultura y un video realizado en Ekebergparken, el paisaje que sirve de escenario al famoso cuadro.
“ Cuando visité el Parque Ekeberg en septiembre del año pasado y vagaba por el paisaje donde Edvard Munch hizo nacer “El grito”, espontáneamente le pedí a las personas que caminaban por ahí que gritaran sus sentimientos. Entendí que la idea podía llevarse a cabo, que todos experimentamos la ira y demás cuestiones existenciales que plantea dicha pintura y que necesitamos al mismo tiempo expresar”, dijo entonces Marina a los medios noruegos.
“Expresar las emociones parece tan necesario en la sociedad actual como en tiempos de Munch y creo que en esto radica su persistente popularidad y el reconocimiento mundial de su universo artístico. Para Munch, un paseo a través del parque derivó en pinturas, litografías y textos. Lo que quiero hacer es crear una obra de arte interactiva con la gente de Oslo y redescubrir con ellos la satisfacción que otorga dar rienda suelta a nuestras emociones”, agregaba la artista serbia.
Galardonada con el León de Oro a mejor artista en la Bienal de Venecia en 1997 por su extraordinaria instalación Barroco Balkan, sobre la guerra en Yugoslavia, en 2005 presentó Balkan Erotic en Milán, Italia y en la Sean Kelly Gallery, Nueva Yorl.
Ese mismo año, presentó “Seven Easy Pieces” en el Guggenheim de Nueva York, una repetición de performances ejecutadas en la década del ‘60 y ’70 por grandes artistas como Bruce Nauman, Vito Acconci, Gina Pane y Joseph Beuys, que recibió el premio de la Asociación de Críticos de los Estados Unidos a la Mejor Exposición de Time Art.
En 2008 fue condecorada con la Cruz de Austria por sus contribuciones a la historia del arte y un año después recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Plymouth, Reino Unido, reconocimientos que se unen –entre muchos otros- a su gran retrospectiva del 2010 en el MoMA.
MARINA ABRAMOVIC TE MIRA FIJAMENTE
En San Pablo, la reina de las performances, considerada por la revista Time una de las 100 personas más influyentes del mundo, lleva a cabo una instalación motivada por la necesidad de "congelar el tiempo”.
“Te desnudas de la tecnología: sacas el móvil del bolsillo y lo encierras en una taquilla, junto al resto de tus cosas. Entras en un espacio vacío con gente que no conoces y la pantalla que tienes enfrente comienza a hablar. Marina Abramovic te mira fijamente y te insta a realizar unos ejercicios de respiración”, cuenta la periodista Alba Gil en una crónica para la agencia efe.
“Comienzas por los brazos, los ojos y las orejas antes de que le llegue el turno a la nariz y la boca. Cuando ya no te queda ni un ápice de estrés, te colocas unos auriculares que te aíslan de todo lo que conoces. Ha llegado el momento de congelar el tiempo.
Durante las dos horas y media siguientes, caminarás a cámara lenta, yacerás sobre una cama de madera y cristal, te sentarás en bancos y podrás acariciar, de pie, un pedestal. Incluso si escuchas bien, oirás el silencio.
La idea es que desconectes, que te centres en el aquí y el ahora, que te regales el tiempo que la tecnología está arrebatando. Ahora toca culminar esta obra de arte”, agrega.
TODO LO QUE NOS PERDEMOS DURANTE EL DÍA
“La misión del artista es la de hacer consciente al público de todo lo que nos perdemos durante el día. Quiero acercar el arte a las personas y que esté disponible a cualquiera, en cualquier momento ", dice Abramovic durante la conferencia de prensa destinada a presentar su nueva obra de arte.
Uno de los instrumentos que emplea en la performance son los llamados “Objetos Transitorios para Uso Humano”, minerales, piedras y otros elementos con los que la audiencia puede interactuar y que se remontan a la década de los 80, cuando la artista estuvo por primera vez en Brasil.
"Cuando era joven estaba muy interesada en conocer otras culturas, pero luego me di cuenta de que la herramienta para expresar mi arte era mi cuerpo y que tenía que entenderlo", relata.
Un aprendizaje que el visitante puede acompañar a través de la retrospectiva 'Terra Comunal', la mayor que se haya hecho nunca del trabajo de la artista en América Latina.
La muestra exhibe videos, espacios e instalaciones que van desde sus primeros ejercicios de repetición hasta sus trabajos de resistencia física en los que Abramovic comparte protagonismo con Ulay.
Un itinerario que llega hasta '512 horas' (Serpentine Gallery, 2014), donde Abramovic trató al público londinense sin actividades preestablecidas y que culmina con 'La artista está presente' (MOMA de Nueva York, 2010), la performance que la lanzó a la fama.
Tras mirar inmóvil y durante más de tres meses los ojos de cualquier persona que se sentara ante ella, Abramovic demostró "el poder transformador de la performance".
"Salí del museo convertida en una celebridad. No fue mi culpa, pero no dudo en sacarle provecho", admite.